En la película Pobres Criaturas de Yorgos Lanthimos, nominada en 11 categorías en la edición 2024 de los premios Oscar, ocurren muchas cosas a la vez. Por un lado, Bella Baxter (Emma Stone), no solo desea probar y descubrir cada aspecto de la existencia. También, ansia comprender su propósito al existir y sobre todo, qué debe esperar del mundo, ahora que está en él y tiene una voraz necesidad de disfrutarlo. Al otro extremo, se trata de una nada disimulada visión acerca de varios tropos de la ciencia ficción referidos a las mujeres. También, a la libertad del cuerpo, de la conciencia y la búsqueda de la identidad. Todo, en medio de escenarios alucinantes y una puesta en escena que sorprende por su osadía visual.

Pero más allá de los chistes burlones sobre el cómo es ser hombres y mujer en el mundo, el sexo, la vida y la muerte, Pobres criaturas toca temas durísimos. Cada uno, analizado con propiedad. Tanto, como para que, a medida que avanza la película, sea más evidente que nunca, una burlona y en ocasiones grotesca visión acerca del ser humano. También, que su premisa cambia para hacerse más densa. No se trata únicamente de las condiciones en que una mujer puede ser libre y cuál es el sentido de esa libertad. 

Al mismo tiempo, se trata de una reflexión acerca de cómo el arte, la literatura, la ciencia y la cultura comprenden a las mujeres. Bella, nacida en un laboratorio por obra del científico Godwin Baxter (Willem Dafoe), no entiende acerca de límite alguno. Pero además, está decidida a comprobar que tan compleja y sensual puede ser la vida. Lo que la lleva a una búsqueda hedonista de su personalidad y lugar en el mundo. En el trayecto, hay mucho sexo, risas y conversaciones filosóficas. Sin embargo, en especial, cinco ideas polémicas que la película lleva a una nueva dimensión de debate y reflexión. Te dejamos una lista de cuáles son las más llamativas y extrañas. En nuestro análisis, hay algunos spoilers, por lo que si no has visto la película, te recomendamos tener cuidado con lo que lees a continuación. 

El teorema de la vida y la muerte

Bella está viva gracias a una decisión humana; no de la naturaleza. Al igual que Frankenstein de Mary Shelley y el libro origen en que se basa la película de Alasdair Gray, es el resultado de un experimento. El científico, al que llama padre, tomó el cuerpo de una mujer que se suicidó estando embarazada y lo reanimó. Eso, después de trasplantar el cerebro del bebé al cadáver. 

El resultado es una criatura híbrida, la talla y edad biológica de un adulto, pero el cerebro — y toda la voracidad — de un bebé. Lo que lleva a que el comportamiento del personaje de Stone a ser frenético, desesperado, cruel en ocasiones y casi siempre, libre de toda atadura. Esto último, puesto que según su visión de las cosas, no hay nada que temer y que no merezca ser disfrutado. 

Detrás de la premisa extravagante, hay una cuidadosa idea acerca de la vida. Quién tiene derecho a darla y a quitarla, incluso si es la propia. La película de Yorgos Lanthimos profundiza y analiza el derecho sobre el cuerpo y la posibilidad que la necesidad biológica de sobrevivir sea primitiva. Esto es: que no dependa de intervención divina o mística alguna. El debate parece ir un poco más allá, mientras analiza situaciones como el suicidio y la vida prenatal, como hechos científicos separados de lo humano. Lo que abre cuestiones acerca del aborto, el derecho a morir y una serie de ideas que la cinta muestra, con toda una libre alegoría.

El sexo y el placer

Godwin dedica tiempo e interés en analizar el desarrollo físico y mental de su creación. Pero Bella, excede cualquiera de sus cálculos al descubrir que su cuerpo es por completo sensorial. El guion de Tony McNamara toma como punto de partida la masturbación, para narrar una visión sobre la libertad y la falta de ataduras morales. 

Por un lado, parodia la Ilustración — y el sentido del siglo XIX del crecimiento intelectual — cuando Bella se descubre a sí misma, no mediante los libros. Lo hace a través de deseo y la necesidad sexual. Al otro extremo, reflexiona sobre el frecuente tema de la caída de la Gracia — o virginidad — solo que esta ocasión, es un despertar sexual salvaje. 

La cinta toma el símbolo de Eva — una comparación que se usa más de una vez para analizar a Bella — y lo transforma en la capacidad de ser plena. Tanto, como para que la analogía esté completa cuando Bella escapa de su refinado mundo en el que se encuentra cautiva de manos de Duncan Wedderburn. El personaje de Mark Ruffalo, encarna la tentación y la caída.

La contraposición de ser libertina y libre

Uno de los puntos más interesantes de la película, es, además, revisar varios de los tópicos de la ciencia ficción, para analizarlos desde una óptica nueva. En particular, el de la criatura cándida en busca de su lugar en la creación. Un punto que Mary Shelley utilizó en Frankenstein al hacer que su monstruo tuviera que recorrer el mundo humano para comprenderse, huérfano y rechazado por Víctor. Alasdair Gray también lo hace en su libro, al mostrar a Bella como una criatura que no se atiene a ningún límite. 

Pero es la película la que logra pulverizar varias ideas de ciencia ficción relacionadas con la figura de la mujer. Bella es ingenua pero jamás inocente. También es libre y libertina, dos ideas que, en el género, suelen ser contrarios. Pero en la película, son elaborados a través de la capacidad del personaje para tomar decisiones. En realidad, tiene una profunda inteligencia y conciencia sobre su cuerpo, que comienza con la necesidad de disfrutar de los placeres de la carne en todos sus extremos. 

Bella no tiene vergüenza, culpa o recato, en el sentido en cómo la cultura victoriana (o la actual), comprenden ambos términos. Y al prescindir de esos conceptos, rompe con el paradigma que puede ser libertina pero jamás libre. Bella es ambas cosas e incluso, una criatura que logra no pertenecer a nadie — o a nada— gracias a su apetito voraz por vivir. 

De las sombras al color

Yorgos Lanthimos utiliza apropiadamente los elementos cinematográficos para contar cómo Bella va de la oscuridad (no reconocerse) a la plenitud de la existencia. Las primeras secuencias de la película son en blanco y negro, para saltar a un color radiante y a una perspectiva de ojo de pez. El mensaje es obvio. La vida o la manera en que la comprendemos, depende de cómo es el apetito por las experiencias que se puede satisfacer.

Se trata de una idea retorcida y polémica, puesto que excede la moral. Si el cuerpo y la mente solo están hechos para ser disfrutados, según Bella descubre, cualquier ética o sentido de lo permisible, desaparece. Una perspectiva que remite al buen salvaje o incluso, al disfrute total de la naturaleza primitiva al estilo de lo que la mitología imagina a Eva. 

El poder físico y el que brinda la mente

Otro concepto polémico que atraviesa Pobres criaturas, es el pensamiento acerca del poder que proviene del cuerpo. Bella rechaza todas las ataduras, compromiso o necesidad de conectar directamente con cualquier otro ser humano, no por crueldad. En realidad, lo hace en la búsqueda de la individualidad y sin temer, que la decisión le cargue con responsabilidades y culpas.

Para su escena final, la película dejó claro que Bella es un experimento que, para la época, fue fallido. Pero que para el futuro, es una nueva forma de comprender el deseo, la lujuria y la búsqueda intelectual. Una premisa que el guion de Tony McNamara sostiene hasta su deslumbrante secuencia de cierre. 

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