Un matrimonio mortal en Carolina del Norte, el nuevo true crimen de Netflix, tiene una complicada labor. Eso, al contar dos versiones totalmente opuestas de un mismo hecho. En 2015, un caso estremecedor sacudió tanto a Irlanda como a Estados Unidos. Se trató del asesinato del ciudadano irlandés Jason Corbett a manos de su esposa Molly y el padre de esta, Thomas Martens. Todo en medio de lo que parecía un confuso escenario de agresión doméstica. Pero lo cierto es que el testimonio de Molly, que afirmaba debió luchar por su vida y la de su padre, pronto despertó múltiples dudas. En especial, cuando los primeros datos de la autopsia forense revelaron que Jason había sufrido una muerte dolorosa y brutal. 

Semanas después, las investigaciones policiales mostraron que más allá de las acusaciones de Molly y su familia acerca del comportamiento violento de Jason, había una serie de preguntas sin respuestas. Un matrimonio mortal en Carolina del Norte intenta responderlas, pero también reconstruir, en la medida de lo posible, lo ocurrido antes del homicidio. Una perspectiva que incluye desde profundizar en la vida de Jason como en la de Molly. A la vez, mostrar la complicada y confusa historia entre ambos. Jason, viajó desde Irlanda hasta Carolina del Norte junto a sus dos hijos tras la muerte de su primera esposa. Fue allí donde conoció a Molly, quien inicialmente trabajaba como niñera para su familia.

En 2011, la pareja contrajo matrimonio. Pero pronto comenzaron los problemas: tensiones constantes, planes de Jason para regresar a Irlanda, y un hogar lleno de conflictos mal disimulados. El clímax llegó la noche del 2 de agosto de 2015, cuando Jason fue asesinado en su propia casa, con sus hijos dormidos al otro lado del pasillo. El documental, de Jenny Popplewell y Jessica Burgess, logra captar el horror de un suceso criminal que sorprende por su crueldad. A la vez, la tortuosa serie de sucesos que finalmente desembocaron en dos juicios. Después, en la condena de Molly y su padre por asesinato en segundo grado. 

Una historia de horror con múltiples versiones

La producción, de Netflix, se filmó en un momento crucial. Molly y su padre estaban en libertad condicional mientras esperaban enfrentar un nuevo proceso legal. Originalmente, ambos fueron declarados culpables de asesinato en segundo grado en 2017, pero la sentencia fue anulada. El documental se adentra en esta compleja maraña judicial, mostrando cómo, en lugar de ir a juicio otra vez, optaron por negociar los cargos. Thomas admitió haber cometido homicidio voluntario; Molly, en cambio, insistió en su inocencia. 

Por último, padre e hija recibieron condenas reducidas, y en 2024 ya estaban en libertad. El caso judicial, lleno de idas y vueltas, revela una constante. La narrativa de la defensa insistía en que se trató de un acto desesperado para proteger a Molly del abuso. Pero la brutalidad del crimen — Jason murió luego de ser golpeado con un bate de béisbol y un bloque de cemento — dejó profundas dudas sobre esa versión.

Molly Martens y Jason Corbett el día de su boda

La noche del crimen, según el testimonio de Molly y su padre, fue una reacción a años de presunto maltrato y violencia doméstica. Martens, un exagente del FBI, alegó haber intervenido para salvar a su hija de un ataque. No obstante, los informes forenses pintan una imagen mucho más sangrienta. La escena del crimen se describió como una carnicería doméstica. Jason mostraba heridas tan numerosas que el forense no pudo contarlas con precisión. Incluso, un trozo de cráneo que literalmente se desprendió en la mesa de autopsias. Un detalle terrorífico que el documental utiliza para plantear el inicio de las dudas de la fiscalía.

Molly Martens, en el documental ‘Un matrimonio mortal en Carolina del Norte’

Pese a estas pruebas, la defensa insistió en que el asesinato se trató de un acto inevitable. En especial, luego de que Molly intentara demostrar que fue víctima de todo tipo de agresiones a lo largo de todo el matrimonio. Para confirmar su versión, la fiscalía tomó declaración a los hijos de la pareja. Ambos eran hijos biológicos de Jason, pero criados por Molly desde la infancia. En medio de las tensiones y exigencias de los días siguientes al asesinato de su padre, los niños admitieron haber escuchado peleas y enfrentamientos entre la pareja.

Sin embargo, el giro de los acontecimientos parecía más una estrategia para provocar que una evidencia de agresión. Quienes conocían a Jason, incluidos familiares y amigos, sostienen que era un hombre amable, muy lejos del monstruo que la defensa intentó presentar. El entorno familiar de Jason en Irlanda — especialmente su hermana Tracey y su esposo David Lynch — tuvo un papel crucial en la reconstrucción de lo que realmente ocurrió.

Mentiras y verdades en un crimen violento

Molly Martens y su padre Thomas Martens

Eso, luego que tras la muerte de Jason, se les excluyera sistemáticamente del entorno estadounidense del fallecido. Molly no contestaba llamadas, no ofrecía información y bloqueaba el acceso a los niños. Durante días, la única información que tuvieron fue una versión tergiversada de los hechos: una supuesta caída accidental durante una pelea doméstica. 

A medida que la verdad emergía, también lo hacía un patrón de manipulación. Molly había mentido incluso en su boda, inventando una larga amistad con Mags, la difunta esposa de Jason. También, aseguró que Mags le había pedido cuidar a los niños, algo que después se demostró era falso. Las entrevistas en el documental revelan cómo estas mentiras fueron la base de una narrativa que buscaba victimizar a Molly a toda costa. Eso, mientras borraba la historia y la humanidad de la verdadera víctima: Jason.

Un final doloroso para una historia turbia

Thomas Martens y sus abogados

El comportamiento errático de Molly no terminó con el crimen. Aunque nunca adoptó legalmente a Jack y Sarah, luchó por la custodia tras el asesinato. Sin embargo, tras un breve proceso judicial, los niños se entregaron a la custodia de Tracey y David, quienes los criaron en Irlanda junto a sus propios hijos. Más adelante, los jóvenes optaron por cambiar legalmente sus apellidos, asumiendo el nombre Corbett-Lynch, en una poderosa declaración de identidad y pertenencia. 

Las contradicciones en los testimonios también fueron clave. Al principio, los niños afirmaron que Jason era violento. Pero luego confesaron que Molly les había pedido que mintieran. Lo que se convirtió en un punto de quiebre en el proceso legal que favoreció la revisión de las condenas. El documental refleja cómo estas versiones infantiles, manipuladas por adultos con intereses propios, terminaron influyendo en el destino judicial de los acusados. Al mismo tiempo, se convirtió en un elemento crucial para comprender hasta qué punto, la verdad sobre el homicidio de Jason Corbett se encuentra en medio de una disputa legal cada vez más turbia. 

La vida actual de las verdaderas víctimas

La familia Corbett, seis días antes de la muerte de Jason.

Uno de los aspectos más impactantes del documental es escuchar directamente a Jack y Sarah, ya adultos. Lejos de buscar venganza, sus testimonios son introspectivos, emotivos y llenos de dolor contenido. Han pasado años construyendo su vida lejos de la sombra de Molly. Por orden judicial, ella no puede tener contacto con ellos, a pesar de su insistencia por hacerlo. En varias partes de su entrevista para Un matrimonio mortal en Carolina del Norte, insiste en que aún les considera sus hijos.

El documental se esfuerza por mostrar que no se trata solo de la pérdida de un padre. También, que todo lo aconteció después es un largo proceso de recuperación emocional y de construcción de identidad. De modo que la historia de Jack y Sarah es, en última instancia, la de cómo dos niños atrapados en el epicentro de una tragedia. Pero que lograron sobrevivir, sanar y afirmarse con una fuerza que conmueve incluso a los más escépticos. Por lo que Un matrimonio mortal en Carolina del Norte termina siendo tanto una crónica criminal como un testimonio del amor familiar que resiste incluso la peor de las tormentas.