Cuando los antiinflamatorio y analgésicos no son suficientes, las personas con dolor de espalda crónico suelen remitirse a las unidades del dolor de los hospitales. Allí, tras valorar su caso, optan por alguna intervención que reduzca su padecimiento en la medida de lo posible. Son muy habituales las inyecciones epidurales, que adormecen la zona durante un tiempo, tras el que puede ser necesario volver a actuar del mismo modo. Es, sin duda, una de las opciones más frecuentes. Sin embargo, un equipo de expertos acaba de publicar en el British Medical Journal (BMJ) un informe en el que se desaconseja este tipo de intervención.
No la desaconsejan porque sea peligrosa. Es cierto que puede llegar a serlo si no se administra bien la inyección, pero esto es algo poco habitual si el personal sanitario está bien entrenado. También puede suponer algunos efectos secundarios, pero no se ha descubierto ninguno nuevo por el que sea más desaconsejable. La cuestión es que, según el estudio llevado a cabo por estos expertos, no parece que estas inyecciones sirvan de nada contra el dolor de espalda crónico. Al menos no más que un placebo.
Por ese motivo, no vale la pena exponerse a los efectos secundarios, por pocos que sean. Los autores de la publicación reconocen que será difícil cambiar una concepción tan arraigada. Es posible que sea necesario que otros grupos de científicos realicen los mismos experimentos para corroborarlo. Pero, mientras tanto, insisten en que las inyecciones en la columna son un gasto innecesario para la sanidad, ya sea pública o privada, y una intervención al paciente que se podría evitar. Ahora bien, ¿cuál es la alternativa? Ahí está la parte complicada de esta historia.
Los motivos por los que desaconsejan las inyecciones en la columna
En realidad, el estudio que se acaba de publicar en BMJ es una revisión, tanto de ensayos aleatorios como de estudios observacionales. Los primeros son aquellos en los que un grupo de pacientes se exponen de forma aleatoria a un tratamiento o un placebo para luego comparar los resultados de unos y otros. En cambio, con los estudios observacionales no hay tanta metodología previa. Simplemente se observan los resultados de aplicar un tratamiento concreto a un grupo de personas.
En total se revisaron 13 procedimientos, incluidos tanto en ensayos aleatorios como en estudios observacionales. Todos estos son procedimientos que se emplean habitualmente para tratar el dolor de espalda crónico no canceroso.
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Al revisar los resultados de todos estos estudios y ponerlos en común, “se concluyó que no había evidencia de alta certeza para ningún procedimiento o combinación de procedimientos”. Por otro lado, “toda la evidencia de certeza baja y moderada sugiere que no hay alivio significativo para el dolor axial (en un área específica de la columna vertebral) o el dolor radicular (que se irradia desde la columna vertebral hasta los brazos o las piernas) para las inyecciones en la columna vertebral en comparación con los procedimientos de placebo”. Por lo tanto, “recomiendan encarecidamente su no uso”.
Estas inyecciones incluyen las de anestesia local, como la epidural, pero también las de esteroides o la combinación de ambas. Además, tampoco encuentran beneficios remarcables en la ablación por radiofrecuencia sumada a las inyecciones de esteroides. En resumen, no parece que inyectar la columna aporte ningún beneficio contra el dolor de espalda crónico.
¿Cuáles son las alternativas para el dolor de espalda?
Desgraciadamente, en este estudio no se dan alternativas que sí sean eficaces para tratar el dolor de espalda. Sus autores sostienen que sería interesante investigar más a fondo para “establecer los efectos de los procedimientos intervencionistas en resultados importantes para los pacientes, como el uso de opioides, el regreso al trabajo y la calidad del sueño”.
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Se sabe también que la intervención de la dieta también puede ayudar a algunos pacientes con dolor de espalda. En definitiva, habría que ver cómo ciertos cambios de hábitos pueden ser beneficiosos para no tener que recurrir a intervenciones mucho más invasivas que, para colmo, parece que no funcionan. Al menos, es lo que parece si tenemos en cuenta el estudio de este panel de expertos.