La poliomielitis (más conocida como 'polio' en su versión abreviada) es una enfermedad contagiosa que afecta principalmente al sistema nervioso. Producida por un poliovirus, está caracterizada en una de sus formas por producir dolor muscular, atrofia y parálisis flácida. En la lucha contra esta enfermedad, hoy os traemos las razones por las que un famoso investigador, Jonas Salk, rechazó patentar vacuna contra polio.
El virus que produce la poliomielitis se puede contagiar por contacto directo de persona a persona, a través de mocos o flemas, y también se puede realizar la transmisión vía fecal. El poliovirus se introduce a través de nuestra boca o de la nariz, para multiplicarse en la garganta y finalmente, ser absorbido a través del tubo digestivo, y diseminarse en el organismo utilizando el sistema linfático y el torrente sanguíneo.
Sin embargo, abordar esta enfermedad no ha sido tarea fácil. En realidad el virus causante de la poliomielitis presenta tres serotipos diferentes, y su gran capacidad de contagio hacía necesario contar con una herramienta para prevenir la infección. Esta herramienta no era otra que ser capaces de desarrollar una vacuna contra la poliomielitis, que ayudaría a erradicar esta enfermedad de las regiones más afectadas.
Gates Foundation (Flickr)Salk vs Sabin: Las dos vacunas contra la polio
Hablar de la vacuna frente a la poliomielitis supone contar la historia de dos investigadores, Jonas Salk y Albert Sabin, que trabajaron a contrarreloj para dar con una estrategia preventiva frente a la peligrosa enfermedad. Aunque los primeros intentos por fabricar una vacuna datan de los años treinta, lo cierto es que no sería hasta dos décadas después cuando se obtendrían los primeros resultados eficaces.
Existen dos diferencias clave en la conocida como vacuna de Salk y la denominada vacuna de Sabin. En primer lugar, el tipo de virus empleado en cada una es distinto. Y por otra parte, la vía de administración de ambas vacunas también es diferente, por lo que la inmunización de las personas vacunadas tampoco sería la misma.
La polio era una de las enfermedades más peligrosas y contagiosas del momento
Jonas Salk, investigador médico y virólogo estadounidense, fue un pionero en el desarrollo de una estrategia preventiva frente a la poliomielitis. Y es que hasta 1955, la polio era considerada como uno de los problemas de salud pública más importantes en Estados Unidos. Por ese motivo, su trabajo, que permitió la inmunización eficaz contra ese virus, fue un pilar fundamental para erradicar esta enfermedad.
Lo curioso es que a pesar de constituir un verdadero hito en medicina, Salk rechazó patentar vacuna contra polio. Tampoco quiso hacerlo Albert Sabin, otro virólogo estadounidense de origen judío, cuyo trabajo también fue de suma importancia para realizar la vacunación infantil, ya que Sabin consiguió que la administración de su vacuna fuera por vía oral y no intramuscular, como era la de Salk.
La razón para patentar vacuna contra polio o no hacerlo podría tener, a día de hoy, motivos muy diferentes. Pero lo cierto es que ambos trabajos fueron pioneros en medicina. Por una parte, la vacuna de Sabin, administrada por vía oral, utiliza virus atenuados. Al pasar por el tracto gastrointestinal, no solo protege a los individuos de contraer la polio, sino que también hace que no sean portadores de esta enfermedad.
Por otra, la vacuna de Salk, que usa poliovirus inactivados y se ha de administrar por vía intramuscular, no protege a las personas de ser portadoras del virus causante de la polio. Esto es debido a la propia biología del poliovirus, que como hemos comentado al principio, pasa necesariamente por nuestro aparato digestivo antes de usar el torrente sanguíneo y el sistema linfático para diseminarse por el organismo.
¿Por qué no hubo una patente?
Tal y como explican en este artículo en Forbes, el hecho de patentar vacuna contra polio le hubiera supuesto a Salk ganancias millonarias, en torno a los siete mil millones de dólares. Ambas vacunas se utilizaron desde la década de los cincuenta, consiguiendo la erradicación de la enfermedad en muchas regiones del mundo.
Curiosamente, una vez en un programa de televisión, Jonas Salk fue interrogado sobre los motivos por los que rechazó patentar vacuna contra la polio. Su respuesta fue sin duda curiosa:
"No hay patente. ¿Acaso se puede patentar el sol?"
Muchos relacionan a Jonas Salk con una forma de hacer ciencia diferente, dedicada al beneficio universal. En el debate existente sobre las patentes, resulta curioso analizar el trabajo de Sabin y Salk, y ver cómo ante posibles beneficios multimillonarios, rechazaron apropiarse de su invención y hacer que fuera accesible a todo el mundo.
Una filosofía diferente a la que luego siguió el Tribunal Supremo de Estados Unidos, cuando en el famoso caso Chakrabarty, enunció que "sería patentable todo lo realizado por el ser humano bajo el sol". Este juego de palabras, que bien podía hacer alusión a la frase de Jonas Salk, pone en evidencia dos formas muy diferentes de abordar la investigación y sus aplicaciones.
Hay quien dice que uno de los motivos de Jonas Salk para no patentar vacuna contra polio podría haber estado en la carencia de una legislación sobre patentes adecuada. Y es que la conocida como ley Bayh-Dole, realizada en Estados Unidos en la década de los ochenta, permitió que los investigadores pudieran patentar invenciones y crear empresas de base tecnológica de manera mucho más sencilla.
Sin embargo, no parece que Jonas Salk viera las patentes como algo positivo. Quizás su filosofía, que ha servido de inspiración para muchas personas posteriormente, estaría más cercana a la conocida como ciencia en open-access o en abierto, que parece que va ganando terreno en los últimos años. Así parece que lo resume otra de las frases célebres del investigador Salk:
"It's much more important to cooperate and collaborate. We are the co-authors with nature of our destiny."
Lo cierto es que, casi sesenta años después de la invención de la vacuna de Salk, la enfermedad de la polio ha dejado de ser un problema médico de grandes magnitudes a nivel internacional. Su trabajo, junto con el de Albert Sabin, tiene buena parte de la culpa.