Que una película de la saga Saw sea violenta no resulta sorprendente. De hecho, la franquicia que comenzó en el 2004 de la mano de James Wan, se distingue precisamente por eso. Convertida en un clásico del terror corporal y el gore más explícito, las variadas venganzas de John Kramer/Jigsaw (Tobin Bell), marcaron un hito. En especial, porque el director usó la tortura, la decapitación y la desmembración como una forma, además de enviar un mensaje moral. De hecho, ese fue el elemento que más sorprendió en el estreno de la película inicial y que regresa, en cierta forma, en su más reciente entrega. 

Saw X de Kevin Greutert, toma una dirección que le convierte en una secuela espiritual de la cinta original. En el mejor de los casos, una exploración acerca de las decisiones que tomó el personaje de Kramer después de su primer acto de violencia. Una vez que abandonó la sala de torturas en que moría el Doctor Gordon (Cary Elwes). El guion de Josh Stolberg y Peter Goldfinger, especula no solo en los siguientes pasos de un hombre condenado. También en el hecho que cualquier límite desapareció de su vida. 

SAW X

Saw X de Kevin Greutert tiene el riesgo de ser una secuela directa de la original de James Wan estrenada en el 2004 y de la genial Saw II. Más violenta y explícita que cualquier otra de la franquicia, también es la que carece de mayor personalidad. No pierde del todo la capacidad para incomodar de la saga, pero en esta ocasión eso no es suficiente.

Puntuación: 3 de 5.

De modo, que la historia retrocede en su mitología con la intención de evitar los errores de las cintas anteriores. En especial, de ignorar las relevaciones banales de Saw 3D (que fue, originalmente, un final para la saga), hasta el reboot fallido de Espiral: el juego del miedo continúa. El nuevo largometraje decide ir por la vía segura y tomar un punto que siempre resultó de interés. Así que, el asesino central, fuente de toda la crueldad de la serie de películas, retoma su lugar de importancia en el guion.

La trama cuenta el último intento de Kramer de mantenerse con vida en medio de un cuadro cancerígeno fulminante. Unas semanas después de llevar a cabo los asesinatos de Adam Faulkner-Stanheight (Leigh Whannell) y Lawrence Gordon, Kramer sabe que morirá. La certeza empuja al asesino hacia las regiones más oscuras de su mente. Disfruta matar, pero la muerte no es para él una opción. Hay algo de trágico en la ególatra exploración de la desesperación que le lleva a viajar a México, en busca de una cura milagrosa. Kramer, convertido en la nueva cinta en un hombre que no tiene nada que perder, atraviesa terreno inhóspito sin temer lo que encontrará

El problema del paso del tiempo en 'Saw X'

La película transcurre en un período intermedio entre la primera cinta y la segunda, por lo que Kramer está muriendo, pero no es un anciano. No obstante, la película tiene reales problemas para tratar de mezclar los estragos de la enfermedad que este sufre y ocultar su edad. No siempre lo logra y la sensación es que el personaje es más frágil de lo que podría esperarse

Pero el director juega bien sus cartas y convierte el aspecto huesudo de su actor en una forma de demostrar que está dispuesto a sacrificar casi todo por vivir. Con largos primeros planos y silencios, que enfocan detalles de su torpeza y agotamiento, el mensaje es claro. Kramer necesita el milagro que desea encontrar

De hecho, Saw X está impulsada por la urgencia de este por vivir. El guion es torpe en darle profundidad a un sentimiento tan fuerte, pero al menos, deja claro que no hay espacio para dudas. Lo que evita cuestionarse cómo un hombre capaz de crear elaboradas conjuras al matar, cree, sin duda, en un prodigio médico fuera de hospitales y medicina ultramoderna. La historia lo plantea como una ilusión. Tanto y tan firme que cuando resulta defraudada, el odio de Kramer se convertirá en un impulsor único de todo lo que hará en adelante

Más violenta, brutal y elaborada, pero no mejor

Si algo distinguió a la saga Saw hasta su cuarta e incluso, quinta parte, es que el asesino tenía un propósito, brutal y barbárico, que el público podía comprender. Más que las técnicas de cómo asesinar, lo esencial radicaba en el motivo por el que mataba. Esa premisa vuelve a Saw X, pero con mucha menos potencia de lo esperable. El motivo de la venganza es obvia — una trampa que incluye, la salud de los que pueden defenderse — pero pierde profundidad en favor de enviar a Kramer inmediatamente por justicia retorcida

Si antes sus artefactos de tortura eran burlas siniestras a los pecados de los condenados, aquí son un despliegue de herramientas que causan únicamente dolor. El argumento está más interesado en ser efectista que mostrar el objetivo de las armas la mayoría de las veces, construidas para dejar a su paso una espeluznante lección ética. Esta vez, la colección de efectos de tortura tienen semejanza con piezas históricas medievales, con sillas capaces de abrir en dos cuerpos. También, con máscaras que se ajustan con pernos y collarines de discos que decapitan al menor movimiento. Pero semejante colección, parece más cercana a ser macabra y llamativa, que una lección brutal. 

No hay lección para los condenados

Lo cual es extraño y decepcionante, siendo Saw X la más gráfica, explícita y gore que cualquier otra cinta de la franquicia. Kramer, descubierta la trampa que estafó a pacientes en condiciones deplorables, se toma las cosas con calma. Por lo que Amanda (Shawnee Smith), se convierte de nuevo en su aliada, al planear a su lado una estrategia que mostrará otra vez las habilidades del asesino para la puesta en escena macabra. También su ferocidad y por último, la revelación de sus motivos, quizás el dato más curioso de la cinta

La película decae en su segundo tramo, una vez que las víctimas están listas para ser sacrificadas. Mucho más, cuando la película alarga de manera innecesaria escenas y las convierte en suplicios gráficos que son más explotación que argumentalmente necesarios. En su última parte, la trama resulta agotadora, mucho más, cuando ya se conoce el destino de Kramer y lo que ocurrirá después. 

Entretenida, grotesca, incómoda, pero carente del sentido de la sátira siniestra que distinguió a la franquicia, la cinta cumple con lo mínimo para ser recordada. Pero en resumen, es menos efectiva y peor narrada que otras entregas de la franquicia. Decepcionante, atrapada en la historia que ya se contó y limita su argumento, el final es predecible y sin mayor aliciente. Lo cual es un desperdicio luego de traer de nuevo al asesino que convirtió las torturas en una enseñanza moralista.