El pasado mes de enero, nació en Brasil un bebé gigante que, aun sin batir récords, se ha convertido en noticia por razones obvias. Todos los bebés son especiales para sus madres. Sin embargo, este, llamado Angerson Santos, es especial para todo el mundo, ya que ha pesado ni más ni menos que 7,3 kg. Además, ha medido casi 60 centímetros. Es un caso de lo que se conoce como macrosomía fetal. Es decir, un peso elevado al nacer. 

No ha batido récords, pues en lo más alto sigue un niño nacido en 1955 en Italia con 10,2 kg. Sí que ha superado el mayor caso de macrosomía en niñas, que se corresponde con una bebé de 6,8 kg, nacida en la India en 2016

Sea como sea, tiene atributos suficientes para considerarse un caso de macrosomía, ya que esta denominación se considera a partir de los 4 kg de peso. Por suerte, todo ha ido bien y, tras la cesárea, su madre y él se encuentran sanos. Sin embargo, la situación podría haber sido peor, pues traer un bebé gigante al mundo conlleva numerosos riesgos para ambos.

Los peligros de parir un bebé gigante

En general, se considera un caso de macrosomía fetal cuando el bebé nace con más de 4 kg de peso, independientemente de las semanas de gestación. Aun así, según explican desde Clínica Mayo, los riesgos comienzan a ser mayores a partir de los 4,5 kg.

Y los hay tanto para la madre como para el niño, como bien explica en un artículo para The Conversation el profesor Adam Tyler, de la Universidad de Lancaster. Para empezar, un bebé gigante puede sufrir algo llamado distocia de hombros. Esto ocurre cuando, por su gran tamaño, el hombro queda atrapado detrás del hueso público de la madre. Mientras está atrapado no puede respirar, por lo que se pueden dar problemas severos si no se actúa rápido. Además, es posible que se le parta la clavícula por el esfuerzo al pasar por el canal del parto. Incluso pueden dañarse los nervios que irrigan los brazos. La distocia de hombros puede ocurrir en cualquier bebé, pese lo que pese. No obstante, mientras que se da en un 0,7% de los partos con pesos considerados normales, en bebés con macrosomía el porcentaje asciende al 25%.

En cuanto a las madres, parir a un bebé gigante también puede afectarles de varias formas. Por un lado, es más fácil que se produzcan desgarros y hemorragias vaginales. Este no es un problema menor, pues las hemorragias posparto son la principal causa de muerte materna en todo el mundo. Por otro lado, también puede alargarse el trabajo de parto. Al ser más lento el paso de la cabeza del bebé hacia la vagina, pueden darse infecciones y hemorragias internas

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Factores de riesgo y detección de la macrosomía

Hay factores de riesgo que aumentan mucho la probabilidad de tener un bebé gigante. Para empezar, uno de los más importantes es la diabetes gestacional. Las mujeres que la sufren suelen tener una mayor resistencia a la insulina. Esto supone que pasa una mayor cantidad de glucosa a través del cordón umbilical, de modo que el bebé puede crecer más deprisa. Además, si la madre también tiene un peso elevado, no solo ocurre esto, sino que pueden pasar más grasas, aumentando aún más ese tamaño.

La edad de los padres también influye. Hace tiempo que se ha observado que los casos de macrosomía son mayores en mujeres mayores de 35 años. No obstante, en los últimos años se ha visto que también aumenta la probabilidad si el padre supera esa edad. Quizás sea este el motivo por el que se ha comprobado que, desde los años 70, los bebés pesan casi medio kilo más de media. Dado que el momento de tener hijos se aplaza cada vez más, no sería raro que dicha media siga aumentando.

Finalmente, como es lógico, si el parto se produce superadas las 40 semanas de gestación, es más probable que se trate de un bebé gigante, puesto que seguirán creciendo hasta el momento del alumbramiento

Ahora bien, ¿se puede saber antes del nacimiento si el bebé será un caso de macrosomía? En realidad sí. De hecho, desde Clínica Mayo explican que se puede predecir con bastante antelación a través de la medición de dos factores. Por un lado, al medir la altura del fondo uterino. Esto es la distancia que hay desde la parte superior del útero hasta el hueso púbico. Si esta es muy grande, podría ser señal de macrosomía. Por otro lado, también se puede saber analizando la cantidad de líquido amniótico. Cuanto mayor sea, más elevado será el peso del bebé al nacer.

En definitiva, más allá de ser un motivo para salir en las noticias, tener un bebé gigante puede ser peligroso, para él y para la madre. Por eso, se debe evitar aumentar demasiado de peso durante el embarazo, mantener una buena actividad física y cuidar la dieta. También sería ideal tenerlo antes de los 35 años. Pero, con la sociedad en la que nos ha tocado vivir, tampoco podemos pedir peras al olmo. Controlar algunos factores no está en nuestra mano.

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