Convivimos en un mundo con millones de animales. Es más, miles de especies son indispensables para nuestra supervivencia, nuestro avance o nuestra vida cotidiana. Esto despierta sin más remedio una serie de cuestiones éticas. En principio, nadie quiere ver sufrir a otro ser vivo. Por ello, existen millones de personas preocupadas por el bienestar animal: su trato, su mantenimiento, su situación. Ya os hemos hablado en más de una ocasión sobre este tema. Pero hay una cuestión esencial que pocas veces se aborda. ¿Cómo sabemos si un animal está sufriendo o es feliz? ¿Es feliz una vaca estabulada? ¿Lo es un caballo en la pradera? ¿Y los animales del zoo? Esta pregunta no es baladí, en absoluto. Es una cuestión muy seria y que abre la puerta a nuevas dudas.
Todo es cuestión de comunicación
Los seres humanos somos antropocéntricos. Es obvio. Pero a veces se nos olvida que todos y cada uno de los seres vivos tienen sus formas particulares de comunicación. Estamos tan acostumbrados a nosotros mismos que confundimos, muchas veces, la falta comunicación con falta de inteligencia. El que no podamos entender lo que quiere decir un animal no quiere decir que este no tenga un mensaje que comunicar; o que sea tonto. Pero los animales poseen su propio y complejo sistema de comunicarse. Muchos de ellos se basan en gestos. Un análogo parecido sería a cuando vemos a una persona sonreír o con el ceño fruncido. Eso nos transmite cierta información. Por supuesto, los perros "sonríen" o "fruncen el ceño". Todos conocemos el característico movimiento del rabo o la muestra de dientes ante una amenaza. Pero estas señales también existen en las vacas, los cerdos, los pollos o, incluso, los peces. Sólo que no estamos tan acostumbrados a ellos.
Es esta falta de comunicación la que ha provocado que releguemos a ciertos animales a la falsa estulticia. Es decir, ¿quién habla de las "inteligentes cabras"? Nadie piensa que un pez pueda resultar ingenioso. Pero, lo cierto, es que poseen inteligencia. Muchos, incluso, podríamos decir que tienen emociones (aunque este tema todavía causa un gran debate) Sólo que no los comprendemos. Esto es un problema. Un problema serio. Ya no sólo por la cuestión ética de la que hablábamos. También existen cuestiones meramente prácticas, como es el mantenimiento y la producción, por muy frío que resulte decirlo. La cuestión es que traducir si un animal está feliz o está sufriendo es importante para nosotros. ¿Cómo lo logramos?
Traductores universales
Ese es el principal objetivo que tienen entidades como el Biotechnology and Biological Sciences Research Council (o BBSRC), de Reino Unido. El bienestar animal. Y para conseguirlo, en el BBSRC se centran en comprender el estado de los animales. Pero esto no es nada fácil. Y es que los animales domésticos no muestran fácilmente su situación. La evolución ha hecho que estos oculten su estado estresado para evitar ser el objetivo de los depredadores. Para poder entender su situación, los investigadores desarrollan numerosos experimentos con los que identificar y "traducir" dichos estados. Algunos de los ejemplos más llamativos son con algunos de los animales domésticos más conocidos. Veamos algunos ejemplos:
Pollos
Las aves son animales mucho más antiguos que los mamíferos. De hecho, son dinosaurios modernos. Su comportamiento es tan distinto al nuestro que muchas veces los tomamos como seres poco inteligentes y sin sentimientos. Pero no es así. Por ello, varios investigadores se centran en el bienestar animal de las gallinas y pollos. Porque se encierran en algunos de los estabularios más masivos que conocemos. Esto dificulta tanto la observación como el bienestar de los animales. Para poder comprender mejor cómo afecta su situación a estos animales, un equipo está midiendo mediante cámara infrarroja, el estado "estresado" o feliz de los mismos. La cámara aporta imágenes sobre el riego sanguíneo, mediante la temperatura. Así, por ejemplo, podemos ver si una gallina está feliz según la cantidad de sangre que llega a su cresta, o si está estresada. Por ahora los resultados son bastante prometedores. Quién sabe, tal vez en un futuro se puedan usar cámaras infrarrojas para detectar a los pollos más infelices y tomar medidas al respecto, asegurando su bienestar animal en todas las granjas del mundo.
Peces
Los peces son también típicamente malinterpretados. Pero poseen un comportamiento inteligente. Presentan manifestaciones de estrés o felicidad. Ahora, suponen un verdadero reto a la hora de comprenderlos. Sin embargo, un equipo asociado al BBSRC ha desarrollado una técnica para monitorizar de forma casi autónoma a los peces, para poder tomar decisiones. Por ejemplo, el sistema observa la posición y movimiento de los peces, para permitir detectar un posible caso de estrés. El sistema está diseñado para laboratorios, aunque los investigadores tienen en mente ampliar el formato para poder implementarlo en grandes tanques de cría de peces de acuario y piscifactorías.
Vacas
Por supuesto, las vacas son uno de los animales domésticos más conocidos y apreciados. Pero también son poco conocidos en cuanto a materia de comportamiento. Así, los investigadores ha comenzado a monitorizar muchos de los aspectos de la vida de una vaca. En especial, los movimientos y la relación con otros animales de su entorno a lo largo del día. Para ello, emplean cámaras, biosensores y localizadores GPS para obtener la máxima información posible. No obstante, todavía es pronto para observar algún resultado.
Cerdos
Por supuesto, los cerdos tienen también un especial interés. Además, esta especie resulta increíblemente inteligente y avispada. Para poder entenderlos mejor, otro equipo de investigadores están poniendo a prueba sus capacidades cognitivas con la intención de aprender más sobre su forma de pensar. Al final, sus resultados, podrán extrapolarse a nuevos y más complejos modelos que nos permitan comprender mejor el comportamiento de los cerdos. Por el momento, parece que hemos visto en vídeo cómo estos animales también muestran actitudes más optimistas y pesimistas según la situación a la que son expuestos. Algo que bien podría atribuírsele a cualquier ser humano.