Sea cual sea el hemisferio en el que se viva, las vacaciones en la playa son un atractivo al que pocos se resisten. Algunos viajan pocos kilómetros y otros incluso arriban a países lejanos para alcanzar la playa, el sol, la idílica puesta del sol; tumbarse en la arena, tomar frescas bebidas y lucir poca ropa.
Algunas veces se suele hospedar en un gran hotel frente al mar y otras veces en lugares más modestos; sin embargo, la cultura de la playa y vacacionar en la costa tal y como lo hacemos ahora tiene antecedentes que no se extienden más allá del siglo XVIII. Bañarse en el mar debe su auge más que nada a una curiosa "moda" médica en la Inglaterra victoriana, y la construcción de hoteles junto al mar a un fin más que lucrativo. Pero vayamos por partes.
Como podemos recordar, el mar no siempre fue un destino paradisíaco y sí el límite de la seguridad. En las aguas de los océanos se alojaban criaturas temibles; además significaba en muchos casos lo desconocido, con sus implacables tormentas y sus remolinos devoradores de naves y personas. La arena, rocas, vegetación y fauna significaban incomodidades. Pero todo esto cambió con el tiempo y varios factores influyeron a esto: la medicina, la industrialización y la construcción de vías ferroviarias.
Se ha documentado que durante el siglo XVIII, en Inglaterra propiamente, los médicos comenzaron a recetar baños en las aguas del mar para muchos males, tales como: melancolía, el raquitismo, la lepra, la gota, la impotencia, infecciones tuberculosas, problemas menstruales y la "histeria". Incluso se sabe que las recetas contenían instrucciones específicas, es decir, duración del baño, intervalos de descanso, caminatas en la arena.
Así pues, aquí también entra la influencia y el cambio social que se vivió en la época de la Revolución Industrial, las ciudades comenzaron a transformarse y los hábitos de los trabajadores también, es decir, los ratos de esparcimiento se hicieron necesarios y la salud fue más valorada. Para ese entonces, la aristocracia de la época ya frecuentaba las playas por los motivos médicos mencionados, así mismo porque se transformó en una práctica popular y nadie quería quedarse fuera de esta.
Esto mismo se dio en otros países, como por ejemplo, los monarcas de la Casa de Habsburgo visitaban las costas de Croacia. La moda se esparció en otros lugares como Francia, Alemania, la península escandinava y pronto llegó al continente americano en las colonias inglesas. Por ejemplo en Coney Island, en 1884, se inauguró la primera roller coaster de Estados Unidos y la diversión, el juego y la vida nocturna comenzaron a asociarse también con la playa.
Se menciona también al crecimiento de las vías ferroviarias en el auge de la Revolución Industrial algo que hizo posible que muchas más personas, además de la aristocracia, se diera el lujo de visitar la costa como esparcimiento. Esto obligó también a que pronto se implementaran facilidades para las actividades en la playa. Un ejemplo de esto son las bathing machine, que fueron muy utilizadas para los inconvenientes de bañarse en público en una época tan recatada como el siglo XVIII.
Lo mismo sucedió con la ropa; la moda alcanzó esta nueva necesidad y pronto surgieron prendas adecuadas para nadar. Los trajes de baño como los conocemos ahora, ya no se diga el explosivo bikini, cambiaron y obligaron el cambio de lo que se vestía en las playas.
Como bien puede suponerse, las inmensas cadenas de hoteles que se fueron construyendo a lo largo de todas las costas del mundo se deben a la gran demanda de alojamiento que ha ido creciendo con el paso del tiempo por el **turismo. Aquí influyen también los vuelos aéreos más accesibles**, el apogeo del turismo internacional y por supuesto, la gran derrama económica que esto significa para los países que son visitados. Sólo en México, el turismo en la playa significa el 80% del total del ingreso por turismo.
Por supuesto que esto trae, aparte de diversión, esparcimiento y ganancias, una situación complicada para las muchas playas del planeta. La erosión costera es una de los muchos factores que sufren las playas; así mismo la contaminación que existe por los visitantes, además de la devastación de la fauna y flora naturales de la playa.
Así pues, esta moda que inició a finales del siglo XVIII y principios del XIX se ha extendido hasta nuestros días con grandes cambios y adiciones a las indicaciones médicas que pusieron a la vista de las personas que la playa era más que un lugar poco atractivo y que bien podía ser un lugar de descanso, de diversión y, cómo no, de lujo.