La Marina de México ha anunciado la creación de su primer vehículo aéreo no tripulado -también conocidos como UAVs o drones-. El desarrollo fue llevado por científicos de la Armada y se trata de una flota de seis aeronaves para misiones de reconocimiento. Entre sus características tienen un peso máximo de 10 kilogramos, autonomía de vuelo de 80 minutos, cámara diurna y nocturna y transmisión de vídeo en tiempo real. La mayoría de los drones usados en México son provistos por Estados Unidos o adquiridos a firmas especializadas, como la israelí Elbit Systems o la mexicana Hydra Technologies.

No hay una cifra oficial sobre el número de UAVs que posee el gobierno mexicano; ni siquiera sobre los modelos que tiene, aunque se maneja que son algunos Hermes 450 y otros S4/E Ehécatl. Si bien los Ehécatl son producidos por Hydra, se hacen en convenio con el gobierno federal, Conacyt, el Politécnico Nacional, el ITESO y la Autónoma de Guadalajara. ¿Y para qué se usan? Esencialmente, para dos cosas: apoyar al Ejército en casos de desastres naturales y operaciones militares contra la delincuencia organizada.

El uso de UAVs por parte del gobierno mexicano no es un tema nuevo. El año pasado, el New York Times dio a conocer que las autoridades de Estados Unidos equiparían a México con estos vehículos para ayudar en la guerra contra el crimen organizado. Gracias a esta relación bilateral, los drones llevan un buen rato sobre cielos mexicanos, especialmente en el área fronteriza, donde el gobierno norteamericano ha dispuesto estas naves para tareas diversas como búsqueda de narcotraficantes y rastreo de inmigrantes.

Desde su implementación, el uso de estas aeronaves ha estado rodeado de polémica, especialmente porque se usan modelos que Estados Unidos emplea en intervenciones militares. En septiembre de 2010, EE.UU. autorizó que un MQ-9 Reaper -utilizado en las operaciones en Irak- vigilara la frontera mexicana con Texas. En abril de este año, el Departamento de Seguridad Interna (Homeland Security) probó un nuevo sistema de cámaras de vigilancia para la frontera. Apenas ayer, el Wall Street Journal señaló que UAVs utilizados en Afganistán están siendo reciclados en México para la caza de criminales y migrantes -peligrosa, por cierto, la asociación semántica que se hace de ambos por parte de EE.UU-.

El uso de drones atrae muchos temas sobre privacidad y espionaje al debate público. En México, han sido blanco de críticas en materia de soberanía, especialmente desde que Felipe Calderón autorizó a Estados Unidos desde marzo de 2012 la entrada de estos vehículos a espacio aéreo mexicano. Así mismo, se les ha señalado porque recaban información sensible sin consentimiento ni necesidad de una orden judicial, en una invasión a la privacidad bajo el supuesto de la protección a la seguridad nacional. Aunque tienen su cara buena -por ejemplo, apoyar en las labores de rescate ante contingencias naturales-, lo cierto es que ahora hay seis ojos más en el cielo en manos de un gobierno con pésimos antecedentes en términos de vigilancia.

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