James Mangold aprueba con nota holgada en su aportación a la saga de los X-Men con The Wolverine, en lo que casi es más un drama existencial con dosis de acción que al revés, pero que cumple a la perfección su cometido de evasión sin resultar por ello superficial. Cualquiera hubiera pensado que después del largo proceso de gestación que ha tenido The Wolverine, con varias revisiones de guión e importantes cambios en la dirección, íbamos a encontrarnos con una película repleta de contradicciones. No ha sido así. James Mangold ha conseguido armar una película que, funcionando como un relato independiente, sigue siendo perfectamente fiel al espíritu tanto de la primera trilogía, formada por X-men, X-2 y X-men: the Last stand, como con la iniciada con la extraordinaria X-men: First class, relegando al olvido la incursión de Gavin Hood con X-Men Origins: Wolverine –como debía ser. De hecho, me da la impresión de que sirve tanto para "curar las heridas sentimentales de Logan", como para establecer puentes entre ambas trilogías, a juzgar por una secuencia incluida después de los títulos de crédito, que habían mantenido en absoluto secreto, pero en consonancia con la que se escondía después de los créditos de The Last Stand.

Quizás algunos se sientan ligeramente defraudados porque, aunque los personajes están perfectamente trazados y el relato te engancha desde el primer minuto, no se trata de una película en la misma línea que las anteriores de la franquicia. Sin llegar a descuidarlas, The Wolverine deja a un lado la atención sobre los mutantes y sus elaboradas y precisas secuencias de acción, para centrarse de lleno en el conflicto interno de su protagonista, haciendo de la película una especie de drama existencial más que la película de acción que muchos estaban esperando. Lo que delata un cuidado y deliberado tono alejado de cualquier violencia gratuita, que han mantenido para obtener una calificación familiar. Cierto es que en las anteriores películas de la serie casi nunca se mostrara la sangre, pero esa considerable reducción de violencia —aunque los X-Men nunca hayan sido agresivos, sino siempre lúdicos y nunca hirientes o exaltadorores— acerca la película a una frecuencia asequible también a un público más joven de lo habitual. Y eso se deja notar.Crítica de The Wolverine: Hugh Jackman

El peso de Hugh Jackman

Es inevitable aludir a Hugh Jackman —y a Famke Janssen, cuyo personaje tiene mayor presencia de lo que hubiéramos imaginado (siempre en la cama como si estuviera emulando a Greta Garbo)— para entender la coherencia que The Wolverine mantiene con sus precedentes. Su fuerza, su rabia, su espíritu, permiten que aunque se desarrolle en un entorno completamente alejado del habitual, tengamos la sensación de estar en el mismo universo, algo que no sucedía tanto con X-men Origins: Wolverine. Los conflictos de su personaje le permiten mostrarnos un Logan humano y vulnerable, en consonancia con la visión de otros superhéroes contemporáneos.

Crítica de The Wolverine: Hugh Jackman y Famke Janssen

Quizás demasiada presencia como para ahogar o dejar en un segundo plano los demás mutantes que intervienen en la película, interpretados con indiscutible solvencia tanto por Rila Fukushima —que pareciera salida de aquel famoso spot de Playstation dirigido por Chris Cunningham—, como por Svetlana Khodchenkova —con su exótica belleza a medio camino entre Uma Thurman y Scarlett Johansson—, o por Will Yun Lee —con uno de esos característicos personaje ambiguos que nunca tienes claro si están de la parte de Logan o en su contra.

Svetlana Khodchenkova y Hugh Jackman en la crítica de The Wolverine

Cuestión de líneas

Quizás sea el guión la parte más perjudicada por esos avatares de la producción y las continuas revisiones, dado que en algunos aspectos resulta ligera(odiosa)mente previsible, enturbiando un envoltorio tan cuidado y detallado, totalmente alejado del tono kitsch con el que nos despistaban en algunas de las primeras piezas de promoción. Al contrario, igual que está perfectamente equilibrado el uso del japonés, evitando la hegemonía típica del inglés de este tipo de producciones, sobresale el elegante diseño de producción de la película, realzado por una planificación deliberadamente horizontal en unas secuencias —en consonancia con la forma de vida nipona—, y vertical en otros —más acorde con occidente—, moviéndose Logan siempre a través de la línea diagonal.

Tao Okamoto y Hugh Jackman en la crítica de The Wolverine

Sin olvidar las fabulosas alusiones explícitas a clásicos japoneses como Trono de sangre (Kumonosu-jô, 1957, Akira Kurosawa), la planificación de The Wolverine guarda profundos vínculos con el expresionismo alemán, aludido directamente al incluir una referencia clara y directa a Metropolis, no sólo por ese emblemático edificio que relaciona ambas películas —que con toda probabilidad diseñara el propio Fritz Lang para su obra maestra de 1927—, sino también por algunos aspectos del argumento de The Wolverine, que no pretendo desvelar, así como por la división que ofrecía de un mundo vertical en el que vivían las clases altas y poderosas y uno horizontal al que estaban relegadas las capas más desfavorecidas de la sociedad.

Hugh Jackman es Logan - Crítica de The Wolverine

Echando de menos a Darren Aronofsky

Una alusión que nos lleva irremediablemente a Darren Aronofsky, cuyo espíritu permanece soterrado, pero latente en toda la película. Por un lado podemos reconocer los mismos conflictos existenciales del protagonista de The Wrestler (2008), pero también establece vínculos con los del que anhelaba el de de The Fountain, precisamente interpretado también por Hugh Jackman. No me extrañaría que The Wolverine acabara siendo más recordada por lo que podría haber sido si la hubiera dirigido Darren Aranofsky, como estaba previsto, que por lo que ha conseguido James Mangold finalmente. Porque si bien es cierto es que su película funciona muy bien cuando la estás viendo, disfrutando cada momento con la emoción e intensidad necesarias, también es cierto que no consigue dejar una huella profunda, resultando un pasatiempo estimulante durante el tiempo que dura la proyección, poco perdura una vez que abandonas la sala de cine.

Conclusión

Quizás no encuentres en The Wolverine la misma acción e intensidad que en otras películas de la misma franquicia, pero no defrauda en absoluto. Todos los elementos funcionan a favor del relato y, sobre todo, Hugh Jackman consigue mantener la coherencia de las diferentes películas en torno al universo de los X-men. Olvídate de las metáforas que pudieras encontrar en sus predecesoras porque aquí el argumento transcurre en única dirección, sin dobles lecturas ni sentidos ocultos. Lo que ves es lo que es.

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