Podríamos pensar que dar regalos nos hace humanos, pero lo cierto es que no. Al menos no exclusivamente. Hay animales como el alcaudón o la rata que también intercambian presentes, ya sea con fines sociales o de apareamiento. Pero está claro que debe haber algo evolutivo en los humanos que nos ha hecho seguir realizando esta práctica con el paso de los años, independientemente de la cultura o el estatus social.

Si lo pensamos fríamente, dar regalos no parece algo muy inteligente. Estamos ofreciendo a otra persona un objeto que podríamos quedarnos nosotros, con el gasto económico que eso supone. Pero lo seguimos haciendo, año tras año, ocasión especial tras ocasión especial.

Muchos antropólogos han estudiado este fenómeno, con diferentes conclusiones, según explica uno de ellos, Chip Colwell, en un artículo publicado en The Conversation. Sin embargo, hay una hipótesis que, para él, parece tener más fuerza que el resto. Entre otras cosas, porque no difiere tanto de los motivos por los que otros animales optan también por dar regalos.

Dar regalos es una cuestión social

La hipótesis a la que hace referencia Colwell en su artículo la enunció en 1925 el antropólogo francés Marcel Mauss.

Según él, la costumbre de dar regalos se sostiene sobre tres pilares, en forma de acciones separadas: dar, recibir y corresponder.

Las dos primeras están claras. Una persona da un regalo a otra, expresando así su amabilidad, generosidad y amor. Esa otra persona lo recibe, mostrando una predisposición a ser honrada. Y, finalmente, está la intención de corresponder. Aunque no es obligatorio, existe la regla no escrita de que los regalos deben ser recíprocos. Al dar un regalo a alguien, cedemos a esa persona el testigo para que nos regale a nosotros más adelante. Además, ese regalo suyo nos invita a nosotros a volver a regalar, entrando así en un ciclo de dar regalos que nos mantiene unidos durante mucho tiempo. Es, por lo tanto, una forma elegante de establecer relaciones sociales.

Todos buscamos la reciprocidad

En los animales quizás no exista ese hábito de devolver los regalos, pero tampoco se hacen de forma totalmente altruista. 

Por un lado, encontramos a los machos que hacen a la hembra regalos de apareamiento. No buscan otro regalo, pero sí algo tan importante como el favor de la hembra para reproducirse y perpetuar la especie.

Esto ocurre mucho tanto en aves como en insectos. Entre las primeras, por ejemplo, tenemos el caso del alcaudón real. Normalmente, el macho atrae a la hembra con danzas y cantos específicos. Pero muchas veces va más allá y opta por dar regalos en forma de comida. Se ha observado que los regalos más grandes aumentan la probabilidad de que estas se apareen con ellos, por lo que es algo muy importante.

Entre los insectos destaca, por ejemplo, un hábito de las luciérnagas. En su caso, el macho regala a las hembras una especie de paquete que contiene más de 200 proteínas y otras sustancias químicas que podrían aumentar la cantidad de huevos que pone la hembra. Además, incluye lucibufagina, una sustancia que vuelve tóxicas a las luciérnagas para sus depredadores. 

Otros animales, en cambio, buscan socializar, ya sea entre ellos o con otras especies. Por ejemplo, las ratas suelen intercambiar favores, como el acicalamiento, o regalos materiales en busca de comida. Se ha observado que esta es parte de la base de sus relaciones sociales, pues el animal que recibe queda endeudado y, llegado el momento, devuelve el favor. Exactamente igual que con los animales.

Para algunas aves, como los cuervos, dar regalos es una forma de congraciarse con otras especies. Es por eso por lo que, por ejemplo, se ha observado que suelen regalar objetos robados a los humanos que les tratan bien.  En este caso, no buscan reciprocidad directa, pero sí muestran agradecimiento y, sobre todo, conexión con individuos de otra especie que podría darle favores en forma de ayuda, llegado el caso.

luciérnagas
Las luciérnagas se dan regalos de apareamiento. Crédito: Tero Keski-Valkama (Wikimedia Commons)

Otra forma de dar regalos

En su artículo para The Conversation, Colwell señala que, puesto que la intención de dar regalos es simplemente establecer relaciones sociales, no es necesario que estos sean necesariamente materiales.

Pueden darse presentes en forma de experiencias, como un masaje o una comida, u optar por manualidades u objetos reciclados. Esta sería una forma de frenar el consumismo de ciertas fechas, como las Navidades, sin interferir en los entresijos evolutivos que nos han traído hasta aquí. 

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