Los faros son entre las estructuras más sorprendentes realizadas por el ser humano, diseñadas para soportar la naturaleza y la soledad, señales de peligro así como de esperanza. Esta fotografía habla justamente de esto.
La tormenta golpea los altos muros diseñados para soportar la furia del mar; pero a pesar de que ya ha vivido muchas tormentas las olas rompen contra el faro de La Jument haciendo que el vigilante huya a los niveles más altos para protegerse del agua que entra arrastrando a su paso ropas, muebles e incluso su refrigerador. Este hombre, acostumbrado a la soledad en una de las profesiones más solitarias, espera visitas. Hace rato ya mandó la señal de alerta y pronto vendrán a recogerlo. Atento al ruido atronador de la tormenta espera otro sonido, una melodía que contraste con el caos del exterior.
El sonido de las aspas de un helicóptero lo hacen arriesgarse al exterior. Abre la puerta situada de espaldas a la tormenta y se asoma. No puede sino imaginar el espectáculo del que las paredes lo protegen. Hay algo de increíble valor en ese gesto, o de confianza en la esbelta construcción.
Normalmente los faros previenen de las rocas y del peligro, pero este día era el propio guardián el que estaba en peligro y la tormenta; y la figura gris, terca saliendo de la superficie del mar es la que atrae a un visitante inesperado. De la puerta abierta del faro sale un hombre que aguarda el rescate, pero el helicóptero que escuchó no es el que esperaba.
Jean Guichard es un fotógrafo de faros y la tormenta y el azar lo habían traído a éste cuando vio una figura humana surgir, fragil, en medio de la tormenta. El motor de la cámara disparó ráfaga tras ráfaga atenta a la puerta. En ese instante una ola rompe contra el faro envolviéndolo en un pañuelo de espuma y agua. La puerta se cierra de golpe salvando al guardián de una muerte segura. El fotógrafo captura unas últimas imágenes y se marcha, también él en peligro.
El guardián del faro salió ileso de la aventura y su imagen de espaldas al mar, como negando su presencia, su amenaza, quedó inmortalizada en una de las mas famosas fotografías de Guichard. La imagen que nos queda es capaz de quitar el aliento, pero también de alumbrarnos con su propia luz.
Foto: Jean Guichard.