En The Boogeyman, de Rob Savage, el miedo es mucho más que una emoción. También es una forma de interpretar los lugares más oscuros de la mente humana. Algo que deja claro Will (Chris Messina) mientras ofrece terapia a Lester (David Dastmalchian), un paciente aterrorizado por un trauma. El guion, de Mark Heyman, Scott Beck y Bryan Woods, se enfoca durante los minutos iniciales en la naturaleza del dolor. En sus singulares manifestaciones y en las heridas psiquiátricas que deja a su paso.

El director construye entonces una atmósfera angustiosa, que permite a la trama abordar su argumento. A través de tomas cerradas y la sensación de que la oscuridad se extiende como una presencia real, la cámara explora en el misterio. Mientras el paciente describe con escalofriante detalle cómo una criatura mató a sus hijos uno a uno. Para Will, el terror de una circunstancia semejante desencadena un delirio.

Tan violento que provoca su desconexión con la realidad y permite adivinar la profundidad del duelo, la pérdida y el horror de la ausencia. Algo que, como viudo, no le es de todo desconocido. Lester, en toda su angustiada vulnerabilidad, es víctima del terror convertido en un suceso físico. Uno que le acecha cada vez más de cerca. Para Will, resulta una inquietante perspectiva acerca de los límites borrosos entre la cordura y la locura. Pero pronto descubrirá que, más allá de sus elucubraciones acerca de la raíz de los temores adultos, habita un estrato sobrenatural brutal.

The Boogeyman

The Boogeyman, de Rob Savage, basada en el cuento de Stephen King, explora la idea del miedo como un ente vivo. También, la forma en que el dolor y la pérdida pueden alimentarlo. La película muestra un escenario claustrofóbico en el que el terror se manifiesta en espacios cerrados, entre sombras y puertas entreabiertas. Un escenario que, en su primer tramo, el director utiliza para crear una atmósfera de tensión casi sofocante. No obstante, para su segunda mitad cambia sus ideas sobre la posibilidad de que el sufrimiento se manifieste de formas espeluznantes por clichés del género. Para su conclusión, el argumento pierde todo interés en explorar sus ideas principales y se conforma con el sobresalto fácil.

Puntuación: 3 de 5.

Un monstruo que se alimenta de la oscuridad

El argumento de The Boogeyman, basado en el cuento del mismo nombre del escritor Stephen King publicado en 1978, recupera parte de su versión literaria al crear su atmósfera. Por lo que el tramo inicial de la película se concentra en la sensación de un peligro inevitable vinculado al hecho de creer en la existencia del mal.

Lester, atormentado y en busca de ayuda, es una criatura desvalida ante una fuerza que le amenaza desde la oscuridad. Con un cierto parecido a Está detrás de ti, de David Robert Mitchell, la historia explora en cómo el miedo puede alimentar a una criatura inexplicable. Y, a la vez, brindarle la suficiente fuerza como para matar.

Lester en The Boogeyman

Con el tiempo, Will descubrirá que las supuestas alucinaciones de Lester son algo más que su forma de lidiar con un sufrimiento mayor. Entonces, la amenaza será inevitable. Rob Savage logra que, al menos durante su primera media hora, The Boogeyman sostenga la idea de una entidad enigmática escondida en la periferia de la realidad. En especial, de una versión del miedo emparentada con las experiencias individuales. ¿Cómo huir de un ser capaz de vincularse a los terrores más profundos?

Las nuevas dimensiones del miedo en The Boogeyman

Por supuesto, un relato semejante necesita construir la sensación claustrofóbica de que la entidad al acecho se mueve con facilidad en los espacios cotidianos. Después de todo, habita en la oscuridad y se manifiesta de forma física a través de ella. Rob Savage, cuya película The Host profundizó en el miedo de los lugares inusuales, intenta en The Boogeyman el mismo efecto.

Por lo que dedica interés a que la cámara detalle la forma en que las sombras —físicas y espirituales— se vuelven una amenaza alrededor de los personajes. La casa de Will, uno de los pocos escenarios que la película explora, se transforma en una trampa gigantesca. Mucho más después de que Lester encuentre una muerte brutal y deje a su paso una herencia tenebrosa con la que tendrá que luchar.

Además, el terapeuta lidia con el sufrimiento íntimo de la muerte de su esposa. Sin embargo, se mantiene distante de sus hijas, Sadie (Sophie Thatcher) y Sawyer (Vivien Lyra Blair), lo que crea un ambiente enrarecido en su hogar. En el momento en que el elemento sobrenatural ataca, The Boogeyman deja claro que la criatura es también una medida del sufrimiento familiar. Pero, mientras el cuento original profundiza en la desesperanza, el horror y la agonía emocional, su versión cinematográfica cae en lugares comunes en cuanto revela su secreto.

Un argumento que pudo dar más de sí

El guion de The Boogeyman falla cuando intenta construir el terror a partir de clichés genéricos. De hecho, la película pierde toda su solidez cuando deja atrás la tensión de su primer tramo y decide apelar a las apariciones súbitas de la criatura y sobresaltos gratuitos. Más interesado en generar reacciones por medio de trucos de sonido que en explorar en sus temas filosóficos más intrigantes, el argumento pierde su sentido.

Poco a poco, lo que parecía un recorrido a través de lo sobrenatural como una manifestación de la emoción humana, se convierte en un juego siniestro del gato y el ratón. Pero, incluso desde esa premisa, la trama pierde sentido al preferir subrayar sus ideas principales a profundizar en ellas.

Por lo que sus escenas finales, predecibles y anticlimáticas, destruyen la tentativa del director de crear una producción basada en la tensión. Al final, The Boogeyman se aparta del original punto de vista sobre el miedo que mostró durante su primer tramo. En lugar de eso, explora una puesta en escena efectista y barata. Lo que repercute tanto en su ritmo como en su conclusión, carente de la profundidad en la exploración del género que insinúa en sus escenas iniciales.