El videojuego Civilization VI busca simular cómo una civilización se desarrolla. Desde que solo es capaz de poner semillas en el suelo, hasta que se acostumbra a poner satélites en el espacio. Como jugador tu objetivo es derrotar al resto de civilizaciones, debes decidir si te vas a convertir en una potencia científica, cultural, religiosa o militar. Cada una tiene sus ventajas, pero la última es la más simple. Ya que mientras las demás comunidades desarrollan sus habilidades, tú solo tienes que construir un ejército fuerte que te permitirá arrebatarle en unos cuantos turnos, lo que les ha tomado siglos en construir. Así, cuando conquistas una ciudad, si esta poseía varios recursos científicos: universidades, institutos de investigación, instalaciones para lanzar cohetes, etc., pues ahora todo te pertenece a ti. De eso se trataba la Operación Paperclip.

La Alemania Nazi fue capaz de conquistar la mayoría de Europa en unos pocos años porque contaba con excelentes capacidades tanto industriales como científicas. Profundamente herido por la derrota que sufrió su nación durante la Primera Guerra Mundial, Hitler rediseñó la sociedad alemana por completo con un solo objetivo en mente: luchar una guerra que lograría convertir a su país en el más poderoso del planeta, a través de aplastar a todos sus competidores.

Como en toda actividad cuya recompensa puede ser enorme, el riesgo también suele serlo. Si tu objetivo es adueñarte por la fuerza de todo lo valioso en el continente europeo, pues al fracasar tu nación será desmantelada y desde entonces controlada por las naciones que te vencieron. Ese fue el destino de Alemania. Cuando yacía en ruinas, las potencias ocupadoras, Estados Unidos y la Unión Soviética, comenzaron una subasta que cambiaría el curso de la historia. El premio eran los científicos nazis, quienes estaban detrás de las atrocidades más ruines jamás cometidas, pero cuyo conocimiento era invaluable. En eso consistía la Operación Paperclip: mientras más científicos alemanes te llevaras a los Estados Unidos, menos obtendría la Unión Soviética.

Hitler se jugó el destino de su nación y perdió. Los alemanes pagarían por ello con sus vidas. Imagen generada con IA.

Una competencia urgente

En 1945, los miembros del Joint Intelligence Committee escribieron 16 reportes de inteligencia sobre las capacidades militares y las intenciones futuras de la Unión Soviética. Afirmaban que esa nación pretendía buscar la dominación mundial del comunismo. Le advirtieron a los Joint Chiefs of Staff, los administradores de cada división del ejército americano, que ocho de los diez científicos alemanes más destacados en el campo de los misiles guiados habían desaparecido, se creía que habían sido reclutados por los rusos. No contentos con eso, los rusos habían desmantelado dos institutos de física alemanes enteros, transportándolos a su territorio para rearmarlos. Este reporte motivó a los estadounidenses a potenciar sus esfuerzos para hacerse con los mejores científicos de la nación derrotada. La agencia de inteligencia encargada de escribir estos reportes organizó un nuevo grupo de agentes que se encargaría de administrar la Operación Paperclip.

El objetivo principal de la Operación Paperclip era garantizar la supremacía científica y militar de los Estados Unidos sobre la Unión Soviética. Esta rivalidad existencial fue la que justificó que el ejército americano hiciera todo lo posible por contratar a más de 1600 científicos alemanes, muchos de ellos bajo sospecha de ser criminales de guerra. Las consideraciones morales fueron ignoradas por completo. Justo después de acabar con un régimen que estaba en proceso de cometer el genocidio más atroz de la historia, los Estados Unidos contrató a muchos de los hombres directamente responsables por los horrores engendrados por la máquina de guerra que era el ejército alemán. Por supuesto, nadie esperaba que los soviéticos tomaran en cuenta la ética, considerando cómo trataban a sus propios ciudadanos. Pero se suponía que los Estados Unidos asignaba tremenda importancia a los derechos humanos.

En 1946, el Presidente Harry Truman dio la orden para que fueran puestos bajo custodia militar temporal, ya que trabajarían directamente para proyectos del gobierno. Entre todos, el más importante sería Wernher von Braun, el hombre responsable por diseñar el misil balístico guiado V-2, conocido por aterrorizar a los ingleses durante las campañas de bombardeo. Era un arma sin precedentes, puesto que ningún avión era capaz de derribarla. Lo que llevó al general Dwight D. Eisenhower a decir: “Parecía probable que, si los alemanes hubieran tenido éxito en perfeccionar y usar estas nuevas armas seis meses antes de cuando lo hicieron, nuestra invasión de Europa hubiera resultado bastante difícil, quizá imposible”.

Wernher von Braun, el científico de mayor prestigio de la Alemania Nazi, contemplando el lanzamiento del Apollo 11. Imagen generada con IA.

Se estima que 9.000 personas murieron a causa del poder explosivo de este invento. Irónicamente, más seres humanos perecieron durante su construcción, unos 12.000, dado que los nazis utilizaron a trabajadores esclavos, incluidos miles de presos en campos de concentración, quienes trabajaron bajo condiciones infernales para hacer posible el arma. No obstante, los estadounidenses pondrían al hombre responsable por esto a dirigir su programa espacial.

Científicos Nazis hacen posible llegar a la Luna

Un grupo de científicos alemanes especializados en el diseño de cohetes, incluyendo a Wernher von Braun y al general Walter Dornberger, se entregaron a los estadounidenses el 2 de mayo de 1945. Para ese momento, Von Braun ya era el objetivo número uno de la Operación Paperclip. El alemán estaba convencido de que los americanos no le harían ningún daño, confiado en que su trabajo era demasiado importante para que consideraran deshacerse de él.

Tenía razón. Al ser interrogado por oficiales de inteligencia americanos, Von Braun les presentó un reporte en el que pronosticaba futuros viajes a la luna, satélites orbitando la Tierra y estaciones espaciales. Reconociendo el potencial de esas ideas, el científico fue transferido (junto con 112 de sus colegas) a Fort Bliss en el estado de Texas. Allí comenzarían a realizar experimentos, usando el famoso V-2, esta vez no para destruir ciudades, sino para alcanzar la última frontera, el espacio. Durante esta época, Wernher von Braun era custodiado minuciosamente, ya que el gobierno temía que fuera secuestrado por naciones enemigas.

El lanzamiento de su primer proyecto en 1947, el cohete Hermes II, fue un completo desastre. Se suponía que volaría hacia el Norte, pero graves errores en su diseño ocasionaron que se desviara en la dirección opuesta, estrellándose directamente en México. La explosión creó un cráter de quince metros de ancho y siete de profundidad, afortunadamente nadie salió herido, pero el incidente fue bastante vergonzoso para todos los involucrados.

El Presidente Harry Truman viendo despegar a un cohete Saturn V dirigido hacia la luna. Su aprobación de la Operación Paperclip hizo posible este logro. Imagen generada con IA.

Wernher von Braun se convirtió en una figura pública luego de que protagonizara una serie de videos educativos producidos por Disney. En ellos el alemán compartía su pasión por los cohetes, inspirando a los espectadores al explicar cómo el ser humano podía usar su inteligencia para conquistar el espacio. También jugó un rol central en el diseño del parque temático de Disney, Tomorrowland.

Años más tarde, en 1967, el cohete Saturn 5, diseñado por Von Braun y su equipo, por fin haría su exitoso debut. Justo antes de Navidad, en 1968, ese cohete sería responsable por transportar a los astronautas responsables por la misión Apolo 8. Se convirtieron en los primeros en orbitar la Luna. Entre 1969 y 1972, el equipo del alemán sería responsable por enviar a la Luna exitosamente a seis grupos distintos de astronautas. El alunizaje representa el logro más destacado e icónico de la Operación Paperclip. Marca la victoria de los Estados Unidos en la carrera espacial contra la Unión Soviética. Conocer la historia de cómo fue que este éxito fue alcanzado produce en nosotros más preguntas que respuestas.

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