La secuenciación de restos de ADN encontrados en cuarenta esqueletos ha permitido trazar el primer árbol genealógico de Europa. El trabajo publicado en Nature Communications permite conocer mediante el análisis genético una parte del pasado del continente europeo.

Y es que el origen del ser humano, y los cambios de las diferentes poblaciones en la historia, han sido objeto de debate entre los investigadores. Desde la biología molecular, se han hecho esfuerzos importantes para revelar la reconstrucción del poblamiento europeo en la antigüedad. Con este objetivo, esta investigación ha realizado un análisis genómico a través del ADN mitocondrial, y de este modo nos permite conocer algunas de las claves más importantes de nuestros antepasados.

El ADN mitocondrial es la molécula encargada de portar la información genética existente en unos orgánulos específicos de nuestras células, a los que denominamos mitocondrias. Sus características únicas (su herencia se realiza únicamente por vía materna) permiten que sea una herramienta muy potente en los estudios microevolutivos. Este es el motivo por el que su estudio nos puede dar información muy relevante sobre la variabilidad de poblaciones naturales.

La única fuente posible de mutaciones que pueden ocurrir en este tipo de ADN son las que ocurren de manera totalmente espontánea. Estos dos rasgos del ADN mitocondrial lo han convertido en el candidato perfecto para trazar la historia evolutiva del ser humano, y también en nuestro caso conocer el primer árbol genealógico de Europa, gracias a los datos que ahora se publican.

Los estudios con ADN mitocondrial permitieron en su momento confirmar la hipótesis del origen africano del ser humano. Además, la mejora de las técnicas de amplificación de las muestras de ADN también ha ayudado a la extracción de las muestras utilizadas en este tipo de investigaciones. Estos dos logros sentaron las bases del estudio que hoy nos permite saber más acerca de este primer árbol genealógico de Europa.

En el trabajo publicado en Nature Communications, los investigadores de la Universidad de Adelaida, en Australia, extrajeron muestras de ADN de los huesos y las dentaduras de esqueletos humanos. También contaron con el apoyo científico de la Universidad de Mainz en Alemania y del Proyecto Genográfico, de la National Geographic Society.

En sus observaciones, comprobaron la evolución de las secuencias de ADN mitocondrial, desde la Prehistoria a nuestros días, viendo en algunos casos dramáticos cambios a nivel poblacional que no podían explicar los abruptos vaivenes genéticos encontrados. En otras palabras, en el 7.500 a.C., se dieron las primeras migraciones desde Turquía y el Próximo Oriente, de los agricultores que se comenzaron a asentar en las regiones centrales de Europa.

En los análisis, se observó que esta población había tenido cierto éxito evolutivo. Sin embargo, algo (desconocido por ahora) ocurrió en el 4.000 a.C. aproximadamente, ya que los marcadores genéticos de aquellas primeras poblaciones iniciales cambian de manera drástica por esas fechas.

Trazando este árbol genealógico de Europa, se entiende que los "asentamientos genéticos" del continente europeo moderno se dan en el Neolítico medio, aunque en un período más tardío se produce una introducción de una riqueza genética mayor, al contar con diversas poblaciones procedentes de la Península Ibérica y Europa del Este.

En su estudio, los investigadores también pudieron observar la llegada de la manifestación cultural conocida como "vaso campaniforme", asociada al período inicial de la Edad de Bronce. Esta surgió en el 2.800 a.C., aunque no se extendería por Centroeuropa hasta pasados varios siglos.

El trabajo, que ha tenido una duración de ocho años, permite no solo estimar los tamaños de las poblaciones, sino también comprobar la tasa a la que han ido "evolucionando" y cambiando las secuencias genéticas. Un auténtico viaje al pasado a través de la secuenciación del ADN mitocondrial que nos ofrece algunas respuestas acerca de dónde venimos. Aunque quedan muchas cuestiones importantes por resolver, el trabajo conjunto de la arqueología y la biología molecular facilitarán los avances en el conocimiento sobre nuestra historia en los próximos años.

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