A pesar de que el blanco y negro sigue siendo la forma preferida de revelar fotos para algunos profesionales, a principios del siglo XIX se intentaba conseguir todo lo contrario: la imagen con color, algo que no se estandarizará hasta 1935, cuando Kodak creó la primera película de carrete con color.
Aunque ya existían experimentos con anterioridad, éstos eran muy artesanales y poco efectivos en la práctica. De hecho, la primera fotografía en color se le atribuye al físico James Clerk Maxwell, el cual se basó en el uso de la tricomía para unir 3 fotos, cada una de ellas con un filtro basado en los colores primarios (rojo, azul y verde).
Incluso los hermanos Lumière inventaron un peculiar sistema que llamaron placa autocroma. El proceso era muy rudimentario, se trataba de una placa fotosensible con granos de fécula de patata, los cuales eran teñidos de diferentes colores para funcionar como filtros frente a una fotografía en blanco y negro.
La primera vez que se utilizó el nombre de Kodachrome fue por John Capstaff en 1915, el cual incluso llegó a comercializar una película que combinaba dos negativos: verde y rojo, pero aun así todavía no se mostraban unos colores muy fidedignos a la realidad.
Finalmente, serán 20 años después cuando dos científicos universitarios, Leopold Godowsky y Leopold Mannes, introducirían un negativo con tres capas sensibles a los tres colores primarios. Así, los tonos se unían en una sola imagen modificando el monocromo por una instantánea de color.
El proceso de creación no hubiese sido posible sin diversas ayudas, como un préstamo de 20.000$ concedido por Kuhn, Loeb & Co, y la disponibilidad de las instalaciones de Kodak para realizar pruebas sobre el nuevo producto.
El resultado fue el de un carrete de película hacía realidad el sueño de muchos fotógrafos en aquella época. Tomar instantáneas a todo color ya era posible con anterioridad, pero nunca había sido tan fácil hasta la llegada de Kodachrome.
La calidad con la que los tonos eran representados inmediatamente enamoró a aquellos aficionados de la fotografías. Su éxito fue tal, que, como se cuenta en Gear Patrol, incluso el cantante Paul Simon le dedicó una canción.
Precisamente, lo que el músico alababa del negativo sería por lo que se popularizaría entre el público. Los colores, que ahora bautizaríamos como vintages, otorgaban cierta aura mística a las escenas, provocando que la instantánea adquiriese unas características difíciles de ser imitadas incluso por fabricantes posteriores.
Son muchos los grandes fotógrafos que han adoptado el Kodachrome como película principal para disparar con su cámara. Un ejemplo de ello es la figura de Steve McCurry, que retrató a la famosa niña afgana que se convirtió en la portada de National Geographic en 1984.
Asimismo, encontramos al autor William Eggleston’s, que también empleó la película para representar “The Red Ceiling”, una imagen que, a pesar de su sencillez, será una de las más representativas del fotógrafo.
Los colores mostrados en numerosas imágenes famosas habrían sido imposibles sin emplear concretamente la película de Kodak, la cual se terminó incorporando como un estándar dentro de un gran grupo de aficionados a la imagen. Se comercializaron diferentes variantes de Kodachrome, cuyas diferencias eran las de la sensibilidad empleada (ISO 25, 40, 64, 200) o el formato (35mm, 16mm, 8mm, Super 8) al que iba dirigido.
En 2009, Kodak anunció el cese de la construcción y comercialización de Kodachrome
Sin embargo, el éxito de ésta terminaría por agotarse. En 2009 la empresa Kodak anunció el cese para la construcción y comercialización de Kodachrome, algo que impresionó a aquellos fans que, aun por entonces, seguían empleando ocasionalmente este tipo de negativo.
Pero la medida tenía bastantes razones de peso, el 70% de los ingresos de la compañía provenían del sector digital, y los materiales necesarios para su fabricación resultaban más costosos que las ventas obtenidas con este producto. Al igual que ocurrió con las cámaras, la tecnología digital acabó arrasando con la analógica, y no precisamente por la calidad (al menos en un principio), sino por el abaratamiento de los costes para su producción.
Incluso National Geographic realizó un documental donde, además de contarnos la historia sobre la creación del popular negativo, también se nos muestra cómo se aprovechó el último carrete disponible de éste.
Aun así, todavía podemos experimentar algo parecido gracias a la cantidad de presets que existen para programas como Lightroom, que permiten emular la esencia de Kodachrome y asimilar nuestra instantánea a las características propias de la película.
El fin de Kodachrome no solo refleja la conclusión de un consumible, sino de una era que deja paso a nuevos productos y a nuevas posibilidades en lo que al ámbito de la fotografía respecta.