Incluso si nunca has escuchado la palabra -lo que es realmente difícil, ya que parece ser el vocablo de moda-, todos sabemos qué es la procrastinación: esa sensación de incomodidad en todo el cuerpo que te hace esperar hasta el último minuto para ponerte a hacer ese trabajo de la universidad, ese impulso que te dice que es un buen momento para un episodio más de esa serie que estás viendo en Netflix, o simplemente, que te pondrás a trabajar luego de que hayas limpiado toda la casa. Procrastinar no es tan sólo elegir algo placentero sobre algo que no tienes ganas de hacer, es elegir cualquier otra cosa en lugar de lo que sabes que deberías estar haciendo.
"No hagas hoy lo que puedas dejar para mañana", es el lema de quienes procrastinamos: postergar lo más posible una tarea importante que sabemos que tenemos que hacer, y que realmente vamos a hacer tarde o temprano. La causa principal de la procrastinación parece ser una dificultad en manejar adecuadamente las emociones, o, como yo suelo llamarlo, la idea errónea de que para hacer algo hace falta que tengamos ganas de hacerlo.
La procrastinación es el resultado de una dificultad emocional: la manera en la que algunas personas enfrentan la ansiedad y el temor ocasionados con llevar a cabo una tarea, que pueden verse causados por una infinidad de causas: miedo al fracaso, miedo al éxito, o una forma de resistencia a la autoridad.**
Tu cerebro en procrastinación
La procrastinación funciona a raíz de una lucha entre el sistema límbico y la corteza prefrontal del cerebro. Dicho así, suena complicado, pero se puede resumir en que el sistema límbico (la zona que incluye el centro de placer del cerebro) se pelea con la corteza prefrontal (la zona que se dedica a planificar las cosas), y cuando el sistema límbico gana, elegimos una tarea placentera a corto plazo por encima de la que nos otorgará satisfacción a largo plazo.
Eso significa que nuestro cerebro se vuelve adicto a la procrastinación, como a cualquier otra cosa que genere cortos impulsos de dopamina. La dopamina modifica las neuronas de tu cerebro y hace que sea más probable que repitas la acción que la ocasionó.
En consecuencia, la principal manera de evitar la procrastinación es estar conscientes de lo que hacemos en el momento en que tomamos esta decisión, ya que de lo contrario, estamos permitiendo que nuestro sistema límbico decida por nosotros, y ya sabemos cómo termina eso.
Lo peor de la procrastinación ni siquiera es la pila de tareas sin hacer acumulándose hasta el último minuto, sino que realmente no nos sentimos bien cuando lo hacemos, aunque nuestro sistema límbico así lo crea. El ciclo de retraso genera una sensación de culpabilidad, ansiedad, pánico y cansancio, y genera estrés en las personas que lo sufren. Sin embargo, éstas están atrapadas en el ciclo. Joseph Ferrari, profesor de psicología en la Universidad DePaul, dice que "decirle a un procrastinador crónico que 'simplemente lo haga' es como decirle a una persona deprimida 'alégrate'."
Cómo vencer a la procrastinación
Hay millones de aplicaciones y consejos para vencer a la procrastinación y dejar de sabotear tu vida. Éstos son sólo los tres que considero más importantes:
- Tómate tu tiempo en serio En especial, averigua cómo estás invirtiendo tu tiempo, y exactamente qué tanto de tu tiempo de trabajo se te va en procrastinar. Aplicaciones como RescueTime te permitirán saber qué aplicaciones usas, y con esa información a la mano, podrás enfrentar aquellas actividades que son las que están consumiendo tus días sin sentido. Sabiendo cuáles son, puedes incluso bloquearlas en tu ordenador.
- Sé realista Recientemente identifiqué un problema fundamental en mi manera de enfrentar las tareas pendientes: mi lista de cosas por hacer para cada día tenía doce o quince ítems en ella. Por supuesto, nunca podía hacer más de la mitad en un día dado, y a mediodía estaba tan cansada y tan desmotivada por todas las cosas que todavía tenía pendientes, que perdía todas ganas de continuar. Al hacer tu lista de tareas, sé realista: identifica cuánto tiempo te tomará cada una de ellas, y cuánto tiempo tienes disponible en el día, y luego, elige aquellas cosas que son más prioritarias y, con sinceridad, saca lo demás y reconoce que no tienes superpoderes.
- Deja de considerarte a ti mismo un procrastinador Por último, deja de referirte a ti mismo como un procrastinador: esto es casi darte permiso, como si te dijeras "vaya, que yo soy así y no voy a cambiar". No es cierto: tú puedes hacerte lo suficientemente consciente de tus decisiones, tomar el control de tu vida y aprender a hacer primero lo que tienes pendiente y luego, con la conciencia limpia y en paz, disfrutar de un maratón de Netflix sin nada molestándote la mente.