Todos tenemos claro que la contaminación por microplásticos es un gran problema y que las resistencias a antibióticos son uno de los mayores problemas de salud pública del siglo XXI. Pero lo que no sabíamos hasta ahora es que ambos fenómenos pueden estar relacionados.
Lo ha descubierto un equipo de científicos de la Universidad de Boston con la realización de un estudio que se acaba de publicar en Applied and Environmental Microbiology. En dicho trabajo se analiza el fenómeno de la plastisfera. Estas son las poblaciones microbianas que viven en la superficie de los plásticos que se desechan al medio ambiente. Se pueden encontrar tanto en piezas grandes como en microplásticos. En ambos es habitual que formen biofilms, una especie de láminas en las que las bacterias colaboran entre sí para hacerse más fuertes ante posibles amenazas. ¿Pero podría eso relacionarse con las resistencias a antibióticos?
Para responder a dicha pregunta, estos científicos llevaron a cabo una serie de experimentos con distintos tipos de microplásticos, de tamaños diferentes. Se analizó cómo se relacionaban con una sola especie de bacterias: Escherichia coli. Pero sí que se comprobó su influencia en el desarrollo de resistencias a cuatro tipos de antibióticos. En todos los casos, se observó una realidad aterradora.
Otras causas de las resistencias a antibióticos
Las resistencias a antibióticos normalmente se relacionan con un mal uso de estos fármacos. Es una relación muy acertada, desde luego.
Las bacterias pueden desarrollar de forma aleatoria mutaciones que les permitan sobrevivir a un tipo concreto de antibiótico, o incluso a varios. Si esto ocurre, al exponer al antibiótico a una población de bacterias, la mayoría de las que sobreviven son las resistentes. También son esas las que se seguirán multiplicando, confiriendo al resto esos mismos genes de resistencia. Además, las bacterias pueden intercambiar genes entre ellas, por lo que cuantas más haya con genes de resistencias más posible será que se los compartan a otras. En cada encuentro con el antibiótico, morirán más bacterias susceptibles y quedarán más bacterias resistentes para la próxima.
Este es el motivo por el que los antibióticos deben usarse solo cuando son estrictamente necesarios y durante un tiempo adecuado. Una exposición demasiado larga o cuando no hay una infección bacteriana, por ejemplo con enfermedades causadas por virus, supone una posibilidad más para las bacterias para enriquecerse en esos genes de resistencia a antibióticos.

Dicho esto, parece claro que el principal factor de riesgo para el desarrollo de resistencias a antibióticos es el mal uso de estos fármacos. Pero ahora sabemos que hay algo más, por inesperado que parezca.
El papel de los microplásticos
Para la realización de su estudio, estos científicos tomaron muestras de tres tipos distintos de microplásticos: polietileno, poliestireno y polipropileno. Los tamaños fueron desde los 0,5 mm hasta las 10 micras. Después, todas esas muestras se pusieron en contacto con cultivos de E.coli durante 10 días. Cada 2 días durante todo ese tiempo, se calculó su concentración mínima inhibitoria. Es decir, la cantidad necesaria de antibiótico para acabar con una infección. Se calculó para cuatro antibióticos: estreptomicina, ciprofloxacina, ampicilina y doxiciclina.
De este modo se observó que, en todos los casos, a medida que pasaban el día de exposición a microplásticos, aumentaba la concentración de antibiótico necesaria para acabar con las bacterias. Llegaba un momento en que nada era suficiente.
Sobre todo se percibió con el poliestireno, independientemente del tamaño de las partículas de microplásticos. Se vio que en este material son más tendentes a formar biofilms. Aunque no lo creamos, todos hemos visto biofilms. Se trata de esa capa resbaladiza que a veces se forma en las bayetas o estropajos de la cocina y no desaparece por mucho que los lavemos. Si las mirásemos al microscopio, veríamos muchas bacterias asociadas.

Los antibióticos no fueron indispensables
En este caso, lo curioso es que incluso al retirar los antibióticos y los microplásticos, las bacterias ya eran resistentes para un próximo encuentro con el fármaco. Posiblemente, en todo ese tiempo que permanecieron más fuertes en el biofilm les dio tiempo a desarrollar más genes de resistencia a antibióticos. Además, esa asociación y quizás algún factor presente en los plásticos aumenta la predisposición a experimentar las mutaciones adecuadas y perpetuarlas.
Lo más aterrador de todo esto es que se vio que se desarrollaron resistencias a antibióticos incluso sin exposición a antibióticos. Por lo tanto, estamos ante un doble problema muy serio. Cada vez hay más microplásticos en el ambiente y en nuestro organismo. Se han encontrado microplásticos en nuestro cerebro, sangre, leche materna y hasta en lo más profundo de los pulmones. Las primeras heces de los bebés ya contienen microplásticos, por lo que los humanos hoy en día vienen al mundo afectados por uno de nuestros mayores problemas de contaminación.
Si a todo eso le sumamos las resistencias a antibióticos, el resultado podría ser terrible. Desde luego, este es un grandísimo motivo para tomarnos en serio de una vez el problema de los microplásticos e intentar buscar soluciones. Pero no solo individualmente. Si las grandes compañías e instituciones no hacen nada, estamos perdidos.