Cuando observaba a todos desde lo más alto, LG defraudó con el lanzamiento del LG G3. Un año más tarde, la situación mejoró considerablemente con el LG G4, pero la supremacía de Apple y Samsung y los múltiples problemas de Qualcomm con el SoC Snapdragon 810 acabaron debilitando la apuesta. En 2016, sin ninguna valla en el camino, LG tiene la libertad para volver a coronarse como uno de los reyes del sector. ¿Podrá conseguirlo con el LG G5?Durante los últimos años, el mercado de los smartphones ha alcanzado, por fin, una meseta. Una meseta en la que nada sorprende y muy poco destaca. Hace años, en cambio, se celebraban progresos a un ritmo anti-cardíaco. Cada día surgían smartphones con cámaras que hacían peligrar a las compactas, con procesadores que permitían convertir el smartphone en algo más o con baterías que prolongaban el uso del dispositivo hasta unos niveles insospechados.

En 2016, en cambio, cualquier teléfono de unos 200 euros es capaz de derribar todos esos muros que, hace cinco años, estaban reservados a los smartphones de categoría premium.

Ante esta situación, la diferenciación en la gama alta/premium ha sufrido una ligera traslación. Ya no basta con tener la mejor pantalla u ofrecer el mejor procesador. Ahora el juego está en la originalidad. La forma de hacer dinero y de convertir un smartphone en un caballo ganador se basa, en gran medida, en los aspectos que le hacen único.

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Por ello, LG ha apostado por un concepto intrigante, interesante y, sobre todo, muy potente: la modularidad. El LG G5 ofrece una serie de módulos que se conectan a un chasis uniforme y que expanden las capacidades del dispositivo. Un primer paso hacia un camino con mucho recorrido.

Pero con esta peculiar apuesta y, sobre todo, considerando la trayectoria de LG, las dudas caen como hojas otoñales. ¿Está el LG G5 capacitado para competir con los mejores del mercado? ¿Es la modularidad un añadido real, un efecto fantasma o un concepto por pulir?

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El LG G5, como smartphone

Nada más sacar el dispositivo de la caja, encontramos el primer objeto de críticas: su construcción. El cuerpo está construido en metal, al cual se le ha aplicado un ligero recubrimiento de policarbonato pintado que trata de emular las sensaciones del metal. El resultado, sin llegar a ser catastrófico, resulta mediocre —considerando la gama en la que compite—.

También observamos pequeños detalles como la holgura del botón de bloqueo o la inconsistencia del módulo de la batería, los cuales denotan una escasa atención al detalle, algo que, nuevamente, resulta impropio en un dispositivo de 700 euros.

Por fuera, el LG G5 no logra equiparar los estándares actuales de su gama

Desde el punto de vista estético, las sensaciones son muy similares, y dejan al LG G5 en un lugar intermedio entre la indiferencia y la excelencia. No destaca por ser atractivo, pero tampoco lo hace en el caso contrario. En este sentido, el uso de materiales como el cuero (empleado en algunas variantes de su predecesor, el LG G4) podría haberle dado un toque diferente e indudablemente más atractivo al LG G5. Una lástima.

Donde sí ha sabido hacerlo bien LG es en la ergonomía. Las líneas curvas del dispositivo y su relativamente reducido tamaño hacen que sea muy cómodo de usar. Además, el acabado artificial con el que han recubierto el chasis contribuye a un mejor agarre del dispositivo. La influencia de sus predecesores sí ha continuado presente aquí.

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Donde no ha continuado presente la influencia de sus predecesores es en la pantalla. Y eso, afortunadamente, es una buena noticia. El panel del LG G5 es realmente bueno, con un brillo extremadamente alto (por encima de los 800 nits) y unos niveles de contraste bastante buenos. A esto se le suma la resolución QHD y el resultado es una pantalla excelente para el consumo de contenidos multimedia.

No obstante, si observamos la imagen detenidamente, algunos detalles negativos emergen con relativa facilidad. Uno de ellos es la temperatura de color, que tiende ligeramente hacia valores altos y convierte los tonos blancos en tonos ligeramente celestes. Por suerte, esta variación en la temperatura de color es tan leve que pasará desapercibida para la gran mayoría de los consumidores.

La pantalla es uno de los puntos más positivos del LG G5.

Unas sensaciones muy similares obtenemos respecto al rendimiento, donde el LG G5 sobresale positivamente. En cualquier entorno o situación, el LG G5 logra satisfacer la demanda de una forma veloz, ágil y fluida. No importa si lo enfrentamos a un juego intenso como NBA 2k16 o, simplemente, a la navegación web. Siempre cumple.

Los responsables de estos son tres: el SoC Qualcomm Snapdragon 820, los 4 GB de RAM y el excelente trabajo que LG ha realizado en la optimización del sistema operativo, el cual fluye con soltura en todo momento. De hecho, no utilizaba un dispositivo de LG tan fluido desde el LG G2.

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Una historia completamente diferente ocurre si juzgamos ese mismo software desde el punto de vista estético y funcional. En este sentido, LG continúa mostrando serias debilidades con una personalización del sistema operativo que perjudica tanto a la estética como a la funcionalidad del mismo.

A lo largo de las aplicaciones del sistema es posible encontrar múltiples elementos que añaden una complejidad innecesaria y que influyen negativamente a la estética general del software. La aplicación de ajustes, los iconos del sistema o la aplicación de calendario son algunos de los mejores ejemplos.

El software de LG está repleto de inconsistencias que añaden complejidad e influyen negativamente en la estética del sistema

Volviendo a los componentes físicos, merece una mención especial el lector de huellas incorporado en la región posterior del dispositivo. A nivel funcional, poco se puede objetar. Funciona muy rápido, es preciso y, además, permite desbloquear el terminal solo con tocar el lector (no es necesario presionar el botón), lo que acelera aún más el proceso.

Tema aparte es la localización de dicho botón. Si sostenemos el dispositivo con las manos, la ubicación del sensor es muy natural, pues el dedo índice cae casi por inercia sobre el mismo. En cambio, en situaciones determinadas como cuando el terminal reposa sobre una superficie plana (como una mesa), desbloquear el dispositivo se convierte en una tarea algo más compleja. Cada opción tiene sus ventajas y sus inconvenientes.

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La cámara del LG G5 es uno de los puntos más fuertes del conjunto. Monta un sensor de 16 megapixeles pero, además, añade un segundo elemento que permite aumentar el angular de la fotografía y recoger más campo visual en ellas. A esto, obviamente, se le suma un flash LED dual y un sensor láser destinado al enfoque.

Los resultados, en términos generales, son muy buenos. El teléfono realiza las mediciones de forma acertada y el procesado realizado posteriormente contribuye a unos buenos resultados. En determinadas situaciones se aprecian algunas imperfecciones como nitidez artificial o ligeras aberraciones cromáticas, pero pasarán desapercibidos en la mayoría de ocasiones.

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Dos fotografías de la misma escena. Una con el modo gran angular activado y otra sin él.

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Continuando con las funciones multimedia, el sonido es, indudablemente, uno de los aspectos que más sorprende del LG G5. El altavoz, a diferencia de modelos anteriores, se encuentra en la zona inferior del dispositivo, lo que impide que este se ahogue cuando dejamos reposar el terminal sobre una superficie plana.

De la misma forma, la calidad del sonido y, sobre todo, el volumen máximo, están a un buen nivel. Nada que ver con dispositivos anteriores de la firma asiática. Obviamente continúa sin equiparar a soluciones como HTC BoomSound (que continúa siendo la reina indiscutible), pero ofrece unos resultados bastante buenos.

El modo Always-On influye negativamente en la autonomía. Desactivarlo puede suponer algunos minutos extras al final del día.

Para mover todo este conjunto, el LG G5 se nutre de una batería de 2.800 mAh de capacidad, una cifra que se posiciona ligeramente por debajo de sus principales rivales. Los resultados, desafortunadamente, son algo mediocres. Con un uso intensivo (navegación GPS, 4G LTE, fotografías, brillo al máximo y algunas llamadas de larga duración), el terminal es capaz de alcanzar las tres horas de pantalla. Si reducimos el nivel de exigencia, esta cifra puede llegar a ascender hasta las cuatro horas y media.

Para dar algo de contexto: el iPhone 6s Plus, bajo los mismos niveles de exigencia, logra unas cifras muy superiores, al igual que otros terminales más coetáneos como el Samsung Galaxy S7 Edge. Por suerte, la carga rápida que incorpora este LG G5 permite contrarrestar levemente esta dolencia.

El LG G5, como concepto modular

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El principal punto diferenciador del LG G5 son sus “amigos”. Así es como ha llamado LG a los módulos y complementos que trabajan junto al LG G5. Encontramos módulos capaces de aumentar la autonomía, de facilitar los disparos fotográficos o de mejorar la calidad del sonido.

De la misma forma, encontramos complementos como las gafas de realidad virtual —terribles, tras nuestra experiencia durante el MWC 2016— y la cámara de 360 grados, la cual hemos podido estar probando junto al LG G5.

¿Son estos módulos necesarios? ¿Aportan estos módulos y complementos una utilidad real?

La dura realidad respecto a los módulos y complementos del LG G5 es que, aunque resulten interesantes y, para un grupo reducido de personas, puedan ser de gran utilidad, se trata de una característica destinada a un nicho muy concreto, con mucho trabajo por delante y, sobre todo, insuficiente para llevar un teléfono a la cima del sector.

No obstante, no está de más que LG haya decidido lanzar esta gama de complementos y accesorios para enriquecer la experiencia del LG G5. Cualquier innovación u aportación diferente es siempre bienvenida en el sector.

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Conclusión

Aislando los módulos que le rodean, el LG G5 es, sin duda, un buen smartphone. Pero, en 2016, cualquiera que se aproxime a los 699 euros lo es. Por ello, el reto para las compañías pasa ahora por diferenciarse y por alcanzar la mayor excelencia posible.

Lo primero parece haberlo entendido LG. Aunque su propuesta modular requiera trabajo todavía, la amplia oferta de complementos y módulos es una apuesta llamativa y, sobre todo, innovadora.

Lo segundo, en cambio, es una historia completamente diferente. Mientras que Samsung, HTC y Apple ahora compiten por la excelencia, el LG G5 continúa sin derrotar a algunos fantasmas del pasado (como el software o la construcción). Y eso, considerando la igualdad de precio que mantienen, juega completamente en su contra.

Pros

  • Pantalla. A pesar de no ser perfecta, sorprende. Especialmente por su brillo y su contraste.
  • Rendimiento. La unión hardware y software hace que todo fluya en el G5.
  • Cámaras. Buenas fotografías en cualquier situación. El modo de disparo profesional es amor.

Contras

  • Software. Estética y funcionalmente hablando, deja mucho que desear.
  • Diseño. Estéticamente, no destaca. Al igual que no lo hace su construcción.
  • Autonomía. Aunque la carga rápida palia levemente el problema, los usuarios más avanzados tendrán que recurrir al cargador con demasiada frecuencia.

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