Reconozco que antes de ver la película In Time, me esperaba mucho más de lo que luego sucedió. Quizás porque su director es Andrew Niccol, el guionista, productor y director responsable de obras maestras para todos los aficionados a la ciencia ficción, como Gattaca.
In Time, conocida en Latinoamérica como El precio del mañana, tiene entre sus protagonistas a Justin Timberlake, Amanda Seyfried y Olivia Wilde. La película transcurre en 2161, fecha en la que se ha conseguido desactivar el gen del envejecimiento humano, de forma que a partir de los veinticinco años, las personas experimentan un proceso de envejecimiento muy acelerado, teniendo un solo año más de vida. Al cabo de esos doce meses, sino lo remedian, morirán de un paro cardíaco.
A partir de su vigésimo quinto cumpleaños, por tanto, se activan sus relojes de vida, de forma que pueden ir ganando tiempo, ya que este se ha convertido en la forma de intercambiar todo, necesidades o lujos incluidos. Las personas ricas pueden vivir eternamente, mientras que la gente pobre apenas llega a sobrevivir con unas horas de margen, ya que han de pagar sus necesidades básicas. En otras palabras, el tiempo es dinero.
¿Existe algún parecido entre el guión de In Time con lo que sucede en la realidad? En primer lugar, debemos desmontar la idea de que exista un gen del envejecimiento humano. Igual que tampoco hay un gen específico que condicione la violencia o la orientación sexual. Estas aproximaciones son deterministas, y la ciencia ya se ha encargado de desmontarlas.
Lo que no quiere decir que exista una mayor o menor predisposición genética, pero no todo lo que somos está marcado por nuestros genes. La epigenética y las condiciones ambientales son factores importantes que no debemos olvidar.
Sin embargo, sí que hay una parte del guión que puede tener cierto sentido biológico, en particular la relacionada con el envejecimiento. En los cromosomas de las células eucariotas (aquellas que presentan un núcleo donde está almacenada la información genética, a diferencia de lo que ocurre en las bacterias), existen una especie de capuchones, que se llaman telómeros.
La función principal de los capuchones de nuestros cromosomas es proteger la información genética, ya que cuando esta tiene que ser copiada, la proteína encargada de ello actúa cometiendo errores, de forma que en cada división celular, nuestros capuchones naturales se van acortando. En otras palabras, los telómeros actúan como verdaderos relojes moleculares, de una forma un tanto parecida a lo que ocurre en In Time.
Para evitar el acortamiento de los telómeros, en algunas etapas actúa la conocida como telomerasa, una enzima que repara estos capuchones, añadiendo copias de ADN. Sin embargo, como decíamos, esta proteína solo actúa en momentos muy específicos, en particular en aquellos en los que la división celular es muy acelerada, por ejemplo, en el caso de las primeras células originadas tras la fecundación o en determinados tipos celulares, como las células troncales, más conocidas como células madre.
Existe una excepción, sin embargo. Las células tumorales son capaces de reactivar a la proteína telomerasa, esta es la razón por la que se pueden considerar como inmortales, ya que pueden dividirse de manera ilimitada. Las células tumorales, por tanto, tienen su reloj molecular parado, ya que los capuchones nunca se ven acortados en cada división celular.
En cierta manera, la idea que propone Niccol en el guión de In Time puede relacionarse, por tanto, con una de las investigaciones más importantes en biología: la acción de la telomerasa y la existencia de los telómeros, un trabajo que mereció el Premio Nobel de Medicina en 2009. La existencia de estos verdaderos relojes moleculares marcan claramente cómo se produce el envejecimiento a nivel celular.
In Time tuvo en su guión los ingredientes como para convertirse en una película de culto, como lo fue y sigue siendo aún a día de hoy Gattaca. Sin embargo, el trabajo de Niccol está vez se decantó más por el género de acción y de entretenimiento, que en explotar la ciencia que tenía detrás. Una verdadera pena, ya que como vemos, la idea original era extrapolable a una de las teorías científicas más importantes de la actualidad.