Muchas personas con dolor crónico optan por fumar marihuana para evitar este padecimiento. Lamentablemente, esto conlleva experimentar también los efectos psicoactivos perniciosos de algunos de sus compuestos, como el tetrahidrocannabinol (THC). Por eso, poco a poco ha ido aumentando la fama de otro cannabinoide, conocido como cannabidiol (CBD), que carece de efectos psicoactivos, pero sí que parece eficaz para tratar el dolor. El problema es que, según una nueva revisión, publicada por científicos de Canadá y Reino Unido, el poder del CBD para tratar el dolor podría haberse sobrevalorado todo este tiempo.

En su estudio señalan que buena parte de la investigación existente sobre los efectos del CBD para tratar el dolor se ha llevado a cabo con animales. Hay muy pocos ensayos clínicos con humanos, pero si sus resultados fueran concluyentes podría bastar para apoyar su eficacia. Gracias a este trabajo, ahora sabemos que ese no es el caso y que los resultados de los ensayos clínicos que se han realizado dejan mucho que desear

La conclusión de este estudio es que, con las evidencias actuales en la mano, el poder del CBD para tratar el dolor podría ser mucho menor de lo que pensábamos. Ahora bien, eso no quiere decir que haya que descartarlo. La proposición de los autores de la revisión es aumentar la investigación en torno a este tema. En el mundo hay muchísimas personas que padecen dolor crónico y merecen tratamientos con una evidencia suficientemente contrastada. Incluso cuando algo se reviste de natural, es importante comprobar que realmente funciona. Si no, el esfuerzo no servirá de nada.

El papel del CBD para tratar el dolor

Los cannabinoides endógenos son unas sustancias que actúan como neuromoduladores. Es decir, tienen la capacidad de regular la liberación de ciertos neurotransmisores y, así, controlar la forma en la que se transmiten señales a través del sistema nervioso.

Por ejemplo, si hay un exceso de un neurotransmisor en concreto, como el glutamato, se provoca la liberación de cannabinoides endógenos, que se unen a unos receptores, conocidos como receptores de cannabinoides, y envían una señal para que se bloquee la liberación de glutamato. En el momento en el que los niveles de este último son adecuados, los cannabinoides se separan de su receptor y todo vuelve a la normalidad.

Todo esto ocurre de forma natural en nuestro sistema nervioso. La mayoría de vertebrados cuentan con este sistema endógeno de cannabinoides. No obstante, se ha comprobado que también existen sustancias cannabinoides liberadas por plantas. Concretamente, todas las variedades de la planta Cannabis sativa contienen distintos tipos de cannabinoides, cuyos niveles dependen en gran medida de la variedad de la que estemos hablando.

Los dos cannabinoides vegetales más conocidos son el THC y el CBD. Ambos tienen la capacidad de unirse a los mismos receptores de cannabinoides que los que produce nuestro propio organismo. El problema es que, al no ser una cascada regulada por nuestro sistema nervioso, pueden pasar más tiempo del debido unidos al receptor. Esto produce efectos diferentes para cada cannabinoide. Por ejemplo, el THC es más psicoactivo, afecta a la memoria, la atención o las emociones. En cambio, el CBD no es psicoactivo y podría tener funciones muy útiles. Sobre todo se ha estudiado el papel del CBD para tratar el dolor, pero también otras afecciones y síntomas, como las convulsiones.

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Inicialmente muchas personas fumaban marihuana directamente para tratar el dolor. Crédito: Thought Catalog (Unsplash)

Muchas formas de administración

El cáñamo es una variedad de C.sativa que produce mucho CBD y poco THC. Por eso, en el pasado, para exprimir los efectos del cannabidiol, se consumía directamente la planta. Sin embargo, con el tiempo muchos laboratorios han empezado a aislar directamente el cannabinoide. De este modo han surgido todo tipo de productos, desde aceites hasta cremas, pasando por píldoras y gominolas. 

Lamentablemente, según algunos estudios posteriores al que se acaba de publicar, muchos de estos productos no tienen un etiquetado adecuado. Por ejemplo, una investigación realizada en 2022 se dedicó a analizar el etiquetado de 105 productos, de los cuales el 35% tenían también THC, a pesar de que no estaba indicado en ningún sitio. Otras veces solo tienen CBD, pero a dosis diferentes a la que señala la etiqueta.

Las personas que toman CBD para tratar el dolor también deben tener en cuenta las dosis. Por muy natural que sea, no se deben exceder ciertas cantidades, pero si estas no se indican adecuadamente es imposible hacerlo bien.

Quizás no sea tan útil como parece

El metaanálisis que se acaba de publicar en The Journal of Pain analiza 16 ensayos clínicos realizados en humanos entre 2020 y 2023. Estos involucraron a 917 pacientes que tomaron diferentes formatos de CBD para tratar el dolor.

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En 15 de los 16 estudios el dolor no mejoró más que con un placebo. Crédito: Yuris Alhumaydy (Unsplash)

En 15 de ellos, se concluyó que las mejorías experimentadas no fueron mayores que con un placebo. Por lo tanto, se le está dando a este cannabinoide una virtud que puede que no tenga. Es importante investigar muchísimo más en esta línea. Todas las personas que padecen dolor a diario lo merecen. No basta con callarles con un placebo disfrazado de medicina natural. Se debe comprobar que lo que se les da realmente funciona. 

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