La primera vez que escuché sobre 50 Shades of Grey fue a través de un amigo que me contestó: es una novela erótica para mujeres, y agregó, para señoras menopáusicas deprimidas. En la primera parte de su descripción me llamó la atención saber que tal cosa estuviera dando tanto de qué hablar. En cambio, su remate, al referirse al público femenino, me hizo saber que estaba frente a esa clase de personas que confunden las etapas sexuales y los problemas psicológicos con adjetivos, y que no dudan en usarlos sobre todo si se trata del género opuesto. Así que pensé que era una descripción pobre sobre la novela y el público.
50 Shades of Grey ha vendido 31 millones de copias en todo el mundo, y los derechos del libro han sido vendidos en 37 países
Con el revuelo posterior a la salida de las siguientes entregas de la trilogía de E.L. James y el anuncio de que sería adaptada al cine, me dio un gusto enorme saber que las mujeres ocupen esos lugares que tradicionalmente hacen los hombres: autores de novelas best-seller mundiales y directores de adaptaciones importantes. Con sus grandes excepciones como J.K. Rowling y Suzanne Collins, claro.
Entonces, quise que mi amigo y todos aquellos envidiosos que expresaban en las redes sociales que era literatura para mujeres insatisfechas sexualmente (dicho así o de forma coloquial) estuvieran equivocados. Opiné que su percepción estaba empañada por la pose intelectualoide ante los best-seller y, lo peor, por matices machistas que no soportan el disfrute de las mujeres o no respetan el derecho que tenemos de expresar nuestra sexualidad, así como consumir obras que hablen de eso y lo lleven por la senda de subirle el tono por puro placer.
"Eres mía"
El peor machismo es el que ejercemos las mujeres. Ese que nos auto proporcionamos llámese por tradición, por inconsciencia, porque creemos que estamos liberándonos y en realidad estamos abonando a esa escuela de voz susurrante (a veces vociferante) que pulula aún en las familias en pleno siglo XXI. “Eres mía”, dice el personaje de Grey a la virginal Anastasia mientras ella se derrite apasionada. Sí, mi curiosidad por el boom de las novelas Grey y lo convencida que estaba de que mi amigo y los demás críticos de ellas estaban equivocados y hablaban sin razón (y por puro despecho), fueron motivo suficiente para abrir los textos de la señora James y ponerme a leer. Así, luego de varios capítulos, Anastasia se derretía mientras yo me daba de topes al leer. Leí el primero, leí el segundo con desgarbo y el tercero, de plano, me leí el resumen y la cosa no parecía mejorar. No lo hace, de hecho.
De veras quería decirles a todos que se trataba de una novela osada, por y para mujeres, que el éxito se debe a su calidad, a su inteligencia, y que el erotismo subido de tono por las prácticas BDSM (es decir Bondage, Disciplina y Sadismo, Masoquismo) era uno que no alcanzaban a entender por las capacidades de su obtusa mente. Incluso *que sus inicios como fanfic* de Twilight no era un impedimento para que fuera una buena novela, (hay fanfics impresionantes de muchos temas). Pero no. Simplemente la misma obra me dejó sin argumentos. Hay un problema serio con el que no puedo: confundir la sumisión sexual consensuada con abuso emocional. Una cosa es un acuerdo basado en la confianza para realizar prácticas BDSM entre las parejas, y otra muy distinta que venga tu pareja y te ponga reglas hasta para comer.
Machismo. Mucho, de ese que me hace avergonzar como congénere de Anastasia, de la autora y todas sus fervientes seguidoras porque lo que hace el personaje de Christian Grey no es un juego pervertido/divertido como pareja, es un manipulador que en la vida real no toleraríamos… o eso espero. ¿Qué tal si el personaje de Christian Grey no* fuera el de un joven magnate guapísimo, que toca el piano, habla francés, con gustos de sommelier*, que sabe pilotar aviones y aeroplanos, con una docena de autos lujosos en el garaje, además de que es filántropo preocupado por el mundo y pueda comprar la empresa en la que trabaja su amada para protegerla (?); y fuera un pelafustán de a pie que le dice a su novia qué comer, la aleja de sus amigos (es más, le fiscaliza a los amigos), celoso, voluble, egocéntrico y asusta a su pareja por sus arranques? Pues sí, ya no suena tan divertido, y, es que, simplemente, no lo es.
Amo y Sumisa
En un momento de la trama, el siempre descrito por Anastasia como “elegante” y “encantador”, Christian, le tiende un contrato que avala el mutuo consentimiento de las prácticas BDSM al que éste mismo describe como “mi mundo”. Frente a la pantalla de cine en la función de la película de 50 Shades of Grey no dejo de pensar que es más bien un contrato que el mismo personaje hace a sus seguidoras de la vida real, que sus lectoras “firman” y entonces tienen que creerle su cuento, aguantar sus arranques, e ignorar el tufo de controlador peligroso a cambio de ruborizarlas con sus seductoras técnicas sexuales, con el plus de agregarle un pasado tormentoso para aquellas mujeres que les gusta ser mamás de sus parejas (con historia de orfandad y todo). Si no “firmas” te perderás el encanto del mundo de Grey.
Avainillada
Hace tiempo, un amigo me invitó a ver el béisbol en su ciudad. Luego de preguntarme si quería ir, se justificó diciendo: resulta un divertido ejercicio antropológico, ya verás. Frente al partido, con una cerveza en la mano, música de banda de fondo y el público gritando improperios al que se dejara, comprendí su comentario snob, ya que él se cree su papel de intelectual. Entonces le rebatí que no tenía que justificar su asistencia a los partidos con discursos hipsterizados. Dime que vienes porque te diviertes y se acabó, le dije. Sucede lo mismo con quienes han leído las novelas o han ido a ver la película pero se justifican con que es un “ejercicio antropológico”. Léela porque es erótica y se te antoja leerla y se acabó; ve a verla porque tienes ganas de hacerlo y se acabó. Ya si te gusta o no es aparte.
Lo mismo sucedía cuando comenzó el boom de Harry Potter, muchos de mis conocidos se justificaban de leer al niñito mago porque, además, cosa horrible: ¡era un best-seller! Creo, en verdad, que ser un libro que vende millones alrededor del mundo y estar traducido a muchos idiomas no es garantía de su calidad, ni buena, ni mala.
No, señor Grey
Bueno, dirán muchos, pero ,¿no es obvio que sería una mala saga? Pues no, ¿por qué habría de serlo? No creo, como menciono, que sea porque es un best-seller, no es porque sea producto de una fanfic, obviamente no es porque lo escribió una mujer y el público sea femenino. No, no es eso por la cual fracasé en mi intento de defenderla, simplemente la trilogía escrita y la película me dejan sin argumentos. Al final de la lectura me quedé con esa sensación de pérdida que tienes luego de ver un informercial. Los créditos finales de la película se llevaban mi última carta posible para decirle a mi amigo, el que no sabe de adjetivos, del fenómeno Grey: las novelas son tediosas con sus correteos primaverales que parecen escritos por una adolescente, pero la película se defiende. Pero no, no firmé el contrato que me tendió Grey como espectadora y me retiré del cine sin comprender a las chicas fans de esta saga. No las entiendo, ladies Grey.
No me gusta en verdad que personajes tan nefastos como Anastasia y Christian sean los abanderados de lo erótico en estos tiempos, que a la primera se le adjudiquen motes de heroína que se libera, abre su mente y se entrega llena de pasión (no sin dejar de abonar al mito de la virginidad como objeto de valor femenino), y al segundo se le eleve a la altura de un “seductor de ensueño”, tan rico e inquisitivo como Bruce Wayne, con el porte de galán noventero tipo Richard Gere y el nivel de compromiso de Barney Stinson (sí, antes y después de Robin).
Sé que la literatura no es moralizante, no es para andar educando mujeres que confunden el feminismo con lucha de géneros o los juegos sexuales con abuso psicológico. En lo personal, no me gusta la saga de la señora James, no la encuentro ni bien escrita, ni inteligente, su forma de abordar el erotismo me cansa, su versión de “liberación sexual femenina” me asusta porque está hilvanado con machismo (y con punto invisible, el más nocivo).
Lo que consumimos nos afecta, sin lugar a dudas, lo que se pone de moda como 50 Shades of Grey manifiesta los síntomas de sectores completos y del momento histórico que vivimos. Y el cúmulo de clichés que es la saga demuestra que, aunque sobran los haters que, sin fundamentos, opinan de las fans de forma grosera, las mismas mujeres se han dejado arrastrar por “porno para mamás” como dijo Stephen King. Sin más ni menos.
No le creí y no firmé nada, Sr. Grey. "Fracasado he".