Desde que escribo aquí, en Hipertextual, una de las cosas que más me ha sorprendido es la opinión de muchísimos lectores con respecto a la privacidad. Una y otra vez ha quedado en evidencia (en esta última semana en las entradas de Elías sobre las inversiones tecnológicas de la CIA y la de Pepe sobre WikiLeaks un profundo cambio de mentalidad en el que la privacidad ya no es algo invaluable sino una especie de utopía para locos. Cada vez que se trata uno de estos temas, o los relacionados a Google Street View por ejemplo, en la mayoría de los comentarios se ven distintas opiniones que revelan una misma visión: está bien que cualquier agencia de inteligencia espíe, ya que es para evitar el terrorismo, para qué van a querer espiarme a mí que lo único que hago es entrar a Facebook y hablar por mensajería instantánea, etc. Sobre todo en este último punto, se pone como paranóico a alguien si no quiere ser espiado, o como si tuviese delirios de grandeza.

Lo curioso es que, a pesar de esto, cada vez que se habla de alguna dictadura oriental o de novelas de ciencia ficción, en los comentarios se rajan las vestiduras de manera unánime en defensa de las libertades individuales. Si en China apresan a alguien por hacer un RT es una aberración, claro, porque de hecho la apresaron, pero si cualquier gobierno o agencia más cercana espía a personas que piensen "distinto", no nos preocupamos tanto, pero lo que nos molesta es el accionar, no el hecho de que espíen y/o acumulen datos nuestros. Y si hablamos de alguna distopía como la propuesta por George Orwell, ni hace falta aclarar que todos se horrorizan del modo de vida planteado en la novela.

Pero dejando de lado lo que Winston Smith podría o no hacer en la historia, o las consecuencias de sus actos, la inmensa mayoría de ciudadanos de Oceania no tienen absolutamente nada que ocultar, por lo que el hecho de que el Gran Hermano los observe no les repercute en lo más mínimo. Es decir, "si algo está mal, o te avergüenza hacerlo, no deberías hacerlo", en un principio. Por lo tanto, los ciudadanos de Oceania son libres. Claro que sí...

Pues vamos, que no. Pero eso mismo es lo que plantean Eric Schmidt y muchos lectores, como queda de manifiesto en los comentarios. He perdido la cuenta de cuántas veces he leído últimamente esta misma idea, que no importa que te espíen porque no haces nada importante y si, por algún motivo, estás haciendo algo "a escondidas", muy probablemente no deberías estar haciéndolo. Y si lo haces, no debes tener reparos en que sea de conocimiento público. Y señores, esto es una aberración y la única diferencia es la consecuencia, el accionar gubernamental o empresarial que surge de la información recolectada, porque uno debería ser libre en la privacidad de su hogar.

Las diferencias son inmensas, claro que en muchos sentidos la comparación es una exageración, pero hace sólamente cinco años a nadie se le hubiera occurido que una idea como esta sea no sólo común sino que parece haberse asimilado al punto de ser parte del sentido común. A nadie se le hubiera ocurrido que nadie se protestaría ante la venta de los tuits por parte de Twitter, cuando nos la pasamos hablando del modo en que este servicio reemplaza al e-mail. Porque es natural hoy en día brindar todo tipo de información personal en la red, de manera personal, es decir por propia voluntad. Y esto es lo peligroso, se ha instaurado esta idea como natural, cuando no tiene nada que ver con el ser abiertos, sociales y comunitarios. Quizás las raíces de este constante check-in estén en el culto a las celebridades y su vida pública, que devino luego en los realitys, no sé, no viene al caso ni podría dar una respuesta.

Con este rumbo, el control total no surgirá de ninguna dictadura ni mucho menos ya que no será necesario, puesto que que estamos caminando felices hacia ese resultado*. Después de todo, de nuevo, la gran mayoría de personas viviendo en Oceanía no tenían nada de qué preocuparse, ya que no tenían nada que ocultarle al Gran Hermano. Claro que cuanto robot exista puede analizar todos mis contenidos cientas de veces al día: correos, posts, check-ins, tuits (¡ya no!) y no encontrará ni una sola cosa que valga la pena siquiera crear una tabla en una base de datos de cientos de PT en una agencia de inteligencia ni de una multinacional.

Claro que pueden hacerlo, lo hacen y lo seguirán haciendo, pues antes querían hacerlo sólo que no tenían la tecnología como para llevar a cabo sus maquiavélicos* planes (ironía), lo preocupante es cómo somos nosotros los que avalamos este cambio profundo, drástico, de la noche al día, en que nos convertimos en seres públicos pero somos todos celebridades a nuestro modo. Luego nos quejaremos y nos horrorizaremos del futuro, cuando llegue.