El 28 de octubre salió al mercado la versión en español de la biografía de Steve Jobs, firmada por el periodista Walter Isaacson. Como todos los productos que nacieron de la cabeza de Steve (fue el gurú de anteojitos redondos quien convocó al ex hombre fuerte de la revista Time y de la CNN para que redactara su vida por completo), este dispositivo tampoco se salvó y fue a parar a nuestro laboratorio. Buenas y malas del último objeto móvil que soñó Jobs.

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Aquí analizamos el libro tapa blanda editado por Editorial Sudamericana, con su sello Debate, en Argentina (en este país no se consigue en tapa dura), cuyas características son iguales que las del resto de ediciones del libro en los diferentes países del mundo donde ha salido. Además todos los países latinoamericanos comparten la misma edición en español.

Debe ser el producto portátil, de alguna manera craneado por Steve Jobs, más pesado y alto en muchísimo tiempo. La edición argentina de la biografía pesa 998 gramos, y de alto sus 737 páginas -a las que hay que sumarle tres hojas más en blanco- lo elevan a 4 cm.

Pero a no dejarse engañar. Más allá de su edición rústica (aquí no hay juicio de valor, este tipo de encuadernado engomado se llama así), su altísimo número de páginas y su tapas semiduras, se trata de un artículo cómodo a la mano, suave al tacto y con alta legibilidad de cada uno de sus caracteres. Times New Roman de 12 puntos, para ser más precisos.

La portabilidad es alentada por la excelente elección de formato, hablamos de 23 centímetros por 15. Este tamaño de hoja, además de estar de moda en el mundo editorial, tiene una particularidad: la parte impresa de cada una de sus páginas cabría a la perfección en la pantalla del iPad. ¿Casualidad? ¡Por supuesto! Jobs podría haber sido un genio, un adelantado y hasta un obsesivo de los que no hay, pero tampoco me lo imagino dando la orden a la editorial Random House Mondadori: “quiero que cada página impresa sea del tamaño idéntico del iPad”... ¿O sí?

Por supuesto, no todas son buenas. El papel obra tiene un bajo gramaje, lo que lo vuelve susceptible de marcas por pliegue. Además al tacto el papel interior se siente rugoso y algo ordinario. Aunque a partir de la página 320 se incluye un cuadernillo de 20 páginas, en papel ilustración brillante (pero en blanco y negro) con fotos inéditas o poco difundidas del protagonista de esta historia y sus familiares. Se hubiese agradecido más de éstas tomas, y algunas a color también. Especialmente, atendiendo las demandas de aquel público que sólo toma los libros para ver las fotos.

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Y si de fotos hablamos, impecables las de portada y la de la contratapa. Son de Albert Watson y Norman Seeff respectivamente. Un detalle no menor: en ambas, el focal point (una manera snob de decir el punto de interés) de la imagen está puesto en la mirada penetrante del tipo que puso productos con manzanitas luminosos en los bolsillos y mesas de medio mundo. Acaso este libro quiere decirnos, desde el vamos, que Jobs además de haber sido un señor con una personalidad especial ("por momentos era un gilipollas", dijo el propio Isaacson), sabía ver lo que los otros no. Y sabía comunicarnos lo que veía. Bueno, todo esto está dicho en ambas fotografías.

¿Y el texto? Es ameno y coloquial. La prosa del escritor norteamericano parece enchufada a un procesador A5, por lo veloz, eficaz y el poco consumo de paciencia que insume en el lector.

El aspecto negativo, en parte, está en la traducción de David González-Iglesias González. Se usan términos como listín telefónico (por guía) o el mencionado "gilipollas", entre otros, lo que suena raro para algunos lectores no españoles.

La decisión del autor fue la de contarnos casi como él la vio, la evolución del hombre de polerita negra, desde su adopción hasta la muerte. Cruza cada una de sus percepciones con declaraciones de primera mano de Jobs, la de amigos y la de sus enemigos. No hay abundancia de golpes bajos, ni siquiera de altas dosis de dramatismo. La forma de escribir del autor de la biografías de Einstein y Kissinger es pragmática y algo seca: están los adjetivos que tienen que estar, las descripciones mínimas. Sí, la idea es contar y contar, sin perder tiempo en observaciones ni juicios de valor.

Conclusiones

Aquí el gran punto: la grandeza (o el ego magnánimo) de Steve lo llevó a no controlar el texto, y así permitir que sus puntos más miserables también salieran a luz. El lector, el usuario de este objeto, por ratos amará a Steve Jobs y otros los odiará. Una montaña rusa de sensaciones que suele despertar, como ninguna otra, esa tecnología antiquísima pero irremplazable llamada libro.

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