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Corren los años 541-543 A.D. y una misteriosa enfermedad comienza a hacer estragos en Constatinopla. Los individuos que la sufren presentan síntomas que podrían parecerse a los de una gripe común en la actualidad, tales como fiebre, escalofríos o dolor de cabeza y muscular. Sin embargo, no se trata de un proceso infeccioso común. Aquellos hombres y mujeres con los ganglios infectados han sido contagiados por una enfermedad mortal: la peste.

Estudios realizados cientos de años después, confirmaron que fue una bacteria la que provocó la caída del Imperio Bizantino, también conocido como Imperio Romano de Oriente. La plaga llegó de Asia (y no de África como se creía), y se extendió pronto a través de las ratas y de las pulgas entre los seres humanos. Fueron pocos los que sobrevivieron. La plaga pronto se convirtió en una pandemia mortal, y el horror se instaló en las calles de Constatinopla y otras partes de Europa, Asia y África.

La peste bubónica: una enfermedad mortal

La conocida plaga de Justiniano fue, sin duda, una de las peores de la historia. El desarrollo de la enfermedad se vio favorecido por el cambio climático ocurrido unos años antes, que provocó una disminución de la luz solar y, especialmente, una bajada importante de las temperaturas.La plaga se propagó a través de las ratas que viajaban en los barcos comerciales

El clima frío favoreció el desarrollo de Yersinia pestis, la bacteria que causó la peste que acabó con el Imperio Bizantino. Un microorganismo que no solo provoca los síntomas iniciales que citábamos, sino que los escritos históricos de la época hablan de enfermos deambulando por las calles, en los que se observaba la aparición de los conocidos bubones, ojos sanguinolentos, pústulas y fiebres.

Mentalmente confundidos por la infección bacteriana, las personas afectadas morían en cuestión de dos o tres días. No existía remedio posible. La plaga era imparable. Las ratas que llegaban en los barcos procedentes de las rutas comerciales no favorecían la detención de la pandemia. La peste continuó su desoladora invasión continental, afectando incluso al papa Pelagio II, quien murió por la infección bacteriana.

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CDC (Wikimedia)

La bacteria mortal que resurgió de los infiernos

La infección que sepultó buena parte del Imperio bizantino no tardaría demasiado en reaparecer. La bacteria Yersinia pestis, que podemos observar en la imagen superior, no se había ido para no volver. De hecho, regresó como un azote mortal, en la conocida como peste negra, que se cobró la vida de 25 millones de personas tan solo en Europa.

Esta enfermedad tuvo lugar en el siglo XIV y su expansión fue todavía más terrible que la que afectó a Constantinopla, entre otras ciudades. El microorganismo causante, de la misma especie, provocó consecuencias aún más devastadoras, con el fallecimiento de entre 40 y 60 millones de personas asiáticas.

Un estudio de 2011, publicado en la revista PNAS, sugería el origen y las características de la bacteria que provocó la peste negra. En aquel año, ya se sabía que dicho microorganismo, a pesar de ser de la misma especie que la de la peste de Justiniano, era de una cepa diferente.El genoma de la bacteria de la plaga de Justiniano era completamente desconocido

Un trabajo de investigación realizado ahora por la Universidad McMaster (entre otras entidades) indaga un poco más en los secretos de la bacteria de la plaga de Justiniano. Los resultados, publicados en la conocida revista The Lancet Infectious Diseases, caracterizan por primera vez el ADN de la primera bacteria mortífera, la que infectó en los años 541-543 A.D.

El genoma de las cepas causantes de la peste negra del siglo XIV y de otra infección más reciente ya habían sido caracterizados previamente. Sin embargo, no se conocía demasiado del origen de la plaga de Justiniano. Gracias al estudio de los dientes de dos víctimas de esta terrible infección, los científicos han podido reconstruir el ADN de la mortífera bacteria.

Su trabajo no solo tiene una importancia histórica, sino que también sirve para poner luz sobre los mecanismos de patogenicidad de Yersinia pestis. Indagar en su genoma nos permitirá, sin duda, estar preparados para evitar en el futuro un posible desastre como ocurrió con las plagas de peste anteriores.

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