En Insidious: La puerta roja de Patrick Wilson, el terror es un elemento que forma parte de una herencia tenebrosa. No solo porque la película, regresa al contexto de la familia Lambert, protagonistas de la primera y segunda entrega de la saga. Al mismo tiempo, porque es evidente que más que una exploración del terror, la trama hace hincapié sobre la idea de un vínculo de sangre maldito.
El director, que debuta detrás de las cámaras, utiliza sus primeras escenas en dejar en claro, que lo que ocurrirá a continuación, atañe a más que una casa. Mucho menos, una región o un espacio en particular. Excepto que ese sea El Más Allá, esta vez convertido en un enemigo concreto, más que la grieta que separa al mundo de los vivos del de los muertos.
Uno, que se extiende a cualquier lugar y circunstancia. En el contexto de la cinta, la distancia geográfica, los años transcurridos u otra eventualidad que implique los límites de la realidad, no tienen importancia. Lo que sí es relevante, es el horror que se manifiesta en una dimensión por completo nueva. En su quinta parte, la idea está más presente que nunca.
Insidious: La puerta roja
Insidious: La puerta roja' de Patrick Wilson, recupera el universo creado por James Wan sin su profundidad y rareza. La historia, ambientada diez años después de 'Insidious: Capítulo 2’ del 2013, sigue de nuevo a la familia Lambert. Menos inspirada y sin el elemento de burlón y absurdo de las anteriores entregas, la película es una mezcla entre tensión y códigos de terror clásico, que no impresiona. Eso, a pesar de los esfuerzos del director por generar una atmósfera semejante al resto de la saga. Pero ya sea por falta de pericia o habilidad, el primer intento detrás de cámaras del actor se queda a medias. Al final, la película cierra su historia como puede, sin estar a la altura de una saga conocida por su originalidad.
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En especial, durante los primeros minutos que intentan recordar los puntos esenciales del universo. Lo que deja claro que la nueva narración depende casi por completo de lo creado por James Wan para sostenerse. Un punto que se hará más evidente a medida que la película avance en su argumento.
Nada novedoso en un relato conocido
De hecho, la historia de Insidious: La puerta roja es tan deudora de las tramas previas, que no podría comprenderse del todo sin ellas. No es independiente, ni busca serlo. Lo cual es notorio desde su primera secuencia (homenaje directo a la película inicial) y sin duda, en la forma de resolver la progresiva tensión en pantalla. Puertas que se cierran, los habituales juegos de sonido y de cámara en medio de la oscuridad. La cinta manipula el punto de vista, en un intento de mezclar lo onírico con lo real.
Pero el director, no tiene el pulso suficiente como para integrar lo espeluznante — o lo que lo será — al mundo común. De forma que el usual elemento grotesco y hasta absurdo de la franquicia, deja de ser un giro ingenioso y se convierte en un lastre en la narración. Buena parte de las imágenes referencian a la saga de forma directa. Las insinuaciones de otro universo impregnado de sangre, criaturas de ojos enormes y monstruosos. En más de una ocasión — en especial, mientras la historia muestra que los demonios familiares están de regreso — todo parece en extremo conocido. Más que obvio, destinado a recordar repetitivamente que lo que se oculta en la vida de los Lambert, es un núcleo de oscuridad imposible de eludir.
Un problema que aumenta cuando las diversas alusiones acerca del mal que acecha a los Lambert se muestran una y otra vez. Aunque ha transcurrido una década desde su último encuentro con lo desconocido y la vida parece avanzar, el mundo del misterio les persigue.
Ya sea en sueños, recuerdos, la sensación implacable de ser acechados o que la oscuridad les acorrala con tenacidad. Lo cierto es que la cinta dedica una buena cantidad de tiempo a narrar lo evidente. Que la familia solo se encuentra en un breve, poco claro y sin duda, frágil período de paz. Pero que hay deudas — invisibles y al parecer maléficas — que deben pagarse con sangre e incluso, la vida.
El temor que aguarda para atacar
Dalton Lambert (Ty Simpkins) ya no es el niño poseído y golpeado por fuerzas que no comprende. Ahora es un joven que irá a la universidad para estudiar arte y que, en apariencia, olvidó un pasado traumático. A su alrededor, también todo ha cambiado. Su abuela murió, su entorno se volvió un espacio hostil. Pero al menos, lucha por encontrar su lugar en el mundo. Eso, hasta que su mente — o la fuerza oscura que guía sus pasos sin que lo sepa — le muestra indicios de lo que olvidó. Que no es otra que lo ocurrido durante el tiempo en que estuvo en coma, todavía siendo un niño.
No obstante, antes de llegar a ese punto crítico, la narración brinda abundante contexto de la vida actual de la familia. En particular, la fisura emocional y mental que terminó por separarlos. El elemento sobre la condena compartida vuelve a ser centro de la narración. Pero nunca de forma tan clara o elocuente como lo fue antes. En lugar de eso, la trama decide ser obvia y dejar sentado que luego de una experiencia traumática, nadie sobrevive sin heridas. De modo que el guion de Scott Teems explora la circunstancia que los Lambert, atraviesan cambios drásticos y en esencia, que les empujan al peligro.
Al mismo tiempo que su hijo comienza su vida como adulto, Josh (Patrick Wilson) y Renai (Rose Byrne) se encuentran en medio de una etapa difícil como pareja. Divorciados después de los eventos de la última circunstancia que vivieron juntos, son poco más que extraños. Lo que crea un terreno fértil para el ataque de lo que se esconde en El Más Allá. Más oscuro aún, convierte a tanto a Josh como a Dalton en víctimas vulnerables de un progresivo elemento misterioso que les persigue ahí a dónde van.
De modo que el relato, recorre la posibilidad que lo único que les mantenía a salvo de las tinieblas, era el amor. Se trata de un punto tópico que, en cintas previas, se entremezcló con la idea de lo que une y separa a las familias. Mucho más, al convertir ese vínculo — de origen y de herencia emocional — en una condena peligrosa que se lleva a cuestas.
Una adición frágil a la franquicia
Pero Patrick Wilson no es tan hábil como James Wan al explotar el miedo a partir de terrenos conocidos. De las escenas inolvidables de las primeras entregas — figuras pálidas que aparecían y desaparecían, el fiero demonio de piel roja — la cinta se limita a terreno conocido. Uno de los puntos más bajos de la quinta entrega de la saga Insidious, es justo su incapacidad de superar los experimentos visuales y narrativos anteriores.
Se echa de menos, la tensión claustrofóbica y violenta, de las tomas cerradas o la cámara inmóvil, que aguarda un suceso brutal. Un punto central en la forma en que la franquicia planteó el terror hasta ahora. También, cómo James Wan logró construir un universo variado y complicado, a través de la idea formal del mal.
Sin ser especialmente profunda, la franquicia procuró que su versión del miedo tuviera identidad propia. Incluso, en las historias en las que sus protagonistas originales no eran esenciales. A pesar de los diferentes escenarios que atravesaban un hilo conductor único, la narración era flexible y capaz de mostrar múltiples matices.
Patrick Wilson flaquea al innovar, por lo que la cinta tiene un parecido más que evidente con la segunda, la última en aparecer los Lambert. De hecho, la trama usa los mismos trucos argumentales. En el largometraje del 2013, la mudanza a la casa de la madre de Josh era el detonante del secreto venenoso que persigue a sus protagonistas.
Diez años después, el olvido pacífico de una década, se rompe en la nueva vida que cada miembro debe enfrentar. No obstante que el guion se esfuerza por brindar peso a la noción del vínculo tétrico que no pueden evitar, la película carece de solidez al explicarlo. Hay pocas escenas que muestren el afecto, la comprensión o al menos, el pesado legado que todos llevan a cuestas. Algo imprescindible para profundizar en el escenario del miedo, tal y como lo propone el largometraje.
Más lejos que nunca en El Más Allá
Todo en medio del fino velo que separa lo sobrenatural del mundo físico. También, Aún más, la forma en que cada uno de los argumentos previos, brindaron información al comprender el aparente capítulo final de la franquicia. Desde la naturaleza del Más Allá hasta la capacidad de Josh Lambert al establecer contacto con lo desconocido. Gradualmente, la nueva cinta recuerda del sitio del cual proviene. Pero en especial, hacia dónde desea dirigirse.
Eso es, por supuesto, el enfrentamiento definitivo con las fuerzas del mal contenido en los espacios espectrales. Pero de nuevo, Patrick Wilson no encuentra un punto de unión entre las travesías interiores y exteriores de los personajes. Ahora los Lambert deberán recordar el horror que les atacó y solo podrán escapar de la amenaza, volviendo a los pasillos interminables más allá de la muerte.
Pero si para James Wan el vacío de la existencia era una colección de pesadillas entrelazadas entre sí, el nuevo director profundiza en el simbolismo. Antes El Más Allá era una proyección de los terrores, ahora tiene sus propias reglas que se descubren poco a poco. Los juegos de luces, tan reconocibles en la saga, vuelven a anunciar el peligro. Aun así, no con tanta efectividad como antes.
También, la conexión de los vivos y muertos, como ocupantes de estratos distintos de la realidad. El realizador aumenta la tensión al dejar entrever que la salida es un secreto a descubrir y que depende de conocimientos a los que los personajes no tienen acceso. Lo cual resulta creíble, a medida que la travesía por las penumbras de los fantasmas, se vuelve un laberinto que recorre puntos conocidos de la saga.
Sin embargo, cuando la cinta necesita unir las piezas desordenadas de su trama, el cineasta no encuentra una manera visual de resumir el impacto sobrenatural. Mucho menos, mezclar el concepto del miedo heredado con la posibilidad de la salvación por medio del amor. En su decepcionante final, la película muestra su flaqueza para contar una historia que no es compleja, pero sí emocional. Entre ambas cosas, la cinta va a la deriva y decae hasta convertirse en una historia de terror corriente. Su problema más grave, viniendo de una saga conocida por su poderosa personalidad.