Lo reconozco: escribiendo este post y viendo la imagen del niño he bostezado más de una vez. Sin quererlo, es cierto, no es que haya dormido poco o esté cansada. Fíjate en la foto. Simplemente bostezas. Y no hay razón aparente de un comportamiento que la ciencia trata de entender desde hace tiempo. La investigación busca saber por qué bostezamos en determinadas situaciones.
¿Son los bostezos resultado de cansancio o fatiga exagerados? ¿Es un acto relacionado evolutivamente con la empatía social? Múltiples preguntas alrededor de un acto tan simple, corto y absurdo como un bostezo. ¿Por qué se produce?
Aunque hasta el día de hoy no tenemos una respuesta definitiva, sí que es cierto que poco a poco vamos averiguando más pistas que explican por qué bostezamos. Desde un punto de vista empírico, sabemos que los bostezos son actos semivoluntarios, que se producen especialmente en caso de cansancio o fatiga. ¿Pero qué propósito fisiológico tiene bostezar? ¿Lo necesitamos para que nuestro organismo funcione bien?
Hoy sabemos que bostezar no es un comportamiento único de la especie humana, sino que más bien es algo que hacemos la gran mayoría de vertebrados. Y es un acto temprano, en otras palabras, se ha observado el bostezo en embriones de tan solo 15 semanas. Increíble, ¿verdad?
Como sabemos, bostezar implica la apertura de la boca, pero también el estiramiento de los músculos faciales, una ligera inclinación de la cabeza e incluso, cierta humedad en nuestros ojos. Aunque hace años se creía que se daba como respuesta metabólica, esta posibilidad quedó descartada hace tiempo. En otras palabras, no es cierto que se produzca por niveles altos de dióxido de carbono en sangre o por concentraciones bajas de oxígeno.
El bostezo sería más bien un reflejo producto de un mecanismo adaptativo en respuesta al estrés, aunque evolutivamente haya tenido cierto valor paralingüístico, relacionado con la protección y la cohesión social. Algunas investigaciones postulan, de hecho, que el bostezo no es más que la expresión de un sistema protector en nuestro cerebro, inducido por opiáceos endógenos, por los cuales somos capaces de inhibir y prevenir posibles crisis epilépticas del lóbulo temporal.
Al estar relacionado con los cambios cíclicos entre la vigilia y el sueño, el bostezo es un acto realmente singular. De hecho, se ha observado que desaparece o se ve reducido en pacientes con Parkinson o en aquellos que reciben tratamiento con neurolépticos.
La ausencia de bostezos no es solo extraña, sino también el exceso. De hecho, en las investigaciones sobre por qué bostezamos también se trata de buscar la razón de por qué lo hacemos demasiadas veces. En algunos casos, se ha visto que los pacientes con problemas gastrointestinales relacionados con la dispepsia (un trastorno común por el cual la digestión se ve alterada), bostezan más de lo habitual. Algo realmente curioso, sin duda.
Pero como nos explicaba hace tiempo Eduardo Arcos en este post, también resulta extraño preguntarse sobre por qué bostezamos tras ver hacerlo a alguien. En otras palabras, ¿es el bostezo contagioso? Las últimas investigaciones parecen que confirman lo que ya sabíamos: sí lo es, y no solo en humanos.
También en chimpancés, una especie realmente próxima a nosotros, se ha observado ese efecto de contagio. Realizando pruebas en las que los animales veían estímulos visuales con bostezos, se observaba que en el 33% de los casos, los propios chimpancés se ponían a bostezar. Un porcentaje alto, incluso superior al que presentaban los seres humanos que realizaban el mismo examen.
Aunque aún no existen respuestas claras, lo cierto es que este acto reflejo es una curiosidad interesante en el mundo animal. Y tú, ¿cuántas veces has bostezado leyendo este artículo?