Lo primero que deja claro el true crime Juicio al diablo de Netflix, es que la versión más popular acerca del caso que detalla, es falsa. En especial, la que muestra la película Expediente Warren: Obligado por el demonio, basada en el caso. Según la trama de la cinta de Michael Chaves, el alegato de posesión fue tomado en cuenta por el Tribunal Superior de Connecticut en Danbury. Pero, en realidad, la posibilidad nunca se admitió en el proceso judicial que se inició el 28 de octubre de 1981. 

En la década de los ochenta, los juicios penales en EE. UU. estaban limitados por una jurisprudencia muy precisa y conservadora. Lo que incluía cuáles podían ser las estrategias para atenuar las penas máximas por homicidio. Por lo que el contexto que rodeó al caso de Alan Bono, se convirtió de inmediato en motivo de debate y controversia.

Arne Cheyenne Johnson, acusado de asesinar a la víctima, afirmó estar poseído por el demonio. De hecho, su abogado Martin Minnella intentó que su defendido fuera presentado como no culpable, basado en la intervención de fuerzas demoníacas. Una táctica destinada a causar escándalo, por lo que el juez a cargo, Robert Callahan, la rechazó de inmediato.

Juicio al diablo

Juicio al diablo de Netflix, intenta desentrañar un misterio de índole sobrenatural a través del formato true crime. Pero el experimento resulta fallido. El documental es incapaz de sostener su principal premisa acerca de qué tan creíble puede resultar un testimonio sobre posesión.

Puntuación: 3 de 5.

El director Christopher Holt, intenta que todo lo anterior sea el contexto a través del cual Juicio al diablo cuente la crónica de un suceso controvertido. Sin embargo, el documental está más interesado en ser sensacionalista que neutral. Por lo que buena parte de su primera hora, está dedicada a mostrar como la mera idea de una posesión satánica, impactó a la comunidad de Brookline, Connecticut.

Una y otra vez, el largometraje vuelve sobre la idea que un suceso sobrenatural, se encuentra en medio de un evento legal de importancia. Pero no como parte del litigio o un elemento a tener en cuenta en la búsqueda de la justicia, sino de la creencia del ser humano en lo inexplicable. 

Un documental sin nada que ofrecer

Una premisa así de compleja, tiene problemas para sostenerse con un guion que se inclina a tratar de explorar eventos en apariencia macabros. Eso, sin otra prueba que testimonios de terceros. Juicio al diablo, muestra entrevistas, análisis y en especial, toda la atención de medios y periódicos que el caso obtuvo. No obstante, no tiene otra hipótesis que demostrar que la controversia estuvo basada en una circunstancia poco clara. Una, además, que se originó en medio de la especulación acerca de una supuesta posesión. 

De hecho, el documental, demuestra casi por accidente que el juicio fue tradicional. En especial, al hacer énfasis que el juez se negó a admitir la probabilidad de una circunstancia paranormal influyera en un juicio. La verdadera polémica radicó en que, en un primer momento, Martin Minnella intentó presentar una declaración de no culpabilidad basada en la posesión por demonios. Todo, debido a una circunstancia previa que involucró a la novia de Arne Cheyenne Johnson. Un año antes, Debbie Glatze y la familia de esta, enfrentaron una serie de sucesos terroríficos que rodearon al hijo menor, David. El niño, de ocho años, afirmaba estar siendo aterrorizado por un demonio. 

La ley y un caso sin precedentes

Con una estética sobria y en apariencia periodística, Juicio al diablo se esmera por resultar creíble. Pero no detalla alguna circunstancia o hecho, que no haya sido debatido. Quizás, su punto de mayor interés, sea el acceso a grabaciones en audio de algunos de los eventos aterradores. En específico, los que rodearon a David Glatze y que provocó, según el testimonio de los Warren, que un ente diabólico poseyera a Johnson. 

El documental demuestra que los acontecimientos fueron lo suficientemente aterradores como para que tanto la iglesia católica como los Warren, intervinieran. Lo que motivó que más tarde y en pleno juicio, la prensa y una serie de tabloides amarillistas, dieran por cierto que Johnson había sido poseído. Al menos, que el asesinato, era una consecuencia de los supuestos exorcismos, que la pareja de investigadores alegó haber realizado. 

Un tortuoso caso basado en el escándalo

Pero si algo puntualiza Juicio al diablo, es que lo sucedido alrededor del asesinato de Alan Bono, se trató de una serie de conjeturas poco claras. Por un lado, una vez que el magistrado rechazó la intervención de pruebas que no podían ser demostradas objetivamente, el juicio se basó en la defensa propia. Al otro extremo, la discusión sobre la verosimilitud se deja en manos de la audiencia, que deberá decidir si toma por cierta las grabaciones de alaridos y gruñidos que se presentan. Más complicado aún, si acepta la posibilidad que cualquier evento sin explicación, sea por necesidad sobrenatural. 

El largometraje dedica sus últimos minutos a cuestionar a los Warren. A lo largo de 1980, la propia Glatzer insistió en que los eventos sucedidos en su casa habían sido exagerados por la pareja. Pero Juicio al diablo está más interesado en fomentar la duda, que en explorar acerca de un evento a todas luces, cuestionable. Un problema que lo convierte en un producto menor en medio de los documentales true crime de Netflix.