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Los atentados de Bruselas están empezando a dejar, más allá de todas las muertes y los heridos, sus primeras consecuencias. Consecuencias en forma de reacciones de representantes políticos, que apuntan de forma unánime a una mayor represión y contundencia en la lucha antiterrorista. En la calle, la consecuencia más inmediata es el miedo.

Miedo a subir a un avión, esperar en el andén de una estación de tren o ir a trabajar cada mañana y que nos pueda suceder lo mismo, especialmente para quien se suele mover en grandes ciudades europeas en este caso, o utiliza el transporte público o viaja en avión de forma habitual.

Más allá de las víctimas físicas, un atentado deja una enorme cantidad de víctimas en la sociedad, víctimas del impacto psicológico del terrorismo; puede afectar a toda la poblaciónEl miedo que deja el terrorismo va más allá: si no es a nosotros, miedo a que a cualquiera de nuestros seres queridos sufra un atentado. Es lo que nos explica el psicólogo Eparquio Delgado, que si bien deja claro que sobre psicología del terrorismo se manejan muchas más hipótesis que estudios, ya que hay muy pocos y son muy complicados de realizar, sí desvela algunas claves, ya que "los pocos estudios que hay al respecto son coherentes con otros estudios sobre el comportamiento de las personas en determinadas situaciones".

Según Eparquio, el terrorismo, por definición, busca generar un impacto psicológico, ya que el número de víctimas que deja es mucho mayor que el de las víctimas fallecidas o heridas en un atentado. "Afecta a toda la población, ya que puede infundir un miedo, especialmente para quien está más cerca del suceso o para quien es más vulnerable y lo observa".

No obstante, esta situación se revierte con el paso del tiempo, ya que tras los atentados del 11-S, en 2001, hubo estudios que confirmaron que la inmensa mayoría de las víctimas dejó de presentar los síntomas del estrés postraumático seis meses después del atentado.

"Los seres humanos tenemos una capacidad enorme para adaptarnos a las situaciones". Ahí también entra el concepto de la memoria episódica, el mecanismo responsable de que revivamos de forma nítida los sucesos que han provocado un fuerte impacto emocional en nuestra mente, como los atentados terroristas.

¿Y ahora qué?

Estación de Atocha, en Madrid. Lugar de los atentados del 11 de marzo de 2004. Shutterstock.
Estación de Atocha, en Madrid. Lugar de los atentados del 11 de marzo de 2004. Shutterstock.

Sobre el miedo a subir a un avión, a pisar una estación de tren importante, a caminar por la calle de una capital europea que puede crecer en quienes observan atentados como el de Bruselas, Eparquio afirma que "no hay forma de quitarse ese miedo ya que el miedo no se escoge, simplemente aparece de forma automática ante ciertas situaciones de forma distinta, según variables de personalidad, contexto, etc. Esto ocurre pese a que el miedo juega a favor de los terroristas, ya que actúa en su beneficio.

"No podemos escoger tener o no tener miedo, pero sí podemos racionalizar la situación y convertir el miedo en un temor más aceptable"Lo que sí se puede hacer es racionalizar la situación y valorar el riesgo real, y así convertir ese miedo en un temor mucho más aceptable para nosotros mismos". No es una cuestión trivial, el terrorismo supone aproximadamente un 0,00058% de las muertes en el mundo según los datos de la OMS.

En otras palabras, es muchísimo más probable morir en un accidente de tráfico, un homicidio, un incendio o ahogados que en un ataque terrorista; pero la exposición y magnitud trágica de estos atentados nos hacen más vulnerables a sentir miedo frente a ellos.

De todas formas, estos miedos duran poco, "igual que duró poco tras los atentados de París o igual que nos dura poco la indignación al ver a un niño ahogado en Lesbos". Además, que los gobiernos apuesten por intensificar las medidas de seguridad es algo que, en el contexto de un trágico atentado terrorista reciente, es mucho más probable que nos parezca bien, algo que ya vimos en un estudio diez años después del 11-S realizado por la Asociación Americana de Psicología.

Para Eparquio, las consecuencias políticas irán en efecto en una línea represiva, de forma similar a como fueron en Francia tras los atentados de París en noviembre de 2015, pero son sin duda ineficaces, como dijo recientemente Snowden en su entrevista, ya que las medidas represivas no actúan sobre las causas del terrorismo.

"Perder tanta libertad no nos ha servido de nada". En opinión de Eparquio, lo importante es repensar por qué se produce el proceso de radicalización de un niño que al crecer se convierte en terrorista, a veces kamikaze; por qué dan ese paso para actuar en atentados. Pero eso "supone intervenir, trabajar en reducir la desigualdad y las causas que suponen que una persona acabe inmolándose o atentando".

Las decisiones al calor de un suceso trágico

François Hollande, presidente de la República Francesa.
François Hollande, presidente de la República Francesa.

Entre 1992 y 1993 tuvo lugar el crimen de Alcàsser y todas sus revelaciones posteriores. Al calor de aquel crimen y todas sus multitudinarias manifestaciones, llenas de ira y sed de venganza, aquel pueblo valenciano y a la postre España entera acabó sumergiéndose en un espinoso debate: la pena de muerte encontró en este crimen el mejor germen para sus defensores, así como la cadena perpetua.

Tras un suceso trágico y mediático como este crimen, o como cualquier atentado terrorista dentro de nuestras fronteras (las españolas, las europeas, etc), es peligroso empujarse a la toma de decisiones como esta. De la misma forma que nunca suele ser bueno tomar decisiones en caliente. En el caso de los atentados de Bruselas, las primeras reacciones de los responsables políticos europeos, con Bélgica y Francia a la cabeza, van hacia esas mencionadas medidas represivas.

Contundencia, firmeza, fuerza o determinación son términos que se suelen usar para describir a la reacción política tras un suceso como el de hoy. Y uno se pregunta si no terminará ocurriendo como con la pena de muerte en Estados Unidos, que más allá de sus implicaciones éticas y morales, no ha servido históricamente para combatir el crimen. O como con la pena de muerte en un crimen mediático como el de Alcàsser, que encontró en este su mejor aliado en la opinión pública. Y la opinión pública es la que acaba votando, o no, a los gobiernos que deben decidir cómo actuar. Gobiernos que quizás actúan con "contundencia, firmeza, fuerza o determinación" más movidos por la presión de la opinión pública que determinará que sigan o no en el cargo, que por la convicción real de que esa actuación sirva para frenar el terrorismo. Complicado. En cualquier caso, como comentaba Eparquio, haría falta ir más allá y repensar las causas del terrorismo para luchar contra ellas de raíz: cuando no se tiene nada que perder es mucho más fácil caer en un grupo terrorista.

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