Que la Blizzard de los últimos tiempos es una Blizzard diferente a la de antaño no es ningún secreto. La compañía sigue fiel a ciertos dogmas que ha seguido desde sus inicios y que la han aupado a lo más alto de la industria pero ha sabido ver qué es lo que necesitaba el mercado.

Hearthstone es un gran ejemplo. Un pequeño juego nacido como un experimento que pensaba integrarse dentro de World of Warcraft y que hoy por hoy cuenta con más de 30 millones de usuarios registrados y es uno de los títulos más jugados de la actualidad. Además, claro, es un acertado primer paso en el terreno del free2play.

A su vez, siguiendo este modelo de negocio en auge y intentando hacerse su hueco en el género de moda, los MOBA, llegó Heroes of the Storm. De nuevo, con unos valores de producción y unos tiempos de desarrollo “made in Blizzard”, el objetivo no era imitar si no tomar unas bases y buscar una identidad propia y diferenciada. Aún falta mucho para calificar de éxito o fracaso este nuevo proyecto (entró en beta abierta hace menos de una semana) pero no podemos decir que no haya levantado revuelo y creado repercusión durante los últimos meses.

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Y entonces, en medio de la infinidad de peticiones de una nueva IP (pese a que Hearthstone y HoS son nuevas sagas, los personajes y universos utilizados son de sobra conocidos) llegó Overwatch. Pasado el revuelo tras la cancelación de Titan, el MMO de la compañía llamado a suceder al ya mítico World of Warcraft, la Blizzcon pasada fue el escenario elegido para revelar la existencia del primer FPS de la historia de la compañía.

La presentación de Overwatch vino acompañada de una cinemática marca de la casa. Espectacular

En el momento del anuncio de Hearthstone, Blizzard llevaba alrededor de 17 años trabajando en torno a sus tres grandes franquicias (World of Warcraft, Diablo y Starcraft) y desde 2013 han sido tres los nuevos juegos anunciados. Es sumamente evidente este cambio de aires que, si atendemos a la repercusión mediática y a las opiniones de los usuarios, no hace más que mejorar una ya de por sí elevada tasa de popularidad y aceptación de la marca.

Pero si volvemos a Overwatch, encontramos un ejemplo de conducta. Tras alrededor de siete años trabajando en un proyecto en el que se había invertido una ingente cantidad de dinero, el utilizar parte de ese universo y esos personajes para realizar algo radicalmente distinto es algo más que loable. Y si nos atenemos a lo mostrado, parece que hablamos de un movimiento atinado.
Por desgracia, faltan todavía muchos meses para echarle el guante a Overwatch – se habla de una beta para finales de 2015 – pero el trabajo realizado y mostrado durante este medio año es ejemplar en muchos aspectos.

Overwatch 2

Desde el contacto con jugadores profesionales de Team Fortress 2 en busca de feedback y asesoramiento hasta una labor de promoción alejada de la inmensa mayoría de superproducciones de la industria pasando, claro, por una llamativa presentación y una fortísima y carismática identidad visual. Si una cosa tiene Blizzard, si me preguntáis a mí, son franquicias con personalidad.

El trabajo de promoción durante este medio año está siendo ejemplar

Este FPS plagado de personajes sumamente diferenciados en estética y mecánicas precisaba de un método de promoción como el que se ha seguido: un vídeo de alrededor de dos minutos en el que se deja clara la personalidad y, sobre todo, el estilo de juego de cada uno. Ahora, a esos escuetos vídeos iniciales se les une algo, de nuevo, tan básico como extraño de ver hoy en día a más de un año vista del lanzamiento: partidas completas de cada uno de los personajes.

Así, durante las últimas semanas han sido varios los personajes que hemos podido conocer en profundidad a la vez que se han presentado escenarios y modos de juego. Un modo tan evidente como directo de mostrar qué es lo que tu proyecto tiene que ofrecer. Y, sobre todo, es algo necesario en una nueva propiedad intelectual, por mucho que hablemos de una de las empresas con una base de aficionados más fieles.

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Y es que aún queda cerca el desastre que supuso Diablo III dentro de la propia franquicia y, claro, de la compañía. Desde un lanzamiento plagado de errores y problemas de servidores hasta un planteamiento jugable que dista enormemente del clásico que fue Diablo II. Sin olvidarnos, claro, del polémico comportamiento de Jay Wilson, director original del proyecto. Pese al eficiente trabajo de Josh Mosqueira y su equipo con Reaper of Souls, hablamos de la mayor mancha en el historial de Blizzard.

Es por ello que el miedo del fracaso puede rondar este nuevo proyecto, máxime si hablamos de una nueva IP que no contará con los valores de tradición y nostalgia de otros proyectos como el ya mencionado Diablo III. De eso es pronto para hablar y, de hecho, ni siquiera sabemos el modelo de negocio que seguirá este nuevo proyecto; tocará esperar a la próxima Blizzcon o, con suerte, el PC Gaming Show del E3 para saber algo más. Hasta entonces solo nos queda alabar el trato que Blizzard le está dando a Overwatch.