Curiosamente lo descubrí leyendo la Micromanía, allá por el año 1999. Era el análisis de la tercera aventura gráfica basada en su saga más conocida, Mundodisco. El juego se llamaba Discworld Noir y, según comentaba el autor del análisis en un recuadro anexo, estaba basado en la obra de un tal Terry Pratchett. Decían que era una especie de sátira del Señor de los Anillos y, como acababa de leerme El Hobbit, decidí comprar El Color de la Magia, el primero de la saga.
Por aquel entonces tenía unos 15 años y recuerdo que no podía parar de reírme a cada página que pasaba, me parecía asombroso que un libro consiguiera eso. Todo era absolutamente ridículo desde el principio, una versión absurda del género de fantasía medieval. En estos libros, el mundo es plano y viaja a lomos de cuatro elefantes que, a su vez, van encima de una tortuga gigante llamada Gran A’Tuin.
Las primeras aventuras ocurren en la pestilente ciudad de Ankh-Morpork, cuyo río Ankh se dice que con tan solo una gota puede quitar la vida de un hombre de lo podrido que está. Una ciudad así solo puede dar lugar a personajes como Rincewind, el mago fracasado, que solo ha aprendido un hechizo. O mejor dicho, el hechizo le aprendió a él.
Magia con una luz diferente
Todo empieza cuando Dosflores, primer turista del Mundodisco, contrata a Rincewind como su guía en la ciudad. Es tan turista que incluso trae su propia cámara de fotos, bueno, en realidad es una caja con un demonio que pinta cuadros. Una de las cosas que más quiere hacer Dosflores es conocer a Hrun el bárbaro, uno de sus héroes favoritos, que era prácticamente un intelectual, ya que podía pensar sin mover los labios.
Así, y con la ayuda del Equipaje, un baúl con patas y dientes muy violento, arrancarán en un viaje que los llevará a conocer lugares y personajes de lo más variopintos, aunque mi favorito quizá sea la Muerte. Sí, el clásico esqueleto con capa negra y guadaña, pero en manos de Pratchett más que terror genera la carcajada. Por ejemplo, una vez dijo:
NO LO VEAS COMO 'MORIRSE', dijo Muerte, PIÉNSALO COMO UN IRSE TEMPRANO PARA EVITAR EL TRÁFICO
Recuerdo ir al parque con mis amigos y no poder desprenderme del libro. Supongo que creían que estaba loco, riéndome yo solo. Más adelante, esta sensación se repetiría en el metro, donde es muy difícil aguantar la risa a las 9 de la mañana con todo el tren lleno y en silencio.
Al acabar el primero, no pude esperar a comenzar La Luz Fantástica, que continúa las aventuras de Rincewind y Dosflores, y aquí la cosa se pone seria. Y es que Dosflores es un tipo fenomenalmente peculiar, de hecho, una vez le preguntaron a Rincewind sobre él…
Digamos que si se organizara el caos más completo, el tipo se subiría a una colina bajo una tormenta de truenos, con una armadura de cobre empapada, gritando ‘¡Todos los dioses son unos bastardos!’
Aparecen personajes de la talla de Cohen el Bárbaro, un héroe ya anciano, que aún llevando dentadura postiza lucha con una fuerza inaudita para su edad. Quizá le puedan las viejas costumbres, como una vez que partió a luchar contra un troll para acabar charlando con él sobre los buenos tiempos. ¿Y qué me dices del bibliotecario de la Universidad Invisible, convertido en orangután por accidente mágico? El pobre solo sabe decir Ook.
Se dice que aquí el hombre del sombrero ya había conseguido refinar su arte satírico, granjeándole una fama que le permitiría dedicarse únicamente a escribir. Es realmente fascinante la cantidad y calidad de las obras que siguieron al fenómeno inglés, que acabaría lanzando no solo uno sino dos libros por año en muchas ocasiones.
Brujas, guardias y un orangután
Mundodisco se hacía cada vez menos plano, más complejo y rico en detalles, y yo crecía con él. Me volvía escéptico a medida que iba leyendo, desconfiado de un mundo que creía sostenerse firme sobre unas leyes dogmáticas. Terry Pratchett me llevó de la mano hacia la vida adulta, hilarante sin dejar de ser inteligente.
Las referencias ya no solo pasaban por la fantasía, también tocaba temas más serios como la Igualdad de Derechos. Y así, el siguiente en la lista fue Ritos Iguales, Equal Rites, que suena a Equal Rights, “igualdad de derechos”. Comienza así la subsaga de las brujas, una de las más divertidas en mi opinión. Siempre queriendo respetar la cronología de lanzamientos, me limité a leer uno tras otro en ese orden.
Un hechicero es el octavo hijo de un octavo hijo, pero, ¿qué ocurre si sale niña? ¡Nunca había existido una mujer mago!. En esta novela aparece la primera mujer mago, que aprenderá las artes arcanas de la mano de la bruja más poderosa, Yaya Ceravieja, para salvar al Mundodisco de un inmenso poder que lo amenaza. Yaya no era la típica bruja horrible, de hecho, era muy hermosa y solía decir que:
Lo que pasa es que la brujería no es como ir a la escuela. Primero apruebas el examen y después te pasas muchos años intentando averiguar cómo lo aprobaste. En ese sentido, es similar a la vida.
Tiempos interesantes para leerlo
Luego vendría Mort, otro comienzo de subsaga, en este caso de La Muerte, el personaje que SIEMPRE HABLA EN MAYÚSCULAS. Ésta decide irse a los bares a vivir la vida, irónicamente, y filosofar, dejando a un inexperto Mortimer como su aprendiz, que desata un caos de mucho cuidado. Más adelante continuaría con Rechicero, que retoma la saga de Rincewind, y este no es menos divertido que los demás. A continuación vendrían Brujerías, Pirómides, ¡Guardias! ¡Guardias!, etc. En algún momento salté la cronología de lanzamientos y opté por Dioses Menores, otro que me gustó mucho por su ácida ironía sobre la religión. A partir de ahí dejé un poco de lado la saga, para descansar y retomarla con mayor interés más adelante.
Durante esos años descubrí la ciencia ficción, género que me atrapó para siempre. Pratchett ya no era el único dueño de mi corazón, pero volvía de vez en cuando a sus historias. Tiempo más tarde, con unos 26 años, decidí llevar mi fanatismo por estas grandes obras al siguiente nivel: trasladarlo a mi piel. Mi intención no era solo la de tener algo que me gustase estéticamente, sino que, al preguntarme, la gente sienta curiosidad y se sumerja como yo en estos océanos de ficción. Quizá sintieran esta fascinación algo insana. Y así tengo en mi brazo a Gran A’Tuin, la enorme tortuga que viaja por el cosmos llevando el Mundodisco. Va acompañada de otras representaciones de grandes obras como El Juego de Ender, Dune, Crónicas Marcianas y Yo, Robot, así que imagino que irá contenta.
Aún sigo sin terminar la saga, pero no me preocupo, tengo toda la vida para seguir disfrutando poco a poco de su obra. Quizá los tiempos hayan cambiado, pero el trabajo de Pratchett se me antoja atemporal. Si no has leído nada, no temas empezar ahora, no te agobies por la cantidad de libros que componen la saga. Simplemente empieza por el primero, o por el último, o por uno fuera de la saga. No importa. Solo déjate llevar por sus excelentes frases, su terrible sentido del humor, su siempre amena narrativa. Adiós genio, aquí te llevo.