El cinturón de seguridad fue una de las primeras medidas de seguridad vial que se incorporaron a los automóviles. Gracias a ellos se han salvado millones de vidas en accidentes de coche. En España, no fueron obligatorios hasta 1974. Y en vías urbanas, no se implementó hasta 1992. Es más. Los cinturones de seguridad estuvieron durante muchos años limitados a la zona del conductor y del copiloto. Quienes viajábamos detrás, no teníamos ese privilegio. Por suerte, los tiempos cambian. Y ya es algo normal abrochar los cinturones traseros cuando ocupamos esas plazas.
En la actualidad, además de ser obligatorio abrochar los cinturones, traseros y delanteros cuando alguien ocupa esos asientos, si no lo hace, los automóviles actuales tienen un sistema de aviso sonoro y visual que no se desactiva hasta que la hebilla de cierre no entra en contacto con la correspondiente lengüeta de cierre. Pero existe una duda que tal te hayas planteado y que surge de vez en cuando en el ámbito de la conducción: ¿qué hacer con los cinturones traseros cuando nadie viaja detrás?
La lógica nos diría que si nadie utiliza algo, no deberíamos tocarlo. Por ejemplo. Si no hace frío, no es necesario activar el aire acondicionado. O si es de día, para qué encender las luces del vehículo. O en el caso que nos ocupa: para qué abrochar los cinturones traseros si viajamos solos. Pero, como ocurre con las luces del automóvil, hay situaciones en las que las luces son necesarias de día. Y respecto a los cinturones traseros, hay quien recomienda abrocharlos siempre. Y hay un motivo para argumentar esta decisión.
Para qué sirve el cinturón de seguridad
A estas alturas, todos estamos familiarizados con los cinturones de seguridad. Y sabemos que son necesarios porque si nuestro vehículo da un frenazo o sufre una colisión, el cinturón hace que permanezcamos en nuestro asiento en vez de salir disparados. La Dirección General de Tráfico afirma que en 2020, 125 personas fallecieron en accidentes de tráfico sin llevar puesto el cinturón. El 26% del total. Una cifra que se podría haber reducido de haberlo llevado.
Como otras medidas de seguridad vial, el cinturón no es 100% efectivo, pero sí reduce con creces las posibilidades de morir en un accidente en carretera. Según las estadísticas de la DGT, reduce el riesgo de fallecimiento en un 77%. Y si no es motivo suficiente para llevarlo, delante y detrás del vehículo, “no usarlo es una infracción grave penalizada con 200 € de multa y con la pérdida de 3 puntos en el carné si eres el conductor”.
En cuanto a la función del cinturón, abrochar los cinturones traseros y delanteros cuando vamos en un automóvil sirve para amortiguar la deceleración en caso de choque. En palabras de la DGT, el cinturón hace de paracaídas. Y pone un ejemplo práctico. “en un choque a 80 km/h contra un objeto rígido los ocupantes del coche se verían lanzados hacia delante con una fuerza 80 veces superior a su peso”.
Cómo llevar correctamente el cinturón
A continuación, una lista de recomendaciones básicas sobre el uso del cinturón:
- Todos los cinturones deben abrocharse, delanteros y traseros, en las plazas ocupadas.
- El cinturón debe ir bien ceñido al cuerpo. Ni pinzas ni prendas muy gruesas. Restan eficacia.
- No debes poner nada debajo del cinturón para ir más cómodo.
- Evita usar toallas o fundas en los asientos.
- Al abrocharlos, procura que no estén enganchados o enrollados.
- La parte superior debe pasar por la clavícula, entre cuello y hombro. Si pasa por el cuello, “podría causar lesiones graves en caso de accidente”.
- El asiento demasiado inclinado resta eficacia al cinturón y puede estrangular en caso de accidente.
- En caso de accidente, se recomienda cambiar el cinturón porque su trenzado pierde eficacia y puede haber roturas en el sistema de anclaje.
Abrochar los cinturones traseros, ¿para qué?
Cuando los expertos hablan de abrochar los cinturones traseros o delanteros, surgen dos expresiones. La primera es el efecto submarino. Y la segunda es el efecto elefante. La propia Dirección General de Tráfico habla de ello en sus publicaciones divulgativas.
El efecto submarino se da cuando alguien no va bien sujeto por el cinturón. Porque va demasiado holgado o por estar mal ajustado. Al producirse un choque, nuestro cuerpo “presiona el asiento hacia abajo y se desliza por debajo de la banda abdominal”. Esto hace que podamos “chocar contra el volante, el salpicadero o la parte baja del habitáculo”. Resultado: lesiones en espalda y pelvis, rotura de fémur y hemorragias internas graves.
Por su parte, el efecto elefante también se produce en accidentes de circulación. Tal y como explica la Dirección General de Tráfico en su revista oficial, “cuando un pasajero que viaja en el asiento trasero no se abrocha el cinturón de seguridad y se produce un frenazo, este golpea a quien marcha en el asiento delantero con una fuerza que equivale, en función de su peso y velocidad del vehículo, al peso de un paquidermo”.
Y es aquí donde encontramos la respuesta a por qué muchos recomiendan abrochar los cinturones traseros. Aunque viajes solo sin nadie detrás. Si llevamos algo detrás, en la parte trasera del vehículo o en el maletero, si se produce un accidente, la carga trasera se vería impulsada hacia delante. Si portamos algo pesado, podría llegar hasta la parte delantera y chocar contra nosotros. Y, por tanto, causarnos un gran daño por el efecto elefante. La DGT da un ejemplo numérico. A una velocidad de 60 kilómetros por hora, un pasajero o carga de 75 kilos de peso golpearía el asiento delantero con una fuerza equivalente a más de 4 toneladas.