En Asteroid City, de Wes Anderson, la realidad se duplica. Por un lado, el guion —escrito por el realizador y Roman Coppola— cuenta la historia de una obra de teatro que se ejecuta en el desierto de Sonora. Por otro, la de los actores que participan en la obra. Ambas secuencias se narran en diferentes estilos. La realidad, en blanco y negro; la ficción, en color. Pero el cineasta también explora la vida, los sucesos extraordinarios y la esperanza en su acostumbrado estilo visual melancólico, levemente melodramático y lleno de segundas lecturas.
No obstante, esta vez, la combinación no resulta tan efectiva. Asteroid City avanza durante su primera media hora en un prólogo que intenta narrar su argumento de la forma más clara posible. La cámara va de un lugar a otro, entre escenarios y pequeñas circunstancias que se vuelven el tronco único de un relato coral. Al menos, eso intenta, aunque sin lograrlo del todo.
La gran cantidad de personajes —en la trama y en el escenario teatral— entorpecen la narración. Tanto como para hacerla caótica y llena de traspiés que no se sostienen en ningún punto claro. ¿Desea la película contar una historia de amor? Es lo que podría suponerse mientras el argumento explora la vida de Augie (Jason Schwartzman) y su asombrado delirio por la actriz Midge Campbell (Scarlett Johansson).
Asteroid City
Asteroid City, de Wes Anderson, es la película menos inspirada a nivel argumental del director, a pesar de llevar su estilo visual a una dimensión más depurada. La enorme multitud de personajes, escenarios e historias termina por no completarse y atenta contra la integridad de la narración. Una y otra vez, la trama tiene problemas para enlazar su ambiciosa premisa y profundizar en el estilizado simbolismo del realizador. El resultado es una mezcla de pequeños fragmentos narrativos que resultan incompletos y caóticos. Con todo, hacia su tramo final, la película mejora su ritmo y alcanza un cierre conmovedor para un argumento disparatado.
Un amor que no encuentra conclusión
No obstante, la historia cambia de tono y sentido al enlazar con la llegada de un alienígena y explorar en lo inesperado y el dolor de la pérdida. Todo ello unido en frecuentes cortes entre lo que pasa sobre las tablas —que jamás se detiene del todo— y la vida que transcurre fuera del escenario. En otras producciones del realizador, la fórmula permitió un excéntrico y vívido recorrido por la vida y circunstancias de personajes dispares.
Pero lo que en Hotel Budapest resultó entrañable y en La crónica francesa elegante y levemente satírico, en Asteroid City es confuso y difícil de seguir. Poco a poco, las más de veinte historias se entrelazan en lo que parece una gran exploración del sentido de la vida. Sin embargo, la mayoría de las subtramas no llevan a ninguna parte ni tampoco sostienen a la principal, que resulta difícil reconocer. ¿Es la narración burlona de cómo la realidad es una forma de arte o viceversa? ¿Es un interrogante acerca de la forma en que lo singular ocupa un lugar en lo cotidiano?
Normalmente, las respuestas directas no forman parte de los argumentos de Wes Anderson. Pero, en esta ocasión, los blancos en la trama parecen más descuidos que pequeñas trampas al enfocar la atención en puntos simbólicos. Ya sea por la extensión del repertorio de conflictos o por figuras que ocupan el centro de interés para luego desaparecer en escenarios narrativos desperdiciados. Asteroid City es hermosa, pero vacía. Al menos es la sensación que da durante buena parte de su metraje y que entorpece su final, apoteósico y conmovedor.
Asteroid City es Wes Anderson en estado puro
A pesar de todo, Asteroid City es la película más depurada en el apartado visual de las que identifican al director. Sonora —la ficticia— es una combinación de tonos pastel y encuadres pulcros de una belleza deslumbrante. También lo son las diversas formas en que el director intenta mostrar el amor, el desarraigo, la soledad y la búsqueda espiritual.
El vínculo emocional entre dos personajes que solo se miran a través de una ventana, la tristeza de un atardecer púrpura y añil. La brillante percepción de la vida que nace en medio de los parajes desérticos que relucen bajo un sol en tonos ocres.
Todo el apartado visual asombra, emociona y es, sin duda, el punto fuerte de la película. No obstante, el guion no logra abarcar toda la promesa de lo estéticamente llamativo al servicio de una historia ingeniosa. Lo que convierte a Asteroid City en un pulcro marco vacío cuya narración se desploma con mucha rapidez. El mayor problema de una película que decepciona por ser incapaz de cumplir su ambiciosa propuesta de narrar con un potente elenco un suceso asombroso.
En su última escena, Asteroid City brilla como una pieza de arte estético. Lo que hace más pertinente la pregunta de si su apartado visual es suficiente para sostener su historia. Una duda que la película no logra responder y que, al final, se convierte en su mayor debilidad.