Después de un lustro centrado más en la producción que en la dirección, Guillermo del Toro articula una obra mastodóntica, Pacific Rim, en la que consigue enfrentar las dos vertientes estéticas más representativas de su filmografía: los seres viscosos y los artilugios mecánicos. No en muchas ocasiones sucede que los trailers juegan en favor de la película que promocionan. Particularmente negativos son aquellos que da la impresión de que te han contado la película, por lo que ni siquiera necesitas ir a verla al cine, pero muy positivos cuando en realidad han hecho lo contrario y te dan una idea distorsionada de la trama, que se desarrolla después por otros caminos. Es lo que sucede con Pacific Rim, que en los primeros diez o quince minutos de la película, despacha (casi) todo lo que viste en su tráiler. Algunos pensábamos que la última película dirigida por Guillermo del Toro iba a girar en torno a la lucha de unos colosales monstruos mecánicos (jaegers) contra unos mastodónticos seres (kaijus) que surgen de las profundidades del planeta con la intención de quedárselo. Pero, en realidad, ese no es más que el pretexto de la verdadera trama de la película, que parece ser la importancia del otro para la proyección personal, quedando los monstruos en una posición secundaria, o al menos sólo como reclamo publicitario.
Esta particularidad podría jugar muy en favor de Pacific Rim, pero basta echar un vistazo tanto al trabajo previo de Travis Beacham —uno de los guionistas de la película—, como al de Guillermo del Toro —el otro autor del guión y director—, para darnos cuenta de que lo hace en sentido contrario. ¿Recuerdas Clash of the Titans? Pues si eres uno de los pocos que te gustó estarás de enhorabuena, porque reconocerás la falta de profundidad psicológica de los personajes, así como disfrutarás con un tipo de acción en la que no importa quien vive ni muere, porque no habrás creado una empatía con (casi) ninguno de los personajes, así como tampoco te importará que la intensidad de las acciones dramáticas sea nula y se sucedan una detrás de la otra porque sí, porque la trama tiene que avanzar y hay que crear espectáculo pirotécnico para justificar los efectos especiales. Fabulosos, por otra parte.Pero sería injusto de mi parte responsabilizar al guionista del desaguisado que finalmente me ha parecido Pacific Rim, porque la culpa de todo no la tiene nadie más que Guillermo del Toro. Quizás también la tenga un servidor, que tenía la esperanza de que el director de una película como Cronos encontraría por fin el equilibrio entre esos dos universos que tanto le fascinan: las artilugios mecánicos y los seres viscosos y deformes. No sólo no ha sido así, sino que el cineasta mexicano parece seguir empeñado en no tomarse en serio ni su cine ni a sí mismo. Se empeña en utilizar clichés del cine de serie B para una superproducción que demandaba una aproximación, no ya pretenciosa, pero sí algo más ambiciosa. Su talón de Aquiles sigue siendo, desde mi punto de vista, el código que utiliza para contar su historia. No puedes pretender contar el relato de la lucha contra el enemigo más poderoso contra el que se enfrenta toda la humanidad apoyando en conflictos de chichinabo entre personajes pintados con unos pocos trazos sin fuerza alguna, restándoles luego toda la importancia con unos chistes de saldo. Y si no era su intención, que al menos toda la película hubiera discurrido a través del mismo tono jocoso con el que están salpicadas las secuencias dramáticas, como sí sucedía, por ejemplo, en Armageddon, otro bodrio, desde luego, pero que resultaba más coherente en su forma.
Se pueden hacer películas hechas única y exclusivamente para entretener, pero ya que tenemos que tragarnos que unos seres como estos van a salir desde las entrañas mismas de la tierra, estaría bien que, al menos, fueran más verosímiles los individuos que van a luchar contra ellos. Se trata de un mero problema de credibilidad, porque resulta infinitamente más probable que cualquier científico sea trekkie a que lleve los brazos tatuados, o que un piloto, sea militar o no, sea capaz de comportarse de acuerdo a la disciplina que requiere su puesto sin comportarse como un malote de barrio. Quizás la película quede así más molona, pero no me la creo de la manera en la que nos la presenta Guillermo del Toro, que tampoco se distancia de sus personajes para verlos con ironía, como sí sucedía en la mencionada película dirigida por Michael Bay.
¿El hijo de quién les hizo la revisión del guión? Porque una cosa es que sea sencillo y otra que sea infantil. Que el principio del manejo de los jaeger sea una pareja, no quiere decir que tengas que agrupar a todos y cada uno de los personajes de la película en parejitas, ni muchos menos pretender que la fuerza dramática recaiga en que unos sean hermanos que no se soportan, otros padre e hijo que no se entienden y los demás respondan a las mismas carencias afectivas. ¡Ah, sí! Era porque el tema principal era la importancia del otro, que no luchar contra los monstruos. Pero es que el otro somos todos, no hacía falta un esquematismo tan básico y elemental. Por otro lado, tienen más fuerza dramática algunos episodios de Mazinger Z que cualquiera de las secuencias de Pacific Rim. Ya sé que su influencia para hacer la película viene más de Tetsujin 28 que de la serie basada en el manga de Gō Nagai, pero es la que conozco, y en su versión anime para la televisión, los duelos entre los monstruos mecánicos tenían mayor intensidad y dramatismo que la filmografía completa de Guillermo del Toro.
El hecho de que la primera hora de la película gire en torno al conflicto de los personajes ralentiza considerablemente el ritmo de una película en la que todos esperábamos ver duelos de gigantes. Que era lo que se suponía también le interesaba a Guillermo del Toro. Sí, se nota que lo único que está deseando hacer es llevarlos a esa única batalla final que tiene la película, sin importarle realmente lo que les sucede a los humanos, pero entonces ¿por qué no lo hizo y perdió el tiempo con otras cuestiones que no afectaban realmente para la resolución final, y que no sirven más que para dotar a la película de un happy ending en la más pura línea hollywoodiense? Sí que hay un par de secuencias de acción, más allá del prólogo, que resultan relativamente atractivas, pero están desperdigadas en mitad de la trama y no consiguen ni enganchar ni mantener la atención hasta la siguiente. Para colmo, Guillermo del Toro no es uno de esos cineastas que hayan destacado por su pericia en la planificación de las secuencias de acción, por lo que para cuando llegan, tampoco convencen.
De nada sirve que vaya vendiendo por ahí que se dejó inspirar por cuadros de Goya y Hokusai, ni que cuente con Charlie Hunnam, Rinku Kikuchi o Idris Elba, únicos miembros del reparto capaces de imprimir algo de personalidad a sus respectivos personajes, porque el resto se quedan en la mera caricatura. No sé si Elba se trajo algo de Prometheus, porque a veces da la impresión de que ambas películas tienen exactamente los mismos fallos y carencias. Si a Ridley Scott le podías perdonar, si querías, sus carencias al reencontrarte con el universo Alien, en el caso de Guillermo del Toro, poco hay donde agarrarse para salvar la baja calidad de su relato. Por cierto, queda claro que Diego Klattenhoff, uno de los integrantes del reparto de la serie Homeland, sólo le interesa el cine para hacerse unos caemos, porque es lo que hace tanto aquí como en After Earth.
Por último, si bien la fotografía de Guillermo Navarro, colaborador habitual de Del Toro, se ajusta perfectamente a las necesidades de la película, no puedo decir lo mismo de la partitura compuesta por Ramin Djawadi. Resulta molona en un principio, pero la repetición hasta la extenuación de ese acorde en el que basa el leitmotiv de la banda sonora, consigue que aborrezcas definitivamente la película. Lo que nos devuelve de nuevo a Clash of the Titans, cuyo soundtrack también compuso, ¿acaso mermaron las cualidades de todos y cada uno de los que trabajaron con Louis Leterrier?
Conclusión
Pacific Rim es una película que no hará nada nuevo por la filmografía de Guillermo del Toro. Dando por hecho que disfrutaron todos los que vieron Blade II y que a nadie le gustó El espinazo del diablo, aquellos a los que les encantó Mimic, Hellboy o El laberinto del fauno, disfrutarán aquí también de lo lindo porque comparte con ellas el mismo tono y código. Por el contrario, los demás, seguiremos preguntándonos dónde habrá ido a parar el que fuera director de una película tan inquietante y cautivadora como Cronos.