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Jiri Hera | Shutterstock

Según la RAE, la nostalgia es una “tristeza melancólica originada por el recuerdo de una dicha perdida”. El pasado es un gran arma, y a pesar de que el Carpe diem o Tempus fugit nos invitan a aprovechar el presente, es difícil hacer frente al poder de los recuerdos. Debido a su cualidad de inmortalizar la realidad, la fotografía es también culpable de evocar lejanos momentos sin diferenciar entre el valor positivo o negativo de éstos.

Sin embargo, existe una vertiente concreta de la fotografía, la analógica, que resulta ser la mayor expresión de la nostalgia. Al apretar el disparador, la luz atraviesa la lente que filtrarán las aspas y la cortinilla de obturación para posteriormente incidir en el negativo. No existe pantalla para revisar la foto, y volver a repetirla implicaría gastar uno de los 24 disparos disponibles en el carrete. Esa es la razón por la que, incluso hoy en día, existen muchos fans acérrimos de la fotografía en su esencia más puritana: por lo únicas e irrepetibles que son aquellas imágenes.

Bartosz Budrewicz | Shutterstock
Bartosz Budrewicz | Shutterstock

No obstante, recurrir a la nostalgia también puede ser perjudicial, ya que podemos divinizar recuerdos que quizá no merezcan tal reputación. Esto también puede pasar con la fotografía analógica, la cual puede ser defendida por el mero hecho de ser un sistema vintage y poco convencional. Pero es imposible albergar tal necesidad de anhelo si ese recuerdo no forma parte del pasado, ya que no se puede echar de menos algo que no se ha vivido.

Por suerte o desgracia, yo formo parte de aquel grupo de personas nacidas en la década de los 90 que han vivido el paso de lo analógico a lo digital. Por ello, mi experiencia con cámaras de carrete es bastante escasa, lo único que experimenté fue manejar alguna que otra cámara desechable, esas que vendían en máquinas expendedoras como si latas de refresco se tratase. Así, siempre he leído cómo muchos fotógrafos continúan venerando el método químico en lugar del basado en impulsos eléctricos. Ante determinados argumentos, siempre tenía una pregunta basada en mi inexperiencia:

- “El grano de la película tiene más encanto”, ¿es ese “encanto” apreciable o una simple divinización?

- “Controlas más el disparo”, pero eso también puede pasar ahora, ¿es cierto que la fotografía analógica incita a ello?

- “Hay más emoción”, también me puedo sentir emocionado cuando llego a casa y conecto la tarjeta SD ¯_(ツ)_/¯

- “Tiene más ventajas”, pero el tamaño ya se imita con los sensores full frame y el rango dinámico ya se encuentra a la altura de las mejores películas.

- ”Es un reto mayor”, es cierto que la fotografía se ha democratizado en muchos aspectos, entre los que podemos señalar los técnicos. Pero, ¿tanta diferencia existe con un modo manual?

- Y la más importante: aun reconociendo que la fotografía analógica aporta algo diferente ¿merece la pena todo lo que conlleva? (carretes, revelado, limitaciones… etc.).

Para responder todas esas cuestiones, la mejor manera era vivir la propia experiencia de utilizar un dispositivo con tales características. Por ello, durante un viaje de unos 9 días, la única cámara que me acompañaría sería una analógica, con todas las consecuencias negativas o positivas que ello conlleva. También tenía mi smartphone, pero si quería capturar algo con relativa calidad, tenía que utilizar aquella cámara. Con esas premisas, comenzaba mi experimento.

El equipo

Teniendo en cuenta que la fotografía analógica también es anacrónica, eso también nos afectará a la hora de encontrar carretes o un buen servicio de revelado. Si además tampoco tenemos cámara, lo habitual suele ser recurrir a Ebay e intentar encontrar una de segunda mano o acudir al desván y rebuscar entre las telarañas.

Canon TLb

Créditos: oldtownpaul
Créditos: oldtownpaul

La elección de la Canon TLb no tiene nada de especial, simplemente era la que tenía un amigo y pudo dejármela durante esos días. No puse demasiado empeño en buscar una mucho más especial, ya que mi interés era el de experimentar la fotografía analógica más habitual. Por ello, la Canon TLb parecía la cámara más indicada: fue un éxito de ventas en su época, posee un cuerpo totalmente metálico y sus dimensiones no son demasiado elevadas como para que ésta sea transportada.

Eso sí, el usar esta cámara también provocaba que aceptase ciertos hándicaps. De entrada, el visor no se encontraba en las mejores condiciones, un problema que obviamente dificultaría la tarea de enfocar una escena. Asimismo, no pensé en renovar la pila que debía utilizar para lograr que el fotómetro funcionase, aunque tampoco tenía muchas esperanzas en que este continuase haciéndolo.

Respecto a la lente, se trató de una Canon zoom lens FD 35-70mm con una apertura de 3.5-4.5. Tampoco es una maravilla, pero el rango focal que ofrece parecía ser suficiente para el tipo de fotografía que iba a hacer.

Fujifilm superia x-tra

HOMONSTOCK | Shutterstock
HOMONSTOCK | Shutterstock

En principio mi idea era la de utilizar un solo carrete, pero teniendo en cuenta que la iba a usar durante 9 días y que probablemente algunas fotos no tendrían el mejor de los resultados, finalmente opté por adquirir dos de ellos. La marca de éstos fue Fujifilm superia x-tra, los cuales tenían una sensibilidad de 400 y 24 disparos cada uno (obvio). Pensaba que con una sensibilidad de 400 podría contrarrestar la falta de luz en las escenas nocturnas y obtener ese grano de película que tanto alaban los fans de lo analógico.

Experiencia de uso

El hecho de que muchas cámaras actuales, como la Fujifilm X30, imiten en su diseño a las analógicas, es algo que revela cómo el diseño de aquellos tiempos incluso sigue siendo actual. Y es cierto, mentiría si no aceptara que la Canon TLb es un dispositivo bonito y que gusta lucir. Los detalles en metálico, la disposición de la botonera y la palanca de arrastre, incluso la tipografía de Canon, son elementos que provocan el amor a primera vista. Eso sí, con un peso de 680 gramos, no se trata precisamente de una cámara ligera.

Se cumple la regla de que lo elegante no puede ser cómodo

No obstante, parece que en esta ocasión se cumple la regla de que lo elegante no puede ser cómodo. No hay problemas para sostener la Canon TLb y hacer una foto, pero sí cuando queremos transportarla con nosotros. Además, no tiene grip, por lo que se hace imposible llevarla sin tener una bolsa donde depositarla o una correa para colgarla del cuello (aunque de ser así recordaremos los 680 gramos que mencioné antes).

Tras sostenerla durante un tiempo, empezaremos a maldecir las bonitas esquinas metalizadas que antes admirábamos, las cuales ahora se clavan sin ningún pudor en nuestra mano.

Haciendo fotos

Vadim Georgiev | Shutterstock
Vadim Georgiev | Shutterstock

Sí, se piensa más el disparo. Cada foto realizada era una menos en el carrete y eso obliga a dosificar la cantidad de momentos que quieres capturar con la cámara. Por lo tanto, no solo se intentan elegir las escenas más adecuadas, sino que también se pone especial empeño en que éstas luzcan de la mejor forma posible.

Por otro lado, no tener fotómetro es algo que todavía aumenta más la intriga, aunque también incrementa la probabilidad de que los resultados sean desfavorables. Asimismo, el visor ayudaba a aumentar la dificultad de tener una foto nítida. En muchas ocasiones, tuve que guiarme la distancia a la que estaba el objeto y en función de ésta girar el anillo de enfoque hasta la posición adecuada. Bendito autofocus.

Con una analógica, hacer fotos se convierte en todo un ritual. Me sentía como conduciendo un Seat 600 después de acostumbrarme a todas las comodidades de un Volkswagen Passat. No tenía dirección asistida y había que patalear el embrague para encajar una marcha. Sin embargo, consideraba que era yo quien manejaba al coche y no que era éste quien me dirigía a mí.

Cada vez que presionaba el disparador, aquello era música para los oídos. Además, aunque parezca una tontería, había cierto encanto en tener que tirar de la palanca de arrastre tras capturar una imagen. Es algo difícil de explicar, pero tenía la sensación de que la foto no estaba totalmente hecha hasta que escuchaba el sonido propio de arrastrar el carrete.

Resultados

Foto analogica 1

De entrada, debemos tener en cuenta que estoy valorando los resultados tomando como base las imágenes digitalizadas del negativo, por lo que también influye la calidad de ese escáner a la hora de realizar dicho proceso.
Ya sea por enfoque o por subexposición, 1/3 de las fotos resultantes deberían ir directamente a la basura. Para mí, teniendo en cuenta las limitaciones que más arriba mencioné, me parece una cifra positiva.

Sorprendentemente, la luz captada en muchas imágenes reflejó una exposición correcta. Con el enfoque no fue tan fácil, e incluso en las imágenes con una luz adecuada he pecado de no ajustarlo correctamente. Quizá es porque también me he habituado a enorme definición de las imágenes digitales, pero en algunas instantáneas no se llega a apreciar una total nitidez.

Es más difícil conseguir una foto apta, pero porque el sistema también es diferente. Nos hemos acomodado demasiado a ayudas como el autofocus focus peaking, sistemas de estabilización… etc. Respondiendo a algunas de las preguntas planteadas al principio: sí, existe un aura mágica que rodea todo aquello relacionado con el mundo analógico. Esto abarca el grano de la película, el cual es apreciable es mucho más agradable que el ruido generado con alta ISO electrónica; o el control del disparo, las limitaciones también nos incitan a encontrar nuevas formas de experimentar y buscar el ángulo perfecto para esa imagen. No vale verla y reintentarla.

Fatídico intento de larga exposición sin trípode y sin exposímetro.
Fatídico intento de larga exposición sin trípode y sin exposímetro.

Asimismo, la emoción de ir a buscar las fotos reveladas es inigualable, te llegas a sentir como un niño en Navidad esperando a abrir un regalo. Cuando por fin las ves, recuerdas todos aquellos momentos que hace varias semanas viviste y despejas las dudas sobre los resultados de las capturas.

Entonces, ¿merece la pena? Creo que sí. Todo aficionado a la fotografía debería probarlo y descubrir qué supone abandonar muchas de las comodidades a las que ya nos hemos acostumbrado. Es, en definitiva, otra forma diferente de captar imágenes. No obstante, la fotografía digital es la evolución natural de este sector y, como es obvio, un dispositivo actual otorga más ventajas que el de hace 40 años. Del mismo modo que un aficionado a la conducción tendría interés por probar un Seat 600, una persona interesada en el mundo de las imágenes podría sentirse atraído por probar una jornada con la Canon TLb. Eso sí, mi coche habitual no sería el Seat, sino el Volkswagen Passat.