Tomar lo que ocurre en la naturaleza como ejemplo está bien, pero solo a veces. Es correcto aprender del vuelo de los murciélagos para construir drones, o de la estructura de algunos escarabajos para obtener pintura blanca más blanca. También es muy útil analizar la capacidad de regeneración de algunas especies. Pero que algunos animales opten por comer la placenta después de parir no quiere decir que los humanos también debamos hacerlo.

De hecho, es más que probable que, si esos animales vivieran con nuestras circunstancias, ni se les pasara por la cabeza comerse la placenta. Aun así, sigue de moda entre algunas personas. También está de moda la impresión de placenta, que consiste en dejar secar y teñir la placenta, para luego plasmarla sobre un lienzo que sirve como recuerdo para las madres. Esto puede ser más o menos apetecible, pero no es peligroso. Comerse la placenta, ya sea en píldoras, batidos o de cualquier otra forma, sí que puede serlo.

No tiene ninguna utilidad y además puede causar infecciones tanto a las madres que la ingieren como a los bebés, si se encuentran amamantándolos. Por eso, si quieres hacer algo con la placenta después de traer un hijo al mundo, prepara el lienzo y las acuarelas, pero mejor no te la comas.

¿Por qué los animales se comen la placenta?

Muchas de las personas que defienden el hecho de comer la placenta lo hacen basándose en que es algo natural, que también hacen los animales. 

Y es verdad.  Lo hacen prácticamente todos los mamíferos, a excepción de los acuáticos, los camellos y, en principio, los humanos.

La placentofagia, como se llama la actividad de comer la placenta, se lleva a cabo en animales por dos motivos. Por un lado, cuando la hembra acaba de parir tanto ella como sus crías se encuentran vulnerables al posible ataque de depredadores. La placenta en descomposición tiene un olor muy fuerte, que puede atraer esos posibles peligros, por lo que las madres optan por comérsela.

Por otro lado, también es posible que después de parir tengan algunas carencias nutricionales que intentan suplir comiendo la placenta. Pero los humanos no nos vemos en ninguna de esas dos tesituras. Las recién paridas pueden suplementarse con los nutrientes que necesitan y tomar todo tipo de alimentos. Además, no hay peligros que acechen. Incluso si los hubiera, la placenta generalmente se tira. De hecho, se sabe que en algunas culturas, especialmente en el pasado, se enterraba, quizás para evitar esos peligros de los que huyen otros animales. Pero nunca se comía.

¿Por qué hay personas que se la comen ahora?

En 2020, dos científicos del King’s College de Londres llevaron a cabo una investigación dirigida a analizar las causas por las que algunas personas deciden comer la placenta. 

Se centraron especialmente en el estudio de los foros de crianza de Reino Unido, donde muchas madres primerizas comparten sus experiencias. Esto les permitió comprobar que la mayoría que toman esta decisión son mujeres heterosexuales, blancas, casadas y de clase media o alta.

Dicho de otro modo, mujeres privilegiadas, que para nada necesitan comer la placenta. Pero entonces, ¿por qué lo hacen? Los motivos son muy variados, aunque en este estudio encontraron que buena parte de las mujeres que lo hacen refieren haber tomado esa decisión por miedo a consecuencias posteriores. Algunas son mujeres con problemas previos de salud mental o que en embarazos anteriores tuvieron partos complicados o depresión posparto. 

Esta depresión se debe, entre otros motivos, a una caída abrupta de determinadas hormonas tras el parto. Estas se encuentran aún en la placenta, por lo que creen que volver a ingerirlas puede ayudarles a prevenir la depresión. Pero no hay evidencias científicas de que sea así.

Debe quedar claro que si estas mujeres llegan a esta decisión es porque alguien les ha dicho que puede beneficiarles. Por eso, es muy importante cuidar la información que se da al respecto.

placenta
Solen Feyissa (Unsplash)

Los peligros de comer la placenta

Si hay que tener cuidado con esa información es porque comer la placenta puede ser muy peligroso.

Generalmente, se suelen tomar algunas precauciones, como tratar la placenta con vapor caliente, para eliminar posibles microorganismos patógenos. Pero esto no es suficiente. Muchos pueden sobrevivir a estos tratamientos. Sobre todo, se ha visto que pueden abundar en la placenta los estreptococos del grupo B. 

Estas bacterias pueden causar problemas graves a los bebés recién nacidos, aún con un sistema inmunitario inmaduro. Se ha visto que, si las madres están infectadas, la bacteria puede pasar al bebé a través de la leche. Por eso, comer la placenta no solo es peligroso para las madres, también puede ser muy grave para sus hijos.

De lo que podemos estar seguros es de que si los animales salvajes que se comen sus placentas parieran en un hospital, con todas las medidas necesarias de higiene y seguridad, con una buena alimentación y en una habitación, resguardados de cualquier peligro, no se comerían la placenta. Si vamos a fijarnos en la naturaleza, también deberíamos tener eso en cuenta. 

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