En la película El cazador de recompensas, escrita y dirigida por Walter Hill, la herencia del cine del Oeste es muy evidente. Tanto que sus primeras secuencias —con amplios paisajes áridos y una banda sonora dramática— recuerdan inevitablemente a los escenarios desolados de Sergio Leone.

Pero el parecido es menos estrecho de lo que podría suponerse. El cazador de recompensas no es una historia de hombres violentos que se enfrentan entre sí en medio de parajes áridos, lugar común en el western. Al menos, no es solo eso. También es una exploración de la necesidad de sobrevivir y la búsqueda de la esperanza, siempre malograda por la muerte. 

El director, no obstante, evita recurrir a los clichés del género. Elude el exceso de dramatismo y la oscuridad interior de sus personajes para profundizar en sus, a menudo, brutales actuaciones. En lugar de eso, construye un contexto en el que los sucesos de la historia parecen obra de un destino mayor que conduce a un final irónico. Cada cosa que ocurre en El cazador de recompensas está encaminada a la tragedia o a la venganza. Con frecuencia, a las dos cosas al mismo tiempo.

El cazador de recompensas

El cazador de recompensas, de Walter Hill, es un western que evita todos los clichés del género al hacer hincapié en el destino final de sus personajes. También, en explorar en que cada mala o buena acción tendrá consecuencias inevitables. El sentido de la predestinación del guion convierte al Oeste norteamericano de 1897 en un terreno atemporal. La codicia mueve cada decisión, al mismo tiempo que la necesidad de sobrevivir. El argumento se mueve entre dos extremos. Todos los protagonistas son, a la vez, capaces de actos de bondad y de crueldad sangrienta. La singular combinación brinda a la película sus mejores momentos. En especial, para su cierre, que logra cerrar con solidez cada cabo suelto en su historia.

Puntuación: 4.5 de 5.

El lejano Oeste con un toque contemporáneo en El cazador de recompensas

La trama relata, en sus escenas iniciales, cómo este mundo tenso y extraño se rige por sus propias reglas. El Oeste norteamericano de 1897 es diferente a cualquier otro lugar y El cazador de recompensas lo muestra con detalle. La cámara del director enfoca la tierra salpicada de sangre, las viejas casas endebles de madera y a los peculiares hombres que sobreviven en un rincón semejante.

Cada uno sabe que deberá asesinar o será asesinado. De modo que, el cazarrecompensas Max Borlund (Christoph Waltz) debe vigilar su espalda, sus pocas pertenencias y sobrevivir como pueda. El actor, conocido por sus villanos juguetones, encuentra en el personaje una forma de brindar a los matices morales un motivo.

Max sabe que solo podrá sobrevivir si sigue adelante. Lo que significa evitar que una bala le alcance y, también, encontrar a su próxima presa. Lo que le pondrá en el camino de un viejo conocido. Joe Cribbens (Willem Dafoe) es un fugitivo tramposo, malsano y con aires de psicópata risueño. Pero la trama de El cazador de recompensas evita que el enfrentamiento entre ambos sea el centro del conflicto. En lugar de eso, se cuestiona qué los convierte en el símbolo de una forma de vivir que depende de la violencia para sostenerse.

Una vieja historia contada de manera original

Walter Hill logra imprimir en sus protagonistas el aire atemporal de hombres que pueden habitar en cualquier época. Sus conflictos —la codicia y la necesidad de sobrevivir— son comprensibles, aunque no la manera en que el argumento los resuelve. Uno de los grandes atributos de El cazador de recompensas es que evita que el relato se convierta en un juego del gato y el ratón. En lugar de eso, Max y Joe son dos criaturas marginales que afrontan la ley y sus consecuencias. También, el lugar que ocupan en una sociedad cruel y la mayoría de las veces despiadada. 

El cazador de recompensas avanza hacia un tramo medio en el que, finalmente, descubre dos puntos de interés que brindan a Max una nueva dimensión. Por un lado, este será su último encargo. Por otro, su trabajo consiste en lidiar con un drama presente en el subtexto de la película.

Max Borlund (Christoph Waltz) en El cazador de recompensas
Max Borlund (Christoph Waltz) en El cazador de recompensas.

Rachel Kidd (Rachel Brosnahan) y Elijah Jones (Brandon Scott) escapan a través de la llanura en una improbable y tramposa historia. Elijah es un sargento negro que ha abandonado al ejército por un romance tan apasionado que resulta paródico. Rachel es la esposa de un empresario con recursos que ha tomado la decisión de huir de su lado. Max llevará sobre los hombros la responsabilidad de traerla de vuelta y de limpiar la afrenta de la infidelidad.

El director logra crear la atmósfera para comprender las motivaciones de esta pareja, en la que el amor tiene más parecido con la desesperación que con la ternura. Específicamente, cuando el ingrediente interracial se convierte en un elemento fundamental para el resto de la película. Max se convertirá en un espectro que sigue sus pasos con una obsesión maníaca. Para su último tramo, El cazador de recompensas tendrá que explicar cómo este escenario de piezas desordenadas se une en un solo argumento que cierre los cabos sueltos. 

El cazador de recompensas y el destino que los alcanza a todos

Joe Cribbens (Willem Dafoe) en El cazador de recompensas
Joe Cribbens (Willem Dafoe) en El cazador de recompensas.

Lo que logra gracias a la idea de que el mal, como comportamiento y decisión, tiene consecuencias. Max deberá hacerse cargo de la responsabilidad de sus actos, buenos o malos, en una serie de secuencias que se esfuerzan por mostrar un aire contemporáneo. Walter Hill abandona los primeros planos de los rostros endurecidos de sus personajes y se pasa a las tomas amplias, en las que el pueblo sin nombre es escenario y testigo de lo que ocurre.

Poco a poco, los protagonistas coincidirán en un territorio sin ley en el que cada destino se decidirá al morir. Para la escena final de El cazador de recompensas, el director muestra que la predestinación lo es todo. Incluso en esta historia ficticia que completa la larga travesía de antihéroes y villanos redimidos que la película relata con cuidado.

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