Durante mucho tiempo, el concepto de "cociente" o "coeficiente intelectual" ha sido usado como un estándar de medición de qué tan **inteligente es una determinada persona. Incluso, se han establecido clubes para las élites de la inteligencia, como la célebre Mensa, una sociedad para la gente que puntúa en el 98% superior de un test estandarizado. Sin embargo, un estudio del año 2012, llevado a cabo por los científicos Adrian M. Owen, Adam Hampshire y Roger Highfield, señala que estas pruebas son engañosas, ya que miden aspectos muy específicos de la capacidad cognitiva que no abarcan por completo la inteligencia ni habilidades de una persona dada.

La investigación de Owen, Hampshire y Highfield demostró que diferentes partes del cerebro son usadas para diferentes procesos del pensamiento**, en razón de lo cual se requerirían pruebas separadas de memoria, habilidades de razonamiento y habilidades verbales para medir la inteligencia de alguien.

El sesgo de la toma de pruebas

La investigación también arrojó que aunque jugar de manera habitual juegos de entrenamiento cerebral no tenía efecto en el desempeño de un individuo, **jugar videojuegos sí ayudaba a puntuar más alto en las pruebas de memoria a corto plazo y de razonamiento. Los fumadores, así como las personas que sufrían de ansiedad crónica, se desempeñaban significativamente peor y de manera consistente en las distintas pruebas aplicadas.

Esto, no obstante, no significa necesariamente que quienes juegan videojuegos posean mejor memoria a corto plazo en escenarios de la vida real. Una de las críticas más comunes a los tests de inteligencia tradicionales se refiere a la diferencia que puede generar la condición de habituación con ciertas condiciones, por ejemplo, la facilidad que representa que una persona esté habituada a contextos de pruebas o a un tipo de pregunta determinada**, facilidad que puede venir dada, por ejemplo, por una educación universitaria.

coeficiente intelectual
Cosmic brain por Gemma Bou, bajo licencia CC BY NC ND 2.0.

Adicionalmente a esto, existen investigaciones que señalan que las pruebas de coeficiente intelectual tradicionales podrían estar sesgadas hacia ciertos grupos raciales o culturales. Es en extremo difícil desarrollar una prueba que mida la inteligencia sin introducir sesgos culturales; diversos intentos han incluido eliminar el lenguaje y diseñar pruebas con demostraciones e imágenes. Muchos investigadores alegan que tal cosa simplemente no es posible, y que en lugar de intentar desarrollar pruebas sin sesgo deberíamos intentar desarrollar pruebas justas. El sesgo cultural, por otra parte, es difícil de detectar y de medir, para empezar porque las personas que lo introducen no están conscientes y se les hace difícil apreciar las desventajas para otros, ya que no son víctimas de éstas.

Sea como sea, actualmente se acepta como un hecho que la complejidad del cerebro humano hace imposible medir sus capacidades de acuerdo con un parámetro único. Una persona determinada puede tener extraordinaria memoria, pero pobre capacidad de razonamiento, mientras que otra puede ser excelente en los **idiomas pero tener una memoria pésima para todo lo demás.

En este sentido, Owen, Hampshire y Highfield desarrollaron un nuevo test, que toma alrededor de 30 minutos y contiene doce pruebas diferentes que evalúan la memoria, el razonamiento, la capacidad de atención y de planificación entre otras habilidades. Esta prueba puede ser tomada en línea, y los científicos consideran que constituye una medición más completa del rango de habilidades cognitivas que puede poseer una persona, y que la única posibilidad de medición real debe incluir al menos tres tipos diferentes de inteligencia. La prueba, sin embargo, comienza de antemano con un sesgo cultural: únicamente está disponible en inglés.**