Una de cal y otra de arena. Si bien acabamos de conocer los resultados del último informe del programa Copernicus, en el que se señala que 2022 ha sido el quinto año más caluroso desde que existen registros, esta semana también ha habido lugar para las buenas noticias medioambientales. Y es que, según los datos más recientes de la Organización Meteorológica Mundial, el agujero de la capa de ozono se está recuperando a muy buen ritmo. Tanto, que para 2040 podría haberse regenerado en la mayor parte del mundo, para 2045 sobre el Ártico y en 2066 en el Antártico, donde actualmente tiene su mayor extensión.

Este tipo de datos se recogen una vez cada cuatro años desde que en 1987 se firmó el Protocolo de Montreal. En este se pautaron medidas consistentes en la prohibición de aquellas sustancias que estaban debilitando el ozono y, con ello, se logró que aquel peligroso agujero se cerrase poco a poco.

Desde entonces ha habido algunos pasos atrás, con la aparición de nuevos orificios. Sin embargo, se ha ido recuperando a buen ritmo, como hemos podido ver en cada nuevo informe. 

Los excavadores del agujero de la capa de ozono

La capa de ozono nos mantiene protegidos de las radiaciones más nocivas del Sol. Por eso, el agujero que se empezó a formar en ella a principios de los 80 pone a todos los habitantes de la Tierra en serio peligro. Por ejemplo, se aumenta la probabilidad de desarrollo de cáncer por las alteraciones que estas radiaciones causan en el ADN. 

Esto llevó a que en los años 80 muchos científicos intentaran desentrañar el origen del agujero de la capa de ozono, para cortarlo de raíz y evitar que los daños fuesen cada vez mayores. La principal investigación al respecto la llevaron a cabo los químicos Mario Molina y Frank Sherwood Rowland. Ambos descubrieron que unas sustancias muy usadas en la fabricación de aerosoles, los clorofluorocarbonos (CFC), estaban debilitando poco a poco este escudo natural de la Tierra. En un principio no se les tomó muy en serio, pero con el tiempo se comprobó que tenían razón hasta el punto de otorgarles el Premio Nobel de Química por sus investigaciones.

Los CFC se prohibieron en el Protocolo de Montreal y su uso fue decayendo poco a poco en todo el mundo, con consecuencias muy positivas sobre el agujero de la capa de ozono. Desgraciadamente, sus primeros sustitutos fueron los hidrofluorocarbonos (HFC), que no afectan a la capa de ozono, pero sí que pueden promover el calentamiento global.

NASA

Soluciones a medias

Tras descubrirse los efectos negativos de los HFC, se han ido regulando paulatinamente, sin perder de vista el agujero de la capa de ozono. Este tema también se trata en el último informe, en el que se concluye que, gracias a las medidas de contención de HFC, se podría llegar a reducir la temperatura global entre 0,3 °C y 0,5 °C. 

Este sería, por lo tanto, otro punto positivo. Pero también hay algo de oscuridad en el informe. Y es que se hace un llamamiento sobre el peligro de una medida que precisamente pretende reducir el calentamiento global.

Se trata de la inyección de aerosol estratosférico. Esta es una acción desesperada de ingeniería, consistente, como su propio nombre indica, en inyectar en la estratosfera un aerosol dirigido a reducir la temperatura. Esto se consigue gracias a un oscurecimiento similar al que provocan las emisiones de ceniza de algunos volcanes. 

No sería una acción continuada, sino una medida temporal para amortiguar el rápido aumento de las temperaturas globales. Aún no se ha hecho, pero se está estudiando llevarlo a cabo con varias sustancias, entre ellas el dióxido de azufre. Y esto es un problema, pues sí que se podría reducir el ritmo de avance del calentamiento global, pero se dañaría de nuevo nuestro escudo protector.

Un nuevo agujero en la capa de ozono es un precio bastante caro, sobre todo ahora que parece que su cierre está más cerca. Por lo tanto, lo ideal sería poder llevar a cabo ambas batallas en paralelo, sin que una entorpezca la otra. Ojalá la humanidad no se vea en la tesitura de tener que decidir. Tomar decisiones ambientales a veces no se nos da demasiado bien.

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