La Navidad es época de villancicos, regalos, adornos y, desde luego, comidas y celebraciones a las que no siempre nos apetece ir. Pero a veces parece que rechazar invitaciones está vetado en estas fechas. De hecho, es algo que nos suele costar trabajo en cualquier época del año. Pensamos que haremos daño a la persona que nos invita o que podríamos incluso crear un conflicto.
Sin embargo, según un nuevo estudio, publicado por psicólogos de la Universidad de Virginia Occidental e investigadores del Instituto de Tecnología de Nueva York, rechazar invitaciones no es tan malo como creemos. De hecho, el coste psicológico puede ser mayor para todos cuando nos obligamos a acudir a una celebración que, en el fondo, no nos apetece.
Además, esto es aplicable tanto si el que invita es nuestra propia pareja como si es alguien menos cercano. Debemos aprender a decir que no. Por nuestro bien y porque, en realidad, la persona que recibe la negativa no lo pasará tan mal como solemos pensar.
Rechazar invitaciones no es tan malo
Este estudio sobre rechazar investigaciones constó de cinco experimentos. En el primero, los 2.000 participantes voluntarios se dividieron en parejas. En cada una de ellas se simulaba una invitación para ir al restaurante de un chef famoso. Un miembro de la pareja era el que invitaba y el otro el que recibía la invitación. A este último se le dijo que tenía que responder que preferían quedarse tranquilos en casa. A los que invitaban se les informaba de que su amigo se había negado, exactamente por ese motivo.
Al preguntarles sobre sus sentimientos al respecto, se vio que era más probable que, al rechazar la invitación, predijeran que su amigo se enfadaría, se decepcionaría y se resistiría a volver a invitarles a algo en un futuro.
Sin embargo, al preguntar a los que habían hecho la invitación, no se sentían tan mal como predijo el otro miembro. "La gente tiende a exagerar el grado en que la persona que emitió la invitación se centrará en el acto del invitado que rechaza la invitación, en lugar de los pensamientos que pasaron por su cabeza antes de que se negaran", señala Julian Givi, uno de los autores del estudio.
En otro experimento, participaron parejas sentimentales reales. Se dividieron según el tiempo que llevaban juntos. Este podía ser menor de 6 meses, de 6 meses a 1 año, de 1 a 5 años o más de 5 años. Hecha esta división, se entrevistó a cada miembro de la pareja por separado. A uno se le pidió que propusiera al otro un plan para hacer juntos que le apeteciese mucho. Mientras tanto, al otro se le dijo que debía rechazar el plan, fuese cual fuese, alegando que prefería quedarse en casa y descansar.
De nuevo, al preguntarles sobre sus sentimientos, los que tenían que rechazar la invitación se sintieron mal. Pensaban que su pareja se enfadaría. No obstante, aunque hubo variaciones entre personas, en general la respuesta no fue tan negativa como habían previsto.
Incluso puede ser beneficioso
En fechas como la Navidad, nos vemos rodeados de tantos estímulos y tantas reuniones que todo puede ser agotador para nuestra salud mental.
Por eso, estos científicos concluyen que rechazar invitaciones puede ser bueno para todos. La persona rechazada no se lo toma tan a la tremenda y la que rechaza puede disfrutar de ese tiempo haciendo algo que le llene más.
En definitiva, los psicólogos siempre insisten en la importancia de aprender a decir que no, en múltiples contextos. Este, de hecho, es uno de los más inocentes. Simplemente se trata de dar prioridad a nuestras necesidades, sin imposiciones sociales. Con eso, generalmente, no haremos daño a la otra persona y, sobre todo, no nos lo haremos a nosotros mismos. Son todo ventajas.