En cuestiones médicas, es de gran importancia hacerle comprender a las personas que, en primer lugar, no hay distintas medicinas; no tenemos “la medicina oficial” y “la medicina alternativa” ni “la medicina occidental” y “la medicina oriental”; sólo hay una: la medicina verdaderamente científica, es decir, aquella que es capaz de demostrar su certeza una y otra vez en estudios rigurosos y que se ajusta y mejora con el tiempo; y todo lo demás, sencillamente, no es ciencia ni medicina. Y en segundo lugar, que **el hecho de que algo sea antiguo, de toda la vida, es un argumento en suNo tenemos la medicina oficial y la alternativa ni la occidental y la oriental; sólo hay una: la medicina verdaderamente científica
contra cuando tratamos cuestiones de conocimiento**. El tiempo que una práctica o tratamiento médico tenga, en verdad, es irrelevante para determinar lo eficiente que sea pero, dado que el progreso científico va hacia adelante, es lógico pensar que los últimos descubrimientos, incluso para determinar lo pseudocientífico, son más fiables que las ideas y los métodos con solera.
Se dice que la acupuntura lleva utilizándose en la mal llamada “medicina tradicional china” varios milenios, pero lo cierto es que no hay evidencias arqueológicas de que se usara en China antes del año 198 antes de Cristo, y fue durante la dinastía Ming, entre 1364 y 1644, cuando se publicó el primer gran tratado en el que se basa la acupuntura moderna. En cualquier caso, es el ejemplo perfecto de una pseudociencia médica en los aspectos que he comentado más arriba. Comprobemos por qué.
Restaurando el equilibrio de una energía que no existe
La acupuntura consiste en la aplicación de agujas en unos puntos específicos del cuerpo llamados meridianos para, según sus defensores, practicantes y alegres víctimas, restaurar el equilibrio de la misteriosa energía vital, o chi, cuyas alteraciones consideran las causantes de los dolores y las enfermedades, es decir, que estas sobrevienen si el chi no fluye como debe por toda la anatomía. Y aunque estas personas hablan poco de ello, podemos encontrar multitud de variantes de este falso tratamiento en el mundo, que utilizan agujas diferentes, de forma distinta y las aplican a otros meridianos. En la acupuntura auricular, por ejemplo, uno puede tropezarse con estos últimos sólo en las orejas, lo que a uno le lleva a preguntarse si, en caso de que alguien sufra la amputación de ambos apéndices, ya carecería de meridianos o de energía vital. Y también existe la electroacupuntura, en la que se emplea electricidad a parejas de agujas y así, dicen los que lo dicen, se incrementan los beneficios para la salud de la acupuntura tradicional.
Por supuesto y para empezar, nadie ha sido capaz de demostrar la existencia tanto del mencionado chi como de sus meridianos, y eso que hablan de él en otros pseudotratamientos como el reiki, la magnetoterapia y la digitopuntura o shiatsu. Aunque tampoco es de extrañar, porque **el concepto viene de la mano de creencias Esta pseudoterapia se ideó mucho antes de que se implantara la medicina basada en la evidencia y hasta de que conociéramos la existencia de virus y bacterias
espirituales como el budismo o el taoísmo, en prácticas como el taichí, el yoga e incluso el budo, relacionándolo con la perspectiva del yin y el yang, la de la dualidad universal de fuerzas contrapuestas, un reduccionismo propio del pensamiento antiguo y mucho más simple y simplista que las desarrolladas por el pensamiento filosófico occidental contemporáneo.
Pero no sólo eso, sino que, además, esta idea de la dinámica de la salud y la enfermedad es una antigualla que choca frontalmente con todo lo que sabemos con certeza gracias a la medicina de verdad. Por poner un solo ejemplo y sencillo, la acción de los virus y las bacterias no se tienen en cuenta en la acupuntura, lo cual es lógico: esta pseudoterapia se ideó mucho antes de que se implantara la medicina basada en la evidencia y hasta de que conociéramos la existencia de estos microorganismos.
Los estudios son tozudos sobre la acupuntura: no funciona
Naturalmente, todas las consideraciones anteriores, de puro sentido común, no son suficientes si queremos abordar la cuestión de si la acupuntura es eficaz o no lo es con rigor; son necesarios estudios concienzudos con la debida metodología científica, de los que ya se han hecho unos cuantos. ¿El resultado de todos ellos? La confirmación de que la acupuntura no funciona más allá del temporal efecto placebo, sólo con el pequeño porcentaje de la población susceptible de sucumbir a este efecto y nunca para curar o atemperar enfermedades ni dolencias crónicas, es decir, no sirve ni como terapia única ni como el cacareado complemento a los tratamientos de la medicina verdaderamente científica**.
La efectividad de la acupuntura para combatir diversos dolores fue analizada en 13 ensayos clínicos, y se llegó a la conclusión de que no existía ninguna diferencia significativa entre cualquier estilo de acupuntura real y la acupuntura “placebo”, es decir, en esta última, las agujas no llegaban a penetrar en la piel ni estas se aplicaban en los meridianos, y los resultados en los pacientes de ambas eran similares. Además y como es lógico, la efectividad de la acupuntura se ha puesto a prueba para tratar problemas concretos, y no sirve, por ejemplo, para tratar las náuseas, ni los sofocos, ni el reumatismo ni el dolor de enfermos de cáncer, o el crónico de rodilla.
Para Harriet Hall, experta en pseudomedicina, “es importante La acupuntura no sólo no funciona, sino que puede menoscabar tu salud e incluso matarte
destacar que, cuando una terapia es en verdad efectiva, los estudios tienden a producir resultados más convincentes a medida que pasa el tiempo y se acumula el peso de la evidencia. Cuando un tratamiento es estudiado durante décadas y la evidencia sigue siendo inconsistente, se vuelve más y más probable que no sea realmente eficaz. Éste parece ser el caso de la acupuntura. De hecho, en su conjunto, la evidencia publicada (y científicamente rigurosa) lleva a la conclusión de que la acupuntura no es más eficaz que el placebo”.
Pero no sólo eso, sino que, además, la acupuntura puede acarrear problemas de salud y hasta causar la muerte. Los perjuicios más comunes son las infecciones, el neumotórax, la hemorragia subaracnoidea, el síncope y el taponamiento cardiaco, pero también se dan casos de lesiones medulares y tromboflebitis, por ejemplo. Y, para hacernos una idea del alcance de estos perjuicios, resulta que un estudio del año 1986 probó que 9% de los neumotórax que las mujeres sufrían al año en Japón se debían a la acupuntura, y otro de 2012 evidenció que los daños tras un tratamiento de esta pseudoterapia son bastante frecuentes en ese país.
Uno de los casos más sonados del mal que ocasiona esta pseudoterapia fue el de la yudoca olímpica Kim Ribble-Orr, que se sometió a una sesión para mitigar los fuertes dolores de cabeza que padecía, y acabó en urgencias con un colapso pulmonar porque el acupuntor le había perforado la pleura: ahora, uno de sus pulmones sólo funciona al 55%, y por ello se vio obligada a abandonar el deporte y la idea de entrar en el cuerpo de policía de Canadá, ya que incluso se siente exhausta al subir unas simples escaleras.
Además, al menos 86 personas han muerto tras una sesión de acupuntura en los últimos 45 años según Edzard Ernst, médico, investigador especializado en medicina complementaria y alternativa y profesor en la Universidad de Exeter (Reino Unido), que además opina que estos fallecimientos registrados pueden ser sólo la punta del iceberg. No hace falta ser un genio para comprender que, si una terapia, no sólo no funciona, sino que puede menoscabar tu salud e incluso matarte, es mejor rechazarla y, por el bien de todos, cargar contra ella públicamente. Así que acupuntura, no, gracias; no hay que dejarla crecer.