Desde que se descubrió y se leyó por vez primera el contenido de nuestro ADN, la búsqueda de respuestas en él se ha convertido en algo frenético. Si somos genes y los genes pueden cambiarse, ¿podemos cambiar nosotros mismos? Lo primero que aprendimos ante estas preguntas es que la relación entre genética y comportamiento no es nada, nada sencilla. Pero eso no ha desanimado a toda una legión de genetistas y estudiosos del comportamiento que tratan de desentrañar los secretos que guardamos en nuestro interior. A su vez, otro gran ejército mira con escepticismo mientras murmura "somos lo que somos porque aprendemos". ¿Qué le debemos a nuestros genes? ¿Qué aprendemos a pesar de ellos? La respuesta no será simple ni al gusto de todos.
El juego de niveles
El ADN es una cadena increíblemente larga que se traduce en un código. Este código se combina en "triadas" de bases que expresan una molécula llamada aminoácido. Estos aminoácidos son los "ladrillos" de cualquier proteína. Es decir, son las unidades más pequeñas con las que contamos para formarlo todo. Las células y todo lo que hacen es gracias a las proteínas y otras moléculas. El conjunto de células forman los tejidos, como la piel, el hígado o el cerebro. Ese conjunto de tejidos es lo que somos. Acabamos de hacer un salto increíble desde lo más pequeño a lo más grande. Ahora vayamos en al dirección opuesta.
"En función a la definición del concepto que asumas se puede definir de una forma o de otra"
El comportamiento, por otro lado, es más difícil de definir. Para ayudarnos en esta tarea, Hipertextual le ha pedido a Eparquio Delgado, Psicólogo sanitario en el Centro Psicológico Rayuela, además de divulgador científico y experto en la materia, que nos lo aclare. "Existen varias formas de conceptualizar el comportamiento. En función a la definición del concepto que asumas se puede definir de una forma o de otra", nos explica. "Pero el problema, también, son los niveles del comportamiento. Definir comportamiento es, en cierto sentido, definir el objeto de estudio de la psicología. ¿Qué consideramos comportamiento y qué no? A mi me gusta el planteamiento que hace Ribes que explica que el objeto de estudio de la psicología son todas aquellas respuestas de los sujetos que están desligadas de las características físico-químicas de los objetos". Para entenderlo mejor, imaginemos una puerta. Nuestra reacción ante la puerta según su función, abriéndola y cerrándola, y no porque sea de madera, podría servir para ilustrar la explicación.
Pero, como decíamos, la respuesta no es sencilla. Y es que el comportamiento es algo propio sólo de todos los seres vivos. Es la forma de "portarse", de actuar, de los organismos ante un estímulo. Por tanto, es casi imposible meter en el mismo cajón el comportamiento de una célula, de una cigüeña y de un ser humano. Sencillamente, no se pueden hacer las mismas consideraciones porque sus niveles de comportamiento son muy distintos, insiste Eparquio. Y este es un problema muy difícil de solucionar. Como vemos, para poder llegar de lo más simple a lo más complejo existen muchos niveles. La amalgama, la combinación y la expresión de dichos niveles es lo que nos hace tan complejos. Además, también hemos visto que la definición de comportamiento no es unívoca y depende del nivel y de la especie en la que lo queramos definir.
Por eso es muy difícil enlazar dos ideas como genética y comportamiento. No obstante, hagamos un ejercicio de imaginación y simplifiquemos muchísimo: en tal caso podemos entender que la expresión genética tiene complicadas reglas que permiten producir sustancias y moléculas según las circunstancias. A su vez, estas moléculas se comportan de manera distinta según el contexto. Lo que hace que las células actúen de forma diferente según los estímulos que les producen. Los tejidos, por tanto, reaccionarán en concordancia con dichas sustancias, pues están formados por células. Y finalmente, nosotros reaccionamos de manera consciente o inconsciente.
Los misterios del cerebro
Uno de los grandes culpables de que esto sea tan complicado es el cerebro (o "sucedáneos"). Un complejo almacén capaz de absorber información y convertirla en una respuesta. El cerebro traduce la información para que nuestros tejidos la comprendan, activando los mecanismos celulares que provocan la manifestación del contenido genético. Al final, todo es un ciclo elegante y sofisticado que llamamos vida. Para poder hacer "lo que hace", el cerebro posee diversos mecanismos fisiológicos.
Uno de ellos es el llamado "plasticidad neuronal", que permite que las neuronas se conecten y adapten, cambiando la conformación del cerebro. Pero, "¿todos los componentes cerebrales son igual de plásticos, de modificables?", apunta Eparquio, "aunque pudieras controlar al cien por cien todos los factores, no obtendrías las mismas respuestas", y por tanto, tampoco los mismos comportamientos. ¿Qué implicación tienen los genes en este hecho?. Las manifestaciones últimas de la complejidad de nuestro cerebro, según sabemos hasta la fecha, son las neuronas especializadas en sentir, por ejemplo, empatía. O aprender por imitación. Las neuronas espejo están muy desarrolladas en primates como nosotros. Pero hace falta un cerebro muy grande para poder desarrollarlas.
"aunque pudieras controlar al cien por cien todos los factores, no obtendrías las mismas respuestas", y por tanto, tampoco los mismos comportamientos.
El aprendizaje más sofisticado como la deducción o inducción, gracias a la ayuda de la comunicación, nos ha permitido desarrollarnos técnicamente hasta ser lo que somos hoy. La psicología trata de analizar y entender los detalles más profundos de estos aspectos, visualizando patrones, desgranando el comportamiento y en, última instancia, del aprendizaje. Entonces, en cuanto a genética y comportamiento, ¿es más importante el aprendizaje? Tampoco. Esto sólo pone de manifiesto que las cosas son aún más complicadas de lo que ya sabíamos que eran.
La maravilla del comportamiento
El psicólogo nos apunta un aspecto importante. Existen varios estudios sobre gemelos que han sido separados y educados en distintas familias. O de hermanos que han sido educados de la misma manera. En esos estudios asumimos muchas cosas. Por ejemplo, que la educación es la misma o distinta según el caso. Pero son asunciones basadas en la imposibilidad de experimentar. No podemos hacer experimentos de comportamiento que nos ayuden a aclarar nuestras dudas. No es ético. Ni está bien. Así que solo podemos observar. Pero eso implica varios problemas: "¿cómo sabemos que los padres están educando a sus hijos de la misma manera? Algunos expertos plantean que los hijos educan a los padres. Entonces, ¿realmente reciben la misma educación?", explica Eparquio. "Y ¿cómo sabes que los dos gemelos que han sido separados han recibido realmente una educación distinta? Existen factores que producen un sesgo desde el principio. Estamos asumiendo que podemos controlar todos los factores que modifican el comportamiento, y no es así".
Aprender es también genético
A la pregunta de si existen comportamientos grabados a fuego en nuestra genética hemos de decir que sí. Existen. Algunas veces tendemos a llamarlos "instintivos", aunque esa palabra es un poco imprecisa. Todos los animales, desde los más simples a los más complejos contienen una serie de instrucciones básicas que les permiten sobrevivir desde el momento de nacer. Estas instrucciones (como la de succionar de un pezón) parecen una obviedad. Pero lo que es más complejo de entender es que dichas instrucciones pueden ser modificadas o, incluso, heredadas con su modificación. Aquí juega un papel indispensable la epigenética. Ésta rama científica muestra los mecanismos de control y expresión por los cuales se produce una expresión distinta de los genes sin que estos sean modificados (lo que sería una mutación). Estos controles "epigenéticos" pueden derivar en cambios que se trasladan a los descendientes. Acabamos de observar un comportamiento "aprendido" a nivel genético.
No todo es aprendizaje
Pero existen también otros comportamientos más complejos y que no son aprendidos. Ejemplo de esto es la construcción del nido de los agapornis, los cuales, por cruzamiento genético se ha observado que tienen tendencia a construirlo mediante una técnica u otra. Es más, el cruzamiento inadecuado da lugar a que no puedan llegar a criar. Otro ejemplo más familiar se da en seres humanos. En concreto en nuestras expresiones faciales. Cualquiera podría pensar que reír o llorar son manifestaciones aprendidas al observar a otras personas. Pero no es así. Varios estudios han demostrado que estos movimientos son inherentes. Además, también se ha comprobado que su reconocimiento también lo es. Pero, para más curiosidad, el reconocimiento puede "tergiversarse", enseñando a una persona a cambiar lo que entiende con estos gestos, "sobrescribiendo" con el aprendizaje lo que sus genes le dictan.
Y todo este terrible cuadro es simplemente un bosquejo simplista de una obra de la que sabemos muy poco. Todavía tratamos de entender qué factores afectan y de qué manera lo hacen en nuestra vida. Algunos tratan de ver el lado práctico al asunto, como un reciente estudio que trataba de enlazar la enseñanza y el éxito con la genética. Otros sencillamente quieren satisfacer su curiosidad, entendiendo cómo funciona el mundo. En cualquier caso, todos están lejos de poder entender el cuadro completo. Es como un gran puzle del que sólo tenemos piezas sueltas e inconexas. Y es que, como decíamos al comienzo, en materia de genética y comportamiento, las respuestas no son nada sencillas.