Aunque su "jubilación" es reciente, parece que los aviones supersónicos civiles son solo un recuerdo romántico de otro tipo de aviación. Pero hubo un tiempo en el que tanto el Concorde como el Tupolev TU-144 representaban el clímax de las naves que surcan el cielo. Lo que mucha gente no sabe es que detrás de estos ingenios de la aviación hubo una terrible guerra fría llena de espías, microfilms y traiciones. Sí, la guerra por dominar el mundo de los aviones supersónicos de pasajeros fue encarnizada. Y al final no hubo un claro vencedor. ¿Volveremos a ver aviones supersónicos en nuestros aeropuertos?
Debido diversos aspectos, los aviones supersónicos de pasajeros han sido muy pocos. Solo dos modelos han surcado los cielos transportando civiles: el Concorde europeo y el Tupolev TU-144 soviético. Pero cuando se planteó el proyecto los ingenieros pensaban que era imposible. Todo comenzó con la NASA, entidad que propuso la puesta en marcha de una aeronave capaz de traspasar la barrera del sonido, los 300 metros por segundo. La intención era meramente como parte de la necesidad de entrenar a sus pilotos. Más tarde, en 1947, Chuck Yaeger traspasó la velocidad del sonido a bordo del Bell X-1. Había comenzado la era de los aviones supersónicos, aunque solo para uso militar.
A principios de los años sesenta, con una técnica en aviación más depurada, Reino Unido y Francia firmaron un tratado de colaboración para aprovechar la tecnología supersónica en el transporte de pasajeros. Las previsiones eran fantásticas para estos aviones supersónicos. Si se podía viajar más rápido que nadie, el prestigio y el beneficio crecerían de manera exponencial. Por aquel entonces las implicaciones técnicas eran muchas. Desarrollar un avión capaz de resistir la fricción del aire con ese tamaño, además de unos motores que permitieran romper la barrera del sonido, era un reto tremendo. Pero las recompensas bien valían la pena. Así que se pusieron manos a la obra.
El inicio de la guerra
Así, cuando el presidente John F. Kennedy se enteró de la propuesta, inició un proyecto similar para Estados Unidos. Un proyecto que no salió bien, por cierto. Boeing no consiguió abordar el reto con presteza y finalmente se bajaron del carro. Mientras tanto, al otro lado del mundo, en la Unión Soviética, el líder de la URSS, Nikita Khrushchev presionó a los ingenieros de estado para unirse a la "moda". Pero a los europeos les iba muy, muy bien. Casi demasiado bien. Y ellos no habían ni comenzado con el proyecto. ¿Cómo se puede recuperar posiciones en una carrera ya empezada? Muy sencillo, con el espionaje industrial.
1-0 para la URSS con los aviones supersónicos
Poco después de comenzar los trabajos de diseño, una extensa red de espías soviéticos fue instruida para obtener información sobre el novedoso proyecto europeo de avión supersónico. Mientras tanto, Andrei Tupolev, el jefe de proyecto, comenzó a trabajar para adelantar a sus rivales, algo muy difícil, ya que estaban muy atrasados. Especialmente en cuanto a motores se refiere. En 1964, Reino Unido se percató de un hecho curioso. Los espías soviéticos llevaban un año infiltrados en el proyecto Concorde. El contrabando de microfilms guardados en dentífricos, tabaco y toallas era constante. El espionaje industrial más clásico estaba en su apogeo.
Sergei Pavlov, jefe de la Oficina de París de la Aerolínea Soviética Aeroflot, fue detenido por sus implicaciones en la trama de espionaje. Otros miembros pertenecientes al KGB cuyos nombres no trascendieron, también fueron arrestados a lo largo de los años. Al mismo tiempo, los responsables del proyecto Concorde pasaron a la acción con medidas de contraespionaje. Incluso, según recogen algunas crónicas, llegaron a crear fórmulas solo para para confundir a sus enemigos.
El primer avión supersónico de pasajeros fue un Tupolev TU-144
Sin embargo, Todo este esfuerzo fue en vano. Porque los soviéticos se adelantaron casi tres meses a los europeos. El Tupolev TU-144, en una auténtica proeza, voló antes que el Concorde a pesar de tener su origen en un proyecto con tres años de retraso. Eso sí, a pesar de haber ganado la primera batalla, la velocidad con la que se desarrolló el proyecto impidió que el Tupolev supersónico se uniese a la flota regular hasta siete años después de su primer vuelo.
Pero nadie ganó la guerra
Mientras tanto, el Concorde comenzó una carrera más fiable, alzándose poco a poco como el rey supersónico indiscutible de los aeropuertos. No obstante, a pesar de lo curioso del asunto, la carrera y el espionaje también tuvieron sus consecuencias dramáticas. El 3 de junio de 1973, delante de 200.000 espectadores, el Tupolev TU-144 que estaba realizando la exhibición, tras el Concorde, se estrelló. Aunque las causas no estaban del todo claras, parece ser que se debió a un error del piloto. Sin embargo, algunos informes también apuntaron en su momento a algunas causas debidas al espionaje (como la presencia de un avión en un espacio ilegal) No obstante, la cruda realidad, como se vio a posteriori, apunta a que el avión tenía serios fallos de fiabilidad que, unidos a las maniobras del piloto, provocaron el colapso del fuselaje y la muerte de la tripulación junto a ocho civiles.
Este fue un suceso que marcaba la crónica de una muerte anunciada. El Concorde, en realidad, fue un fracaso comercial. Solo dieciséis aviones supersónicos europeos se construyeron. Las aerolíneas no estaban interesadas en gastar la increíble cantidad que cuesta uno de estos ingenios. No solo por el avión en sí. Sino también por el combustible que consumen. Finalmente, solo algunas de las rutas ofrecían beneficios marginales. Definitivamente, el Concorde, que fue el avión supersónico más exitoso, no cumplió con las expectativas comerciales. Es más, a medida que se recrudecía la legislación medioambiental, el peso fue creciendo. En el caso del Tupolev TU-144, solo 100 vuelos comerciales se llevaron a cabo. Pronto, Rusia decidió eliminarlo del servicio activo.
El golpe de gracia a los aviones supersónicos comerciales fue en el 2000, cuando el vuelo 4590 de Air France, se estrelló apenas sesenta segundos tras despegar del aeropuerto Charles de Gaulle, matando a 109 personas. Aunque las causas del accidente, como se demostró en los informes posteriores, fueron externas, varias negligencias cometidas por los responsables de la compañía y la opinión pública terminaron de matar a los aviones supersónicos. Pero, ¿volveremos a verlos volar algún día? Probablemente sí. Pero antes debemos resolver algunos retos técnicos importantes. Entre ellos, unos motores más eficientes y limpios, nuevos materiales y rutas de interés comercial que hagan que merezcan la pena. De hecho, existen ya nuevos proyectos en desarrollo en los que están implicadas empresas como Airbus o incluso la NASA. No obstante, todavía es pronto para vislumbrar el futuro de los aviones supersónicos. Aunque de eso hablaremos en otro momento.