Bajo un aparcamiento en la ciudad de Leicester, un grupo de científicos de la Universidad de Leicester parece haber confirmado el hallazgo de los restos del rey Ricardo III de Inglaterra, el último monarca muerto en batalla. Los investigadores han publicado los resultados de los restos óseos resolviendo el misterio del lugar donde fue enterrado que se remontaba a 500 años.
Exactamente 528 años, esa es la fecha que se ha tardado en averiguar el paradero donde yacían los restos del rey. Ricardo III de Inglaterra gobernó durante un período particularmente brutal conocido como la Guerra de las Dos Rosas, una batalla de décadas entre la Casa de York y la Casa de Lancaster por el trono. El monarca ascendió al trono tras la muerte de su hermano Eduardo IV.
Una historia que aún hoy se sigue debatiendo. El propio Shakespeare lo inmortalizó a través de sus obras, siempre como la figura de un monarca tirano y sin escrúpulos que llegó a matar a dos príncipes en la Torre de Londres muriendo en el enfrentamiento con su sucesor, Enrique Tudor, en la denominada como batalla de Bosworth Field en 1485.
A partir de ahí, el paradero de sus restos se había convertido en una incógnita. Equipos de historiadores y científicos habían buscado la tumba del monarca durante años, búsquedas que no encontraron pruebas concluyentes.
Hasta septiembre del pasado 2012. En ese momento se anunció el hallazgo de lo podrían ser sus restos tras cinco siglos de búsqueda. Ahora y según ha explicado Richard Buckley, de la Universidad de Leicester, las pruebas genéticas de los restos encontrados en un aparcamiento de la ciudad (cráneo partido y espina dorsal) coinciden de forma casi exacta con las descripciones históricas de Ricardo III.
Tras las pruebas y análisis de la Universidad concluimos que, más allá de cualquier duda razonable, el individuo exhumado en septiembre de 2012 es Ricardo III de Inglaterra.
Además, las señales de heridas inequívocas (una chapa de metal clavada en la parte`posterior del cráneo y una punta de flecha entre las vértebras) concluían que se encontraban ante el último monarca muerto en batalla.