Qué es real y qué no. Eso es lo que deberán averiguar los concursantes del último reality de Netflix, Falso Amor, que se estrenará en la plataforma el próximo 6 de julio y que se apoyará en la inteligencia artificial, y más concretamente en los deepfakes, para hacer que su trama sea más interesante y distópica que cualquier otro programa de telerrealidad.

Falso Amor, presentado por Raquel Sánchez Silva, en realidad, imita un poco la mecánica de La Isla de las Tentaciones, el popular reality de Telecinco. En el programa de Netflix, un grupo de cinco personas deberán demostrar su lealtad en su relación conviviendo con gente soltera. Su pareja, mientras tanto, podrá ver lo que sucede durante la convivencia, con el añadido de que algunas de las escenas estarán modificadas por deepfakes, de forma que deberán valorar si esa escena que están viendo es real o no. El ganador —quien sepa qué situación es real y cuál no—, se llevará 100.000 euros de precio.

El deepfake, en concreto, es una técnica en la que, mediante inteligencia artificial, se clona un rostro real de forma completamente virtual. De este modo, se puede manipular al milímetro e imitar cualquier movimiento. Es la primera vez que vemos algo así en Netflix, pero es algo que hemos visto en muchas ocasiones en series y películas, aunque su uso es muy polémico debido a la posibilidad de crear falsos escenarios. De hecho, se han utilizado deepfakes para exponer vídeos explícitos de famosos o para alterar el discurso de personajes políticos.

Valorar si es un deepfake o una situación real: así es el último reality de Netflix

Deepfake / Tom Cruis / Bruce Willis

Más allá del reality de Netflix, ¿puede un rostro digital ser igual o, incluso, aportar más confianza que uno real? Es, precisamente, algo que deberán descubrir los concursantes de Falso Amor, aunque hay estudios que demuestran que las personas encuentran más confiables los deepfakes.

Hasta ahora, distinguir un deepfake de un rostro real era relativamente sencillo gracias al llamado “valle misterioso”. Se trata de un efecto que consiste en la percepción de rasgos mal procesados o inexactos, así como de movimientos poco realistas que pueden tener algunos avatares generados mediante inteligencia artificial. El problema es que esta tecnología ha avanzado tanto, que es prácticamente difícil distinguir un rostro humano de uno virtual.

No está claro si la tecnología que usará Netflix en su programa tendrá ese efecto de “valle misterioso” tan perceptible.

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