El increíble potencial y plasticidad de nuestro cerebro es la base de que podamos hacer cosas sensacionales, como aprender nuevas habilidades, sostener discusiones con otras personas, sentir hambre, sueño o cansancio, o enamorarnos. Pero en el centro de todas nuestras otras habilidades mentales está nuestra memoria, nuestra capacidad de establecer un hilo conductor que nos permita reconocer a otros y generar un sentido de la **identidad: si no podemos recordar nada, perdemos incluso la capacidad de saber quiénes somos y nuestra posición en el mundo. Por eso nuestra memoria es tan importante: es el foco desde el cual podemos desarrollar el resto de nuestras actividades intelectuales.
Una buena memoria depende de la salud de tu cerebro, y si bien puede que exista una cierta propensión o facilidad innata que algunas personas poseen y otras no, la realidad es que hay muchísimas cosas que puedes hacer para mejorar tu memoria y en general, tu desempeño mental, sin importar tu edad o tus condiciones previas**. El cerebro humano tiene la capacidad de adaptarse y cambiar, lo que se conoce como neuroplasticidad, y con los cuidados y estímulos apropiados, podemos crear nuevos circuitos neuronales e incluso alterar las que ya poseemos.
Ejercita tu cerebro
Los circuitos neuronales son como un camino que recorremos una y otra vez, y que nos aprendemos mejor cada vez que volvemos a recorrerlo. **En ocasiones, conviene tomar un camino distinto, para forzar a nuestro cerebro a aprender cosas nuevas, en vez de confiar en los mismos viejos hábitos de siempre. Llevar a cabo actividades nuevas, que estén fuera de nuestra zona de confort, puede estimular nuestros cerebros en formas a las que no estamos acostumbrados. Las mejores actividades para estimular nuestro cerebro requieren nuestra atención absoluta y enfocada, requieren esfuerzo mental y retan nuestras capacidades. Busca nuevas actividades que puedas comenzar a un nivel lo suficientemente fácil para que puedas hacerlo, pero no tan fáciles que no representen un reto. Cuando empieces a sentirte cómodo en un nivel, es hora de aumentar la dificultad. Aprender a tocar un nuevo instrumento, estudiar un nuevo idioma, o aprender un baile o un deporte que nunca hayas practicado, pueden ser actividades que te ayuden a mejorar tu memoria.
Aunado a esto, participar en actividades que tengan un sentido contrarresta los efectos del estrés y reduce el riesgo de sufrir de demencia senil,** y si además de ello son actividades que te permiten establecer relaciones sociales, o llevarse a cabo con otras personas, esto contribuye a tu salud emocional, lo que a su vez protege tu cerebro. Pero recuerda: debe tratarse de una actividad capaz de apasionarte, estimularte y contener tu atención por un periodo prolongado.
Muévete
Un estudio del año 2010 llevado a cabo con monos reveló que el ejercicio regular ayudaba a los primates a aprender nuevas habilidades dos veces más rápido que aquellos que no se ejercitaban. El ejercicio físico incrementa el flujo de oxígeno a tu cerebro, y reduce el riesgo de sufrir enfermedades como diabetes, trastornos cardiovasculares y depresión, condiciones que a su vez llevan a la pérdida de memoria. Por si fuera poco, el ejercicio estimula el crecimiento y creación de nuevos circuitos neuronales, promoviendo así la neuroplasticidad del cerebro. En particular, deberías elegir ejercicios que incrementen tu ritmo cardíaco, prefiriendo de esta manera ejercicios aeróbicos. Las actividades que requieran coordinación entre el ojo y la mano pueden ser de mayor beneficio para la memoria.
Ríe
**La risa activa diversas áreas del cerebro de manera simultánea, funcionando de ese modo como un pequeño ejercicio para el cerebro**, y ayuda a las personas a crear nuevos circuitos neuronales. Entre las áreas que activa, además, están aquellas que son vitales para la creatividad y la asociación de ideas, lo que no sólo puede incrementar tu capacidad para ciertas actividades, sino que te ayuda a anclar nuevos recuerdos, al hacer más natural la capacidad de asociar nueva información con otra información preexistente en tu memoria a largo plazo. Pasar tiempo con gente divertida, ver comedias en lugar de dramas, y en general adoptar una actitud más desparpajada ante la vida puede ayudarte a reír con mayor frecuencia.
Aliméntate bien
Comer más frutas y vegetales, incluir ácidos grados omega-3 en tu alimentación, tomar té verde e incluir un poco de vino en tu dieta puede ayudarte a reducir el riesgo de sufrir Alzheimer y a incrementar tu energía mental. Las dietas altas en carbohidratos simples pueden incrementar el riesgo de sufrir deterioro cognitivo en la edad adulta. Elige carbohidratos complejos, como pan o arroz integral, avena o granos.
Minimiza tu estrés
**El estrés crónico destruye células cerebrales y puede dañar el hipocampo, que es la región del cerebro donde se concentra la formación de nuevos recuerdos y la recuperación de recuerdos antiguos. Reducir el estrés en tu vida, recurriendo a prácticas como la meditación, puede ayudarte a contrarrestar una serie de enfermedades, que van desde la hipertensión y la diabetes hasta la depresión y la ansiedad crónica, pero además, la meditación incrementa la actividad en la corteza prefrontal izquierda del cerebro e incrementa el grosor de la corteza cerebral, fortaleciendo de esta manera tu agilidad mental y tu memoria.
Por último, presta atención a lo que te rodea. En el libro "Moonwalking with Einstein", Joshua Foer señala que captar características visuales y utilizarlas para anclar nuestros recuerdos a la memoria de largo plazo es el truco para no olvidar con facilidad. Por ejemplo, si recordamos que la persona que nos acaban de presentar tiene cabello rojo y alborotado, o una nariz grande, hay más probabilidades de que podamos separar ese recuerdo de otros millones de recuerdos que tenemos amontonados en el cerebro. (Como nota marginal, el libro en cuestión habla sobre cómo crear un palacio de memoria, y lo recomiendo mucho). En ocasiones olvidamos por la sencilla razón de que los recuerdos nunca se anclaron bien a nuestra memoria**: procesar una pieza de información requiere alrededor de ocho segundos de concentración; si estamos distraídos, no llegamos a dedicarle esos ocho segundos a nada de lo que pasa por delante de nuestros ojos. Intenta relacionar la información que recibes a los sentidos: colores, texturas, olores, sabores. Simplemente estar presente puede ser una gran ayuda para empezar a recordar mejor.