En 1982, un asesino en serie mató a siete personas en Estados Unidos envenenando con cianuro las píldoras de una famosa marca de paracetamol de venta en farmacias. El caso fue tan preocupante que incluso condujo a la compañía fabricante del fármaco a cambiar radicalmente sus envases. Sin embargo, y a pesar de los esfuerzos que se pusieron, el criminal nunca fue encontrado.

El caso se ha mantenido cerrado durante 40 años. No obstante, según noticias relatadas por CBS, podría haber sido reabierto por el FBI por un simple motivo. Y es que, en aquella época, las pruebas de ADN en ciencias forenses eran algo casi de ciencia ficción. 

Ahora están a la orden del día, por lo que se están tomando muestras de los frascos contaminados, quizás en busca de algún rastro del asesino en serie. Para ello, se han tomado también muestras de descendientes de algunas de las víctimas, así como de personas que compraron un frasco envenenado; pero, por suerte, no llegaron a usarlo. Una vez eliminado su ADN de la ecuación, podrían encontrar otro rastro para seguir. Ha pasado mucho tiempo, pero nunca es tarde para hacer justicia.

Un asesino en serie en las farmacias

La primera víctima del asesino en serie fue una niña de 12 años, que una mañana se levantó con dolor de garganta y malestar. Sus padres decidieron darle una pastilla de Tylenol, una marca de paracetamol de venta en Estados Unidos. Poco después, la madre escuchó un golpe en el baño y, al acudir a ver qué ocurría, encontró a la pequeña desmayada. No se pudo hacer nada para salvar su vida.

Poco después, un joven cartero, a unos kilómetros de allí, tomó otra pastilla de Tylenol para paliar su dolor de cabeza. El destino fue el mismo que el de la niña. Sin embargo, inicialmente no se conectaron los casos. De hecho, cuando el hermano y la cuñada del joven se encontraron mal en su funeral, acudieron al mismo bote de pastillas que él había usado. Lógicamente, murieron también. Estos casos, así como otros tres que se dieron por la misma época y en la misma zona, llevaron finalmente a contemplar que el Tylenol estuviese detrás de las muertes.

Por eso, se analizaron primero los frascos que salían de la fábrica y después los enviados a las farmacias. En el origen no encontraron nada sospechoso. Sin embargo, en el destino sí, pues varias pastillas en los frascos de las farmacias estaban envenenadas con cianuro. Al parecer, alguien había abierto los frascos y había inyectado esta sustancia tóxica en las píldoras. Parecía tratarse de un asesino en serie, pero no había pistas que condujesen hacia nadie concreto.

Sí que hubo un pequeño avance cuando, después de salir el caso en los medios de comunicación, la compañía farmacéutica comenzó a recibir unas cartas sospechosas. En ellas, una persona que decía ser el asesino en serie pedía una gran suma de dinero a cambio de parar las muertes. No parecía alguien demasiado profesional, pues fue fácil encontrarle a través de las huellas dejadas en las cartas.

Sin embargo, pronto vieron que en realidad todo había sido una farsa. Pedía que el dinero se enviase a la empresa de la que poco antes habían despedido a su esposa, por lo que estaba intentando incriminarles a ellos por el despido. No había más pistas, de modo que el caso terminó cerrándose. Aunque sí que se tomaron medidas para evitar que volviese a ocurrir algo parecido, fabricando frascos con doble sellado e incluso blísteres como los que se usan hoy en día. Si estos se inyectaran, la burbuja en la que están las píldoras quedaría chafada y se podría ver la manipulación. 

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Brano (Unsplash)

En busca de ADN en los frascos de Tylenol

Linda Morgan fue una de las personas que compraron frascos de Tylenol envenenados. Por suerte, cuando la noticia salió en los medios de comunicación, aún no había tomado ninguna pastilla, por lo que pudo salvar su vida.

Cuarenta años después, el FBI ha pedido muestras de ADN a su hija, Laura Morgan. Esta ha sido la que se ha puesto en contacto con CBS, donde se ha lanzado la noticia con la sospecha de que el caso haya podido reabrirse. De momento, el FBI no ha hecho declaraciones al respecto, más allá de que quieren eliminar el ADN de las personas inocentes que estuvieron en contacto con los tarros. Esto lleva a sospechar que puedan estar bajando fichas, como en un Quién es Quién, con el objetivo de buscar al verdadero asesino en serie. Pero no han declarado nada más.

Lo que está claro es que, si bien en 1982 se buscaron huellas dactilares en los frascos, no se pudo analizar el ADN. Esto es así porque la huella genética que se usa para localizar sospechosos en ciencias forenses no se descubrió hasta 1985. Hoy en día, las técnicas han avanzado muchísimo y se puede aislar ADN incluso de muestras antiguas y deterioradas. Por eso, no sería raro que el del asesino en serie siga en los frascos de Tylenol. 

De momento, no sabemos nada más, así que habrá que esperar. ¿Quién sabe? Quizás esta terrible y misteriosa historia esté cerca de llegar a su desenlace.