Lo primero que queda claro en La reina Cleopatra, disponible en Netflix, es que, a pesar de su lujoso y detallado apartado visual, no se trata de una investigación histórica, aunque durante el primer capítulo, la historiadora Shelley Haley explica el contexto de la controvertida conclusión de la producción. Según la hipótesis del argumento, la monarca Ptolomeica fue una de las grandes figuras con sangre africana que llegaron al poder en el mundo antiguo.

La reina Cleopatra sostiene que las representaciones históricas conocidas hasta ahora —en las que se muestra a Cleopatra con rasgos griegos y piel blanca— son incorrectas. Que, de hecho, era una mujer negra y orgullosa de serlo. Pero la catedrática de Estudios Africanos en Hamilton College no ofrece una teoría basada en su amplio conocimiento acerca de la historia. Más bien sintetiza lo que parece una presunción difícilmente comprobable. Lo admite, incluso, al narrar una anécdota de su infancia. Frente a las cámaras, cuenta que recuerda cómo su abuela insistía en que la reina de Egipto era africana. No aporta datos concretos ni ninguna otra información al respecto.

Concebida de esa manera, no deja de ser una afirmación abstracta, que define el tono de la serie. Antes que mostrar pruebas que demuestren la ascendencia étnica de Cleopatra, el argumento de La reina Cleopatra se dedica a explorar que puede haber una segunda interpretación de su figura.

La reina Cleopatra

El docudrama La reina Cleopatra, de Netflix, intenta responder en cuatro episodios a las dudas acerca del color de piel de la soberana. Pero la producción no logra abarcar todos los temas que propone, a pesar de tener un numeroso grupo de expertos para abrir el debate sobre la genealogía africana de la reina egipcia. En buena medida, sus conclusiones se basan en especulaciones sin respaldo de datos o algo más sólido que teorías de reinterpretación histórica. Para su último episodio, la serie falla al explorar solo una parte de su amplia propuesta de la vida y legado de Cleopatra. Una revisión incompleta que no llega a profundizar en sus elementos esenciales.

Puntuación: 3 de 5.

Lo que no se responde en La reina Cleopatra

La mayoría de los expertos invitados se dedican a cuestionar cómo occidente concibe a una mujer poderosa en Egipto. Lo cual incluye hacerse preguntas sobre la rigurosidad de representarla según un ideal de belleza específico de Europa.

Por supuesto, se trata de preguntas pertinentes, pero que no reciben respuesta. Al menos, no con la suficiente contundencia como para seguir el hilo de acontecimientos que se dramatizan a continuación. Incluyen la ascensión al trono de Cleopatra (Adele James) o sus decisiones políticas en una época turbulenta. La puesta en escena —con una brillante recreación que apela a la estética al simbolizar el poder— se sustenta en interrogantes que tampoco se exploran.

La reina Cleopatra

¿Cómo era la corte de una mujer joven, que además provenía de una larga línea de conquistadores y guerreros? Dotada para las intrigas del poder y consciente del lugar que ocupaba Egipto en el mundo antiguo, Cleopatra es una personalidad llena de matices. Al menos, así la muestra el documental, en un intento de hacer misterioso su carácter. 

La Reina Cleopatra se esfuerza por afirmar que la poderosa figura posiblemente fuera una mujer negra. Una especulación basada en la ausencia de datos sobre su madre. Lo que, además, supone un arriesgado punto de vista. Ante la falta de datos sobre una de sus líneas familiares, la suposición de ancestros nubios o de otras etnias es una posibilidad. Pero nunca se llega a comprobar más allá de la especulación. Lo que provoca que el docudrama no sea capaz de profundizar en su teoría tanto como en un primer momento insinúa. 

El poder de una reina legendaria

La reina Cleopatra

Combinando el habitual formato de documental académico con un drama histórico, La Reina Cleopatra intenta profundizar en varios puntos a la vez. Por un lado, en el controvertido tema sobre su linaje, su color de piel y cómo ambas cosas influyen en su interpretación como emblema universal de una comunidad específica. 

Por otro, en la forma en que la monarca luchó por proteger a sus hijos del asedio a un Egipto diezmado por guerras internas. Se trata de una narración concebida para realzar la importancia de la inteligencia y el don estratégico de la soberana. También, la fuerza de su temple y su carácter. 

No obstante, a partir del segundo episodio, las intrigantes conclusiones acerca de la educación y capacidad intelectual de Cleopatra se desdeñan. En lugar de eso, la discusión se centra en la noción polémica acerca del uso de su imagen como mujer blanca por encima de la representatividad de figuras históricas negras.

La reina Cleopatra, de Netflix

Un acercamiento que, si bien permite profundizar en temas de interés sobre el racismo, la discriminación y el prejuicio, no aporta demasiado a la aproximación del guion. En última estancia, todo el peso del relato recae en la gran diatriba sin resolución, la pregunta de si Cleopatra era una mujer negra y cómo el impacto de esa información —en apariencia, ocultada y distorsionada— afecta su percepción sobre ella.

La reina Cleopatra es una interpretación histórica muy polémica

Al final del cuarto capítulo, es obvio que la serie desea abrir los espacios para un debate más amplio acerca de la percepción de la historia. Especialmente en una época en que las diversas interpretaciones pueden llegar a un lugar más amplio y con mayor resonancia. 

No obstante, La Reina Cleopatra es una producción deficiente que se apoya en una posible polémica para ensalzar su punto de vista. Sin que eso lleve por necesidad a una comprensión más profunda de la reina de Egipto como líder, figura de poder e, incluso, como mujer rodeada de presiones y obligaciones atípicas.

Si algo se echa de menos entre las escenas de puntillosa ambientación y los enfáticos testimonios de expertos es un propósito. ¿Qué deseaban las directoras Tina Gharavi y Victoria Adeola Thomas al construir una caja de resonancia de una teoría que el mismo argumento no puede sostener?

La respuesta es ambigua y prosaica. Tal vez el propósito era que el choque entre dos versiones fuera la forma en que se pudiera comprender la urgencia de revisar a Cleopatra como símbolo. No obstante, el docudrama que lleva su nombre se queda corto en aspiraciones y construcción para lograr algo semejante. El mayor problema de un relato en esencia ambicioso.

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