La imagen de un anciano embadurnado de crema de afeitar y una mujer enloquecida a los golpes dio la vuelta al mundo, un fiel reflejo de la caótica situación del caso Rupert Murdoch. La comparecencia del magnate mediático ante la Comisión de Cultura y Comunicaciones del Parlamento nos ha dejado más dudas que respuestas. Murdoch inició su intervención con una máxima imborrable: "hoy es el día más humilde de mi vida", dijo antes los legisladores, antes de que iniciara la batalla.
Rupert jugó a hacerse el indefenso, pero nadie picó el anzuelo. Una y otra vez, afirmó que desconocía lo que los crueles editores del News of the World hacía en nombre del periodismo. Murdoch afirmó que el rey de un imperio tan populoso no podría saber lo que hacían todos sus lacayos, que sus conversaciones con el consejo editorial del diario eran mínimas. El millonario sólo atinó a disculparse una y otra vez, negando conocimiento sobre la podredumbre sobre la que estaba cimentada la redacción de su periódico.
A su lado, James Murdoch, el heredero a la corona de News Corporation, también planteó una defensiva férrea. Padre e hijo afirmaron su ignorancia sobre el caso, aunque cometieron algunos traspiés --por ejemplo, que al detective Glenn Mulcaire (responsable de las intrusiones) aún se le paga, aunque esté en la cárcel-- que cimbraron dudas en el Parlamento. Rupert, hábil, salió del paso diciendo que ese dinero no es un encubrimiento para que cierre la boca, sino porque así lo estipula su contrato. Incluso, se comprometió a cesar esa mesada si era legalmente posible.
También compareció Rebekah Brooks, la inefable editora del News of the World y una de las protegidas de Murdoch. Con el mismo guión, dijo desconocer sobre las intrusiones a los correos de voz; y mucho menos, haber autorizado pagos para los policías. Brooks fue arrestada bajo cargos de conspiración para intervención de comunicaciones y corrupción de autoridades. De ella, tendremos que esperar hasta que en octubre se realice su juicio individual.
Sin embargo, el momento álgido ocurrió hacia el final, cuando al ser cuestionado sobre su permanencia de News Corporation, el humilde Rupert Murdoch afirmó que él es el más preparado para dirigir la compañía. Así, mandó un poderoso mensaje a los accionistas, quienes ya piensan en deponer al magnate del trono. No crean que el rey va a soltar tan fácil el centro, habiendo aún varias piezas en el tablero para sacrificar.
Por último, quien aún podría quedar atorado en el pantano es David Cameron, Primer Ministro británico. Cameron no pudo asistir por estar en una gira por varios países de África. No obstante, eso no ha detenido a la prensa de cuestionar su permanencia en el cargo. Por ahora es exagerado pensar que el ministro deje su puesto por el escándalo, aunque su imagen sí ha quedado muy dañada por su vinculación con Andy Coulson, editor del News of the World durante las intervenciones telefónicas. A este escándalo todavía le queda mucha tela para cortar.