Dungeons & Dragons: Honor entre ladrones, dirigida por John Francis Daley y Jonathan M. Goldstein, es tanto un homenaje como una obra independiente. Por supuesto, se trata de una misión clásica del conocido juego de rol. De hecho, la estructura del guion, escrito por Dave Arneson, John Francis Daley, Jonathan M. Goldstein, E. Gary Gygax y Derek Kolstad, explora cada lugar con la atención del jugador experto.

El reino de Baldur’s Gate cobra vida en una recreación realista y bien construida con efectos prácticos, que, no obstante, tiene algo de ingenua. Podría ser parte de las ilustraciones de los queridos libros de instrucciones del material original o de la animación The Legend of Vox Machina. El parecido no es casual, tampoco es un guiño que abarque solo un tributo a las generaciones de expertos conocedores del mundo de fantasía. 

Para su llegada a la pantalla grande, el universo de Dungeons & Dragons se hace más simple, pero se construye sobre bases sólidas. De modo que, la historia por relatar el fiel al material de origen. Edgin (Chris Pine) es un descarado y despreocupado paladín que se unirá a un grupo inverosímil para intentar rescatar a una joven secuestrada.

Dungeons & Dragons: Honor entre ladrones

Calabozos y dragones: Honor entre ladrones lleva el conocido mundo del juego de mesa y rol a la pantalla grande, conservando todo su aire ingenuo y travieso. No obstante, la película es mucho más que un derivado nostálgico. Es también una historia entretenida, que brinda al género de la fantasía una necesaria revisión. La película cuenta algo por completo distinto y profundiza en el núcleo de las conocidas misiones del D&D para llevarlo a otra dimensión mucho más compleja sin perder su frescura. Para su bien construido cierre, Calabozos y dragones deja claro que su mayor atributo no es el homenaje que pueda brindar a la fantasía, sino su capacidad para hacerla menos complicada y más cálida.

Puntuación: 4 de 5.

Dungeons & Dragons: Honor entre ladrones, la memoria de toda una generación

Pero la identidad de la víctima y su padre son pequeños secretos que el relato guarda para afianzar la sensación de que la narración es más tramposa de lo que parece. En especial, cuando Forge Fitzwilliam (Hugh Grant) demuestra que la maldad tiene tantos trucos bajo la manga como rostros que mostrar. De hecho, buena parte de los primeros diez minutos de la película atraviesan terrenos de ingeniosos juegos de palabras malintencionados y trucos que salen mal.

La película narra una misión tan semejante al juego de mesa y rol que emocionará de inmediato a los que conocen la dinámica. También incluye al espectador en un recorrido que utiliza la química entre su elenco para crear algo distinto que evita ser predecible. Lo que brinda a la cinta un aire feliz y despreocupado, ajeno a cualquier cinismo.

Dungeons & Dragons: Honor entre ladrones no desea reconstruir el género de la fantasía. Tampoco agregar malicia o lugares oscuros a su narración. En realidad, su intención es divertir y lo logra con la agilidad con la que abarca todos los puntos centrales de su argumento. Edgin tiene un propósito: ser un héroe. ¿Lo conseguirá? La película se toma algo de tiempo para responder a la pregunta.

Hacia el peligro, lanza y arco en mano

Al objetivo del personaje que interpreta Chris Pine se une un equipo variopinto de héroes, guerreros y ermitaños que resultan conmovedores en su inocencia. Doric (Sophia Lillis) tiene el conocimiento de los bosques, que parece indicarle que los humanos son un peligro a tener en cuenta. Holga Kilgore (Michelle Rodríguez) es una ruda y hábil luchadora que se une a la misión de rescate casi por accidente. También lo harán Xenk Yendar (Regé-Jean Page) y Simon Aumar (Justice Smith), un hechicero sin nada que perder. 

Sophia Lillis es parte del elenco de Dungeons & Dragons: Honor entre ladrones
Sophia Lillis como Doric en Dungeons & Dragons: Honor entre ladrones.

Juntos tendrán que aprender a confiar en la fuerza del equipo y superar sus curiosos dilemas privados. La fórmula de compañeros accidentales con rasgos de carácter disímiles es tan clara como en el juego. El guion de Dungeons & Dragons: Honor entre ladrones profundiza con cuidado en la importancia de aprender unos de otros. Buena parte del recorrido, durante el primer tramo, está dedicado a explorar a sus figuras principales y es sorprendente el tiempo y el esfuerzo que se toma en profundizar en los estereotipos.

También en el territorio de leyenda que atraviesan entre dificultades. Una y otra vez, el guion vuelve sobre la idea de que este es un recorrido con un propósito. Uno más noble y profundo que rescatar a una damisela desvalida por pura vanidad heroica. La narración es lo suficientemente hábil como para utilizar las diversas historias de las cuales proviene para construir un mapa de ruta hacia el peligro. 

El fabuloso reino de Dungeons & Dragons: Honor entre ladrones

Dungeons & Dragons: Honor entre ladrones

Desde el recorrido por tierras subterráneas, hasta parajes de ensueño con poblados enteros construidos en copas de árboles. Dungeons & Dragons: Honor entre ladrones crea un paisaje legendario que, aunque no tiene la envergadura de otros universos cinematográficos, muestra una considerable personalidad. Incluso en los momentos en que la fotografía de Barry Peterson emula películas anteriores, como la trilogía del Señor de los Anillos, conserva su independencia visual y narrativa.

Mientras el grupo de graciosos y cada vez más complejos protagonistas se debate entre bolas de fuego que caen del cielo y criaturas fabulosas, la tensión entre ellos se reduce. Se hacen amigos, cómplices y terminan por formar parte de un círculo fraterno que se construye gradualmente en medio de la frenética aventura.

A pesar de su extensa duración —poco más de dos horas—, Dungeons & Dragons: Honor entre ladrones sabe sostener un juego de nostalgia. Más allá de la épica majestuosa o de la burla al género, la película cuenta una historia bien construida. No hay cabos sueltos ni giros argumentales forzados. Su intención no es otra que demostrar que D&D sigue siendo querido de la memoria colectiva. Quizás, su punto más alto y el que consigue con mayor soltura y honestidad.